lunes, 24 de agosto de 2015

Tchaikovsky y Brahms


La Orquesta Filarmónica de Viena y sus compositores, 16 de agosto de 2015.


La Orquesta Filarmónica de Viena escogió como tema para sus conciertos del Festival de Salzburgo de 2015 y 2016 la interpretación de obras estrenadas por esta organización. Este año se escogieron obras de Bohuslav Martinů, Anton Bruckner, Pyotr I. Tchaikovsky, Johannes Brahms, Gustav Mahler y Franz Schmidt.

 

En el concierto a que me refiero se interpretaron dos obras en Re mayor, el Concierto para violín y orquesta, Opus 35 de Tchaikovsky y la Segunda Sinfonía, Opus 73 de Brahms. La primera se estrenó el 4 de diciembre de 1881 por Adolph Bronsky al violín y la segunda el 30 de de diciembre de 1877, bajo la dirección de Hans Richter en ambos casos. En esta ocasión Riccardo Muti dirigió y Anne–Sophie Mutter fue la solista del concierto de Tchaikovsky.

 

Confieso que el concierto de violín es uno de mis placeres culposos. ¿Por qué culposos? Porque hay exquisitos que piensan que carece de suficiente intelectualidad para ser buena música, o bien como exclamaba Eduard Hanslick, olía demasiado eslavo, de hecho, los momentos más eslavos de Tchaikovsky son los que más me interesan y gustan. En mi opinión, pocas obras de este género contienen tantas melodías tratadas con un Romanticismo extremo, es decir exaltando los sentimientos al máximo posible. Eso sucede durante el primer movimiento cuando el violín calla en dos ocasiones para que la orquesta interprete una melodía sencillamente inolvidable. Después de estos dos exabruptos sentimentales, el violín solo, más bien la maravilla de solista que es la señora Mutter hizo gala de su interpretación de temas difíciles al lograr momentos tan piano, que si un alfiler hubiera caído en el piso del Grosses Festpielhaus hubiera tenido el efecto de una campanada. Creo que hasta los asmáticos dejaron de respirar en estos momentos. La Canzonetta del segundo movimiento pasó y dio lugar al momento de más pasión del concierto, el allegro vivacissimo del tercer movimiento, en el que las cuerdas del violín de la señora Mutter se veían al rojo blanco, y hasta soltando algo del humo pasional que la virtuosa imprimió a su instrumento. Al finalizar, el público aplaudió poseído aún por la perfección y pasión que comunicó la gran Anne–Sophie.
 
 

 

Después del intermedio la Orquesta y Muti nos dieron una hermosa interpretación de la segunda sinfonía de Brahms, probablemente con música de más calidad que la del ruso. También fue recibida con un gran aplauso por el público que, sin embargo, había terminado exhausto después de la demostración de la Mutter.  

1 comentario:

  1. No veo el porque sentirse culpable de disfrutar de la música de Pyotr I. Tchaikovsky, todo lo contrario. Quienes pecan de solemnidad y se dan aires de grandeza despreciando al compositor ruso son la mayoría de las veces tan aburridos y mamones como los mahlerianos o los brahmsianos que no me extraña sean para algunos de nosotros simples mortales a veces insoportables y aburridos. Yo de joven tenía serias discusiones con un apreciado amigo a quien llamábamos "El Archiduque de la Lama" quien decía que el compositor ruso de quien disfrutaste su concierto de violín, era un gran melodista, lo reconocía, pero que era incapaz de desarrollar esas hermosas invenciones. Todos tenemos a gozar de la cursilería si así nos place y olvidarnos de todos los pedantes y mamones que quieren impedírnoslo y que, tal vez, en el fondo, nos envidian. Son cursis de closet.

    ResponderBorrar