domingo, 29 de noviembre de 2015

"Nunca en toda mi vida vi a Mozart encolerizado, es más, enojado."

Carta de Sophie Weber-Haibel a Georg Nikolaus von Nissen.

Sophie Haibel fue la menor de la hermanas de Constanze Mozart y Nissen el segundo esposo de ésta.
7 de abril de 1825

Ahora tengo que contarte sobre los últimos días de Mozart. Bueno, Mozart se hizo más aficionada a tu difunta madre   y ella a él. De hecho a menudo él iba apresuradamente al Wieden (donde vivíamos en la Goldner Pflug), llevando bajo su brazo una bolsita con café y azúcar, que entregaba a nuestra buena mamá diciendo, ‘Con esto, madre querida, ya puedes tener el café de la tarde’. Ella gozaba como niña de esto. Él lo hacía muy a menudo. En pocas palabras, al final Mozart nunca vino a vernos sin traer algo,


Cuando Mozart cayó enfermo, le hicimos un camisón que podía ponerse hacia el frente, ya que por su inflamación era incapaz de voltearse en la cama. Entonces, como no sabíamos qué tan seria era su enfermedad, también le hicimos una bata acolchada (de hecho, su querida esposa, mi hermana, nos había dado los materiales para ambas piezas), para que cuando se levantase pudiese tener todo lo que necesitara. Lo visitamos a menudo y se veía encantado con la bata. Yo solía ir a la ciudad   todos los días para verlo. Un sábado cuando estaba con él, me dijo: ‘Querida Sophie, dile a mamá que estoy bien y que iré a felicitarla a la semana del día de su santo’. ¿Quién podría estar más encantada que yo llevando estas noticias alentadoras a mi madre, cuando apenas podía esperarlas? Me apuré a ir a casa para confortarla, especialmente porque él parecía brillante y feliz. El día siguiente fue un domingo. Yo era joven y algo vanidosa, lo confieso, y me gustaba vestir elegantemente. Pero nunca me importó ir caminado del suburbio al centro bien vestida pues no tenía dinero para alquilar un coche. Así que le dije a mamá: ‘Querida mamá, hoy no voy a ver a Mozart. Estaba tan bien ayer que seguramente hoy estará mejor, y un día más o menos no harán mucha diferencia’. Bueno, mi madre dijo: ‘Oye esto. Hazme un café y entonces te diré o que deberías hacer.’ Prefería mantenerme en casa; y, en efecto, mi hermana, sabe cuánto tengo que estar con ella. Fui a la cocina. El fuego estaba apagado. Tuve que encender una vela y encender el fuego. Todo el tiempo estaba pensando en Mozart. Hice el café y el fuego aun ardía. Entonces noté cuan desperdiciada había sido con la vela, quiero decir, que se había quemado mucha cera. Todavía brillaba, me quedé viendo la vela y pensé para mis adentros, ‘Como amaría saber cómo es Mozart’. Cuando pensaba y veía la vela, se apagó, tan absolutamente como si nunca hubiese estado encendida. Ninguna chispa brillaba en el pabilo sin que hubiese la menor corriente – eso lo puedo jurar. Tuve una sensación horrible. Corrí con mamá y le dije todo. Ella dijo: ‘Bueno, quítate tus ropas elegantes y en este momento ve al centro por noticias de él. No te dilates.’ Me apuré todo lo que pude. Me asusté cuando vi a mi hermana, quien casi desesperada pero tratando de calmarse, vino a mí diciendo: ‘Gracias a Dios que viniste querida Sophie. La noche pasada estuvo tan mal que creí que no estaría vivo esta mañana. Quédate conmigo, ya que si tiene otro mal momento, morirá hoy en la noche. Ve un momento con él y ve cómo está.’  Traté de controlarme y fui al lado de su cama. Él me pidió que me acercara y me dijo: Ah, querida Sophie, que contento estoy que hayas venido. Debes quedarte en la noche y verme morir.’ Traté de ser valiente y de persuadirlo de lo contrario. Pero a todos mis intentos sólo decía: ‘¿Por qué, ya tengo el sabor de la muerte en mi lengua quién apoyará a mi querida Constanze si tú no estás aquí?’ ‘Sí, sí, querido Mozart,’ trataba de infundirle confianza, ‘pero tenemos que regresar a decir a nuestra madre que quieres que me quede contigo esta noche. De otra forma, ella pensará que sucedió lo peor.’ ‘Sí, hazlo,’ dijo Mozart, ‘pero asegúrate de regresar rápido.’ ¡Oh Dios, que pena sentí! Mi pobre hermana me llevó a la puerta y me pidió por el cielo ir a los curas de San Pedro e implorarles que uno viniera a ver a Mozart–como si fuese un llamado a una nueva oportunidad. Lo hice, pero me hicieron esperar mucho y me dio mucho trabajo persuadirlos para que uno de esos brutos curas fueran a verlo. Entonces corrí a mi madre quien me esperaba ansiosamente. Ya estaba oscuro. Pobrecita, ¡qué desazonada estaba! La persuadí de ir a pasar la noche a casa de la ahora muerta Josefa. Entonces corrí tan rápido como pude de vuelta con mi apesadumbrada hermana. Süssmayr estaba al lado de la cama de Mozart. El famoso Requiem estaba sobre la colcha y Mozart le explicaba cómo, en su opinión, debería completarlo, cuando muriera, Más aún urgió a su esposa mantener su muerte en secreto hasta que hubiese informado a Albrechtsberger, porque la posición debería ser suyo ante Dios y el mundo. Se buscó por todos lados al Dr. Closset, a quien se encontró en el teatro, pero tenía que esperar hasta que terminase la función. Llegó y ordenó que se pusieran compresas frías en la cabeza ardiente de Mozart, lo que a tal grado que cayó inconsciente, permaneciendo así hasta que murió. Su último movimiento fue un intento de expresar con su boca los pasajes de los timbales en el Requiem. Todavía puedo oír eso.  Müller  de la Galería de Arte vino e hizo un molde de su cara muerta y pálida. No tengo palabras, querido hermano, para describir como su devota esposa en absolutamente afligida cayó sobre sus rodillas e imploró al Todopoderoso por Su ayuda. Simplemente no podía separarse del cuerpo de Mozart, aunque le insistí que lo hiciera. Si era posible aumentar su pesar, esto pasó en aquella noche espantosa, cuando multitud de gente pasó y lloró y gimió por él. Nunca en toda mi vida vi a Mozart encolerizado, es más, enojado.

viernes, 9 de octubre de 2015

Anna Bolena en el MET. 1º de octubre de 2015.


El MET decidió realizar los estrenos absolutos de las óperas de Donizetti conocidas como “de las reinas” contando con Sir David McVicar como regista en las tres producciones: Anna Bolena, Maria Stuarda y Roberto Devereaux.
 

Anna Bolena inauguró la temporada 2011/2012, Maria Stuarda se presentó un año después y Roberto Devereaux tendrá su premier el 24 de marzo de 2016. Además del estreno de la tercera de las óperas, este año tiene dos particularidades: la soprano americana Sandra Radvanosvsky cantará los papeles principales en las tres obras, y McVicar dirigirá la premier y también será responsable de las reposiciones (lo normal en el MET es que el regista supervise sólo la producción original y que las reposiciones las dirijan los llamados stage directors, conocidos como reposition director en el Reino Unido).
 

Robert Jones diseñó la escenografía dividiendo el escenario en dos áreas separadas por una pared perpendicular al proscenio durante la primera escena del primer acto, a la izquierda se encuentra un espacio donde la corte comenta la caída en desgracia de la reina, y a la derecha el interior de los aposentos de Giovanna Seymour. En la segunda escena se despeja el espacio para llevar a cabo la cacería en la que se reúnen el rey, la reina, su hermano Lord Rochefort, y el primer amor de la reina, Lord Riccardo Percy. La tercera escena se desarrolla en un salón del palacio real, simulado por un muro transversal. El segundo acto se desarrolla en el espacio de la reina que ocupa todo el escenario, después en la antesala del Consejo Real, similar al salón del primer acto. La escena de la Torre de Londres explota los recursos técnicos del MET, pues en cuanto Anna es notificada que es condenada a muerte, se eleva un segundo escenario que simula ser el apartamento de la reina en el que espera su muerte. Puedo decir que, pese a tanto movimiento aparente, el escenario es sencillo y depende en gran medida de la iluminación adecuadamente diseñada por Paule Constable. El vestuario diseñado por Jenny Tiramani es absolutamente de la época en la que sucedieron los acontecimientos históricos. Por ejemplo, Ildar Abdrazakov luce tal cual Richard Burton o Robert Shaw lo hicieron en las películas en las que personificaron a Enrique VIII. 
 

Sondra Radvanoksky demostró una voz madura que acompañada con una exquisita técnica belcantista, le permitió sortear con éxito sus arias y liderar los ensambles. Aunque inició cantando formidablemente el aria “Come, inocente giovanne”, su mejor intervención fue en la escena de la locura de Anna, cliché en muchas óperas de Donizetti Bellini, especialmente la caballeta “Copia inicua” en la que denuesta Enrico y Giovanna, a la vez que los perdona. Sus actuaciones como Maria y Elisabetta serán seguramente de alta calidad al haber cantado tan bien el papel de Anna, probablemente el más complicado de los tres.
 

La joven mezzosoprano Jamie Barton como Giovanna, fue una gratísima sorpresa. Su voz es muy bella y cálida, tiene un volumen inmenso capaz de llenar el enorme auditorio del MET, y ha desarrollado una técnica excepcional. El aria que canta cuando el rey la acusa de estar más interesada en el trono que en él mismo, “Ah! qual cercar non oso” fue uno de los puntos más brillantes de la noche.
 

Ildar Abdrazakov dio vida a un impresionante Enrico pese a que no tiene un número de lucimiento individual; no obstante su presencia y actuación, así como sus intervenciones en los grandes ensambles y en los momentos dramáticos clave fue muy importante.
 

El paje Smeton no sólo es quien desencadena la acusación de adulterio contra Anna, por dejar soltar un relicario con una pintura de la reina (recordemos que para ir a la ópera debemos suspender nuestra incredibilidad, y no sólo por el hecho de que se cante, sino que en muchísimas ocasiones los libretos son más o menos débiles), sino que canta una hermosa canción en la primera escena, “Deh! non voler costringere”. La mezzosoprano Tamara Mumford repitió en gran forma el papel que había hecho en 2011.
 

Lord Riccardo Percy, antiguo prometido de la reina cuenta con un aria, ‘Vivi tu’,  que cualquier buen tenor apetece; recordemos que el primer Percy fue Giovanni Battista Rubini lo que debe dar una idea de su dificultad y calidad. El tenor americano Stephen Costello era quien cantaría este personaje, pero al enfermarse fue sustituido por Taylor Stayton quien, a decir verdad, no pudo con la parte.
 

Los papeles secundarios fueron bien interpretados por David Crawford, Lord Rochefort, y Gregory Schmidt, Sir Hervey.
 

Marco Armiliato fue el Marco Armiliato predecible, como también fue predeciblemente buena la calidad de ejecución de la Orquesta. El Coro tuvo una actuación muy destacada; su director Donald Palumbo ha logrado hacer de este grupo un coro que rivaliza con cualquier coro de las grandes compañías de ópera europeas.

martes, 6 de octubre de 2015

Il trovatore en el MET. 3 de octubre de 2015.

Un Trovatore de alta calidad (¿y heroísmo?)


La actual producción de Il trovatore en el MET tuvo su premier en 2009 y la función del 3 de octubre fue la cuadragésima de la misma y la segunda vez que se transmite en alta definición, lo que demuestra la altísima popularidad de este título verdiano. La producción con la que Sir David McVicar debutó en el MET, mueve la época de la acción de una guerra civil en el siglo XIV a la intervención napoleónica en España a principios del siglo XIX. Este desplazamiento temporal no atenta contra el espíritu de la ópera, aunque tampoco le añade un nuevo elemento dramático.
 

De hecho, la producción se centra en las intenciones de Verdi, quien veía en Azucena al personaje principal de la tragedia, y de Antonio García Gutiérrez autor de El trovador, que enfocó su atención en el despertar de la sexualidad de Leonora. Es decir, las mujeres son los personajes importantes en esta ópera en la que los hermanos y rivales de amores y armas forman el marco en el que se desarrollan las pasiones ellas. De hecho, cada uno de los actos está dominado por ellas alternativamente, el primero y tercero pro Leonora y el segundo y cuarto por Azucena.
 

Contra este fondo dramático la producción de McVicar es muy eficiente. La escenografía diseñada por Charles Edwards cumple con su objetivo al presentar las ocho escenas de la ópera al mover alternativamente los dos segmentos en los que se divide el escenario, modificando la ornamentación de la pared de mayor altura en cada ocasión. Durante todas las escenas en que aparecen gitanos, se ve al fondo una serie de personas sacrificadas por ahorcamiento o crucifixión y cuando la hoguera es el elemento dominante, se representa como un poste quemado que recuerda claramente un gran símbolo fálico. El vestuario que fue diseñado por Brigitte Reiffenstruel, es muy atractivo en cuanto a Di Luna y sus hombres y muy apropiado a los gitanos que siguen a Manrico; Azucena es caracterizada como una vieja gitana atormentada. Anna Netrebko decidió usar un vestuario diferente al original para Leonora, deseo satisfecho por la gerencia del MET. La iluminación diseñada por Jennifer Tipton es muy interesante, pues subraya las situaciones dramáticas con un muy atractivo uso de claroscuros. La coreografía de Leah Hausman es mediocre pues no aprovecha la oportunidad que le dan los dos coros principales. Las gitanas no bailan en su momento y unas furcias coquetean con los soldados haciendo como que bailan. Paula Williams dirigió la escena en la actual reposición respetando la idea original y controlando adecuadamente los movimientos en el escenario.
 

Dolora Zajick “es” la Azucena del MET. Debutó cantando este papel en 1988 y desde entonces no hay quien haya logrado cantar y actuar una gitana como ella lo hace después de 27 años.  Transmite desesperación, odio y pavor a la hoguera, más no locura. Durante el dueto con Manrico en el segundo acto, simplemente “se comió” a Yonghoon Lee.
 

Anna Netrebko, con un vestuario a su medida, logró también una espléndida tarde en su desempeño. Su voz se encuentra en el momento ideal para cantar Leonora, imbuyéndola de esa sexualidad anhelada por García Gutiérrez, pese a que, como producto neto del romanticismo español, fallará tres veces, una al no entrar al convento, otra al interrumpirse su boda y la última al morir. Cantó admirablemente “Tacea la notte placida” y, aunque no cantó los trinos de la cabaletta, logró la coloratura que le da una brillantez especial a “Di tale amor”. En el terceto que le sigue hizo gala de su faceta dramática y durante el final del segundo acto, en el que la intervención de Leonora es extremadamente redundante, logró que el aplauso después del último “Sei tu dal disceso o in ciel son io con te?” fuese por su calidad interpretativa y no porque terminaron todas las repeticiones del segundo acto. El aria del cuarto acto es un tour de force para la soprano, pues tanto el cantabile “”D’amor sull’ali rosee”, como la cabaletta “Tu vedrai che amore in terra” tienen una gran dificultad, el tempo de mezzo que la separa es, en mi opinión, el más hermoso de toda la ópera romántica italiana; me refiero al “Miserere” en el que la Netrebko cantó maravillosa y verídicamente. Puedo afirmar que la rusa ya hizo el cambio de lírica ligera a lírica con mucho éxito, lo que aunado a su innato talento de actriz dramática, hará que sea una de las figuras dominantes de la ópera en los próximos diez años, independientemente de lo que ha logrado gracias, en parte importante, a una manejo de sus equipos de marketing y relaciones públicas. Estas herramientas no producen efectos duraderos si el producto no es de alta calidad, y estoy convencido que usando esta metáfora, Anna Netrebko lo es.
 

Dmitri Hvorostovsky es un gran profesional de la ópera o un irresponsable. No quiero que se malentienda lo anterior. Presentarse en el MET en un papel tan difícil vocalmente, a la vez que atractivo musicalmente, después de unos meses de haber anunciado padecer un tumor cerebral y haber estado, o aún estar, sometido a tratamiento, es impresionante. Lo es más al haber logrado uno de las mejores representaciones, si no es que la mejor, del conde Di Luna en vivo. Durante el terceto del primer acto estuvo fantástico al exclamar “Un accento proferisti che a morir lo condannò!”, pero cantó fantásticamente “Il balen del suo sorriso” agregando más virilidad en “Per me, ora fatale”. Al entrar en escena el público lo recibió con un fuerte aplauso que el siberiano agradeció con un leve movimiento de cabeza, pero al terminar la ópera, el aplauso fue estruendoso y largo y, como sucedió en las funciones anteriores los miembros de la orquesta lo premiaron arrojándole flores blancas, que el cantante organizaba en ramos para cada una de sus compañeras de elenco. Al cerrarse el telón después de los largos aplausos Hvorostovsky se veía cansado desde mi posición en el auditorio.


Yonghoon Lee encarnó un Manrico actuado mediocremente y cantado sin mucha fuerza, su voz se oía muy poco en el terceto del primer acto, desaparecía a momentos en el final del segundo y no fue brillante en la infame “Di quella pira” de la que no cantó la repetición después de haber llegado un do sobreagudo no muy claro. Fue el eslabón débil en una cadena cuyos otros eslabones fueron de titanio. ¿Es que no hay Manricos?
 

Stefan Kocán cantó un adecuado Ferrando que hubiera sido mejor si hubiera cantado en italiano. Digo esto pues no se le entendió una sola palabra. Es claro que para ser un gran cantante de ópera se necesitan más elementos que tener una voz educada y un buen  desempeño actoral; uno de ellos es el dominio de los idiomas.
 

Los cantantes secundarios, Maria Zifchak como Ines, Edward Albert como un viejo gitano, Raúl Melo como Ruiz y David Lowe como el mensajero, tuvieron un buen desempeño.
 

Marco Armiliato es garantía de que no habrá desastres en una función de una ópera, pero también lo es que no se encontrarán delicadezas en la orquesta. De hecho es un firme creyente en detener el curso musical para provocar el aplauso a los cantantes quienes, por supuesto, lo adoran. Su desempeño fue el esperado al fluctuar entre el genio, la corrección y la vulgaridad del Verdi medio. El coro tuvo un muy buen desempeño.
 

Una sólo queja tengo, ¿por qué se oían los yunques como si fueran de cartón al recibir los mazazos durante el coro de los gitanos?

lunes, 5 de octubre de 2015

Otello en el MET. 2 de octubre de 2015.


Tanto Otello, la ópera de Verdi, como Othelo, la tragedia de Shakespeare, son indudablemente parte de la columna vertebral del arte universal. Por ello, es que una nueva producción de la ópera es un evento de gran importancia, especialmente cuando se da en el MET inaugurando la temporada 2015–2016.
 

Lo normal en el MET es empezar una temporada una producción en la que haya estrellas de gran arrastre popular, que garanticen una crítica favorable y un éxito de taquilla importante.
 

Habrá que reconocer que esta vez, Peter Gelb decidió prescindir de sus estrellas. ¿Se imaginan lo que hubiera sido un Iago de Hvorostovsky en su estado de salud actual? Sin embargo, no prescindió de su regista de cabecera, Bartlett Sher, a quien no entiendo por qué se le da la importancia que tuvo un Shenck, por ejemplo.
 

Sher se apegó a la moda de mover la época de la ópera de la era de esplendor veneciano a una gris Chipre del siglo XIX, ¿o Noruega? Es cierto que una obra de arte es universal, pero el lenguaje hablado y musical es propio de un momento, que se hace válido para un lugar y época, pero que no es fácilmente desplazable en tiempo y espacio.
 

Hay pocas óperas que tengan el estremecedor inicio de Otello, en el que se fija textualmente la ubicación temporal y espacial, aunque no faltaría quien se atreviese a mover la acción al día de hoy a Aleppo, por ejemplo, por aquello de “L’orgoglio musulmano sepolto è in mar. Nostra e del ciel è gloria” El uso de una proyección desde atrás del telón y una iluminación muy ilustrativa, diseñadas por Luke Has y Donald Holder, subrayaron lo salvaje que puede ser una tormenta.  Esta escena fue muy bien lograda e iluminó una vela de esperanza de que Sher lograse algo importante en el resto de la noche.
 

Pero no, en la siguiente escena, la única alegre de la ópera, un grupo de noruegas luteranas vestidas en 50 tonos de gris, se encargan de opacar el placer mediterráneo que tiene “Fuoco di gioia!”.
 

La diseñadora de la escenografía, Es Devlin, logró un muy atractivo resultado al usar paneles que semejaban cristales traslúcidos por los que no sólo se mueven los cantantes durante la ópera, sino que sugieren atinadamente el crecimiento de los celos de Otello.
 

El vestuario de Otello es el de un comandante de un ejército del siglo XIX, traje negro con charreteras, y el de los otros personajes masculinos representa oficiales de menor importancia en gris con algunos toques morados. Estoy convencido de la alta calidad de la diseñadora del vestuario, Catherine Zuber, ya que logró unos espectaculares vestidos para Desdemona y aún para Emilia, los de ésta menos elegantes, pero también muy hermosos. Por supuesto Desdemona usa un vestido por acto, blanco en el primer acto, marrón claro en el segundo, rojo flamígero en el tercero y un camisón de dormir y bata de satín en el último.
 

En lo personal no veo razón alguna para haber sustituido la producción de Elijah Moshinsky que era muy bella y eficiente, a menos que el señor gerente prefiera combatir los estados financieros de la compañía con recortes de gasto solamente; es cierto que hay que aventar dinero por la ventana para que regrese multiplicado por la puerta, pero esto es algo que rara vez ha ocurrido en el decenio de la presente administración y que esto se repetirá con esta producción.
 

Antes de pasar a la reseña musical necesito hablar de la raza de Otello, tan publicitada por haber optado por presentar al protagonista como un hombre blanco, tan blanco como un letón. El texto implica muchas veces la oscuridad de la tez del moro de Venecia, incluyendo el reclamo a Desdemona por serle repugnante por su color. En el caso del MET, como en el de muchas casas anglosajonas, la corrección política es dañina pues desnaturaliza el concepto original. En Die Zauberflöte sencillamente se cortan los parlamentos que pueden considerarse ofensivos, en Un ballo in maschera, se evita “dell’immondo sangue de’neri”, recurriendo a la versión sueca, pero manteniendo los nombres italianos. El punto es que Otello es diferente al resto, y no sólo diferente, mejor que muchos, en pocas palabras un meteco entre atenienses, un fuereño sin derecho a la ciudadanía, por lo que el color de su faz, que representa su raza, es uno y que el negarlo sólo hace pensar en discriminación racial.
 

El aspecto musical fue bastante mejor en mi opinión. Aleksandrs Antonenko es uno de los pocos tenores dramáticos que pueden cantar el papel, aunque sus agudos se escuchen un tanto forzados. Su actuación fue, probablemente, la peor de todo el reparto ya que fue palpable que actuaba en todos sus movimientos, especialmente durante sus convulsiones y aún en el beso con Desdemona en el primer acto. La entrada de Otello cantando a todo volumen “Esultate!… l’uragano” es, probablemente, la presentación más impactante de un personaje en cualquier ópera. Antonenko lo hizo bien, simplemente bien. Sus otras intervenciones solistas fueran buenas también, pero nada para escribir a casa.
 

Željko Lučić fue un amenazador Iago tanto vocal como actoralmente. A diferencia de Antonenko su voz es hermosa y capaz de serlo en todo el rango de su particella. Creo que es muy difícil que hoy día haya muchos barítonos que puedan hacer un Iago tan malvado. La forma que cantó “Credo in un Dio crudel che m’ha creato simile a sè!” me provocó escalofríos de emoción y miedo. Y no me hubiera extrañado que pisara en la cara a Otello convulso al exclamar “Ecco il Leone!”.
 

La que triunfó esta noche fue Sonya Yoncheva “al ser” vocal y actoralmente una Desdemona inolvidable. No hubo que esperar mucho para oír esa bellísima y potente voz, que con un fraseo sublime logró calmar al moro para terminar el primer acto con un simple “Otello!” al contestar su “Vien… Venere splende”, y con ese tema musical que inicia su vuelo al ser lanzado por el arco de “un bacio” para terminar trágicamente al final de la muerte de Otello cuando éste retoma “un altro bacio” cerrando el tema. Yoncheva lució en todo momento su voz y su presencia física (en el tercer acto lució esplendorosa en su vestido rojo fuego), pero aún quedaba lo mejor. Su “canción del sauce” fue sencillamente perfecta, no me hubiera molestado que continuara otros diez minutos. La Yoncheva está convencida aquello de que “chi non lega, no canta”, pues su legato fue perfecto. Este fue el único momento en el que quienes estábamos en el auditorio rompiéramos la magia de la música para aplaudir a una gran cantante, era imposible no hacerlo. Sólo quedó el “Ave Maria”, también perfecto para dar paso a la última y más significativa frase de Otello “Niun mi tema” cuando está totalmente derrotado por sí mismo, por su calidad de ser distinto y haber sido destruido pieza por pieza por un veneciano como Iago. Espero volver a asistir muchas veces a actuaciones de Sonya Yoncheva.
 

Dimitri Pittas logró un sobresaliente Cassio, a la vez que Jennifer Johnson Cano embelleció su vestido con una hermosa interpretación de Emilia. Günther Groissböck, vestido como militar de altísima graduación y dándonos una probadita se voz en el pequeño, pero importante, papel de Lodovico, fue uno de aquellos lujos que sólo las grandes casas de ópera se puede dar. En lo personal, “necesito” un Montano imponente que abra la ópera exclamando con claridad y volumen “È l’alato Leon” con la orquesta tocando fortissimo, y Jeff Mattsey lo fue. Chad Shelton y Taylor Duncan cantaron adecuadamente Roderigo y el heraldo de la Serenissima.
 

Yannick Nézet–Séguin dirigió espléndidamente a la igualmente espléndida orquesta del MET. Fue capaz de imprimir el salvajismo de la naturaleza, el desarrollo musical de los celos de Otello, la suavidad y dulzura de Desdemona y la suavidad malvada de Iago, sin desviarse un ápice de la interpretación músico– dramática de esta maravillosa ópera. El coro, dirigido por su titular Donald


Palumbo tuvo una actuación destacada en esta ópera en la que su intervención es fundamental.
 

Mi opinión es que la producción de Sher no plantea un nuevo entendimiento de esta ópera pero que aún con su falta de ideas, incluso algunas equivocadas, regresaría a otra función, siempre que Yoncheva interpretara a Desmona y Lučić a Iago. Me quedo con una pregunta, ¿ya no hay cantantes italianos que aborden estos papeles? Recuerdo a Lucio Gallo como un gran Iago y a Frittoli como una convincente Desdemona. Todos sabemos que Otellos no crecen a la sombra de los árboles, pero ojalá tengamos un grande en el futuro cercano, italiano o no.

jueves, 24 de septiembre de 2015

De Don Juan a Don Giovanni

Hay quien busca el amor de una mujer
para olvidarse de ella, para no pensar más en ella
Borges: Los teólogos

La transformación artística de Don Juan en Don Giovanni

Don Juan es un arquetipo que la humanidad ha buscado ser, o encontrar, desde hace varios siglos. Desde la alta edad media el personaje hizo su entrada en las canciones de trovadores y en las compañías de la commedia dell’arte. Sin embargo, es hasta el siglo de oro español cuando Don Juan inicia su camino para alcanzar una de las cumbres de la creación humana, Il dissoluto punito, ossia il Don Giovanni, de Wolfgang Amadeus Mozart.


Don Juan, Dom Juan y Don Giovanni en el teatro de los siglos XVII y XVIII


Tirso de Molina


Tirso de Molina

Tirso de Molina, seudónimo de Fray Gabriel Téllez (1584?–1648) publicó El burlador de Sevilla y Convidado de piedra en 1630.

En la obra, Don Juan inicia su carrera seduciendo a la Duquesa Isabela en Nápoles ocultando su identidad al vestir como su amante el Duque Octavio. Ella goza lo que Don Juan le hace, pero enfurece al descubrir que no es el Duque, y grita despertando al Rey de Nápoles. Dado que éste no entiende claramente los eventos, y a instancias del embajador de España y tío de Don Juan, Don Pedro Tenorio, ordena que encierren en prisión a la inocente Duquesa. 

Algún tiempo después de los eventos de Nápoles la acción se mueve a Sevilla, donde el Rey Alfonso XI –este personaje nos indica que la trama de la obra se ubica en el segundo cuarto en del siglo XIV– recibe a Don Gonzalo de Ulloa, Comendador General de la Orden de Calatrava, quien regresa exitosamente de Lisboa, y le sugiere –es decir le ordena– casar a su hija Doña Ana con Don Juan, el hijo de Don Diego Tenorio quien es su valido en la corte real. También sabemos que Don Gonzalo había erigido su estatua funeraria ya que contaba con la autorización real para ello.

Las noticias de los sucesos de Nápoles llegan a España por cartas de Don Pedro y del propio Don Juan a Don Diego. El valido da honestamente las noticias a Alfonso XI, quien decide desterrar a Don Juan y casar a Doña Ana con el Duque Octavio.   

Entretanto, Don Juan y Catalinón, su siervo, naufragan al llegar a la costa andaluza. El libertino se dirige a Sevilla no sin antes seducir a la pescadora Tisbea quien lo había rescatado de una muerte segura. Al llegar a la capital andaluza se encuentra con su amigo y compañero de lances amorosos, el Marqués de la Mota, quien está encaprichado con Doña Ana.

Doña Ana, ocultando su identidad y a través de una ventana, da a Don Juan, a quien no conoce, una carta para el Marqués en la que fija hora y lugar para una cita amorosa. Don Juan, bajo la apariencia de su amigo, aprovecha la oportunidad y va a la cita. Ella lo descubre y prorrumpe en gritos llamado la atención de Don Gonzalo. Éste reta a Don Juan a duelo en el que muere. Sabremos durante la conversación final entre ellos, con Don Gonzalo convertido en Convidado de piedra, que Don Juan no tuvo éxito con Doña Ana.

Entre el duelo y la condenación de Don Juan, el libertino seduce a la campesina Aminta justo antes que la Duquesa Isabela regrese a Sevilla para casarse con Don Juan – ¡esto está realmente en Tirso!; la Duquesa enfurece al saber por boca de Aminta lo del asunto con Don Juan y, pese a la presión real, decide no casarse con él y retirarse a un convento. 

Entre tanto, Doña Ana recurre a la reina pidiéndole que la case con el Marqués de la Mota y no con el Duque Octavio; cuando los eventos se conocen, el Rey acepta la petición de Octavio en contra de los deseos de Ana. No sabemos nada más del futuro de esta pareja.

Al final, Don Juan y Don Gonzalo cenan en la cripta de la iglesia en la que se encuentra el sepulcro del Comendador. Éste mata al libertino y ambos desaparecen por la tumba haciendo un gran ruido. Entran finalmente todos los personajes restantes quienes conocen de los hechos por boca del aterrado Catalinón.

Esta comedia de Tirso es típica del siglo de oro español, por su alejamiento de la regla aristotélica de unidad de acción, lugar y tiempo; característica que fue modelo de la literatura teatral del Romanticismo por su rechazo al clasicismo.

Molière



Molière

Don Juan llega a Francia vía la commedia dell’arte y por traducciones de la obra de Tirso. Con estos antecedentes, Jean-Baptiste Poquelin, mejor conocido como Molière (1622–1673), estrenó su comedia en prosa Dom Juan ou le Festin de Pierre el 15 de febrero de 1665. Esta obra suscitó una enorme polémica ya que los católicos devotos se levantaron contra su autor. Escrita inmediatamente después del Tartuffe ou l'Imposteur. Dom Juan apareció a los ojos de algunos hombres y mujeres religiosos de su época como una apología del libertinaje. La obra sufrió desde su segunda representación un ataque en toda regla. La obra se publicó censurada varias veces desde 1682. Hubo que esperar hasta el 15 de enero de 1847 para poder ver una representación de la versión original en la Comédie-Française.


Frontispicio de la edición de 1682

Molière ubica la escena en Sicilia e inventa un nuevo personaje, Elvira, quien reúne en sí las características de Isabela y Tisbea de Tirso. La comedia inicia seis meses después  de la muerte del Comendador y Dom Juan ha sido perdonado por su crimen. Antes del inicio de la comedia, Elvira es seducida, obligada a renunciar a un convento, desposada y abandonada de inmediato por Dom Juan. Al inicio de la obra, los hermanos de Elvira persiguen a quien deshonró a su hermana. Dom Juan trata de seducir, infructuosamente, como sucederá en Don Giovanni, a las aldeanas Charlotte y Mathurine, a las que trata de convencer diciendo a ambas que la otra está loca. También hay una escena que permanecerá hasta Mozart: la golpiza que Dom Juan propina a Pierrot el enamorado de Charlotte.   

Como muchos autores y actores que le precedieron, Molière reservó para sí la parte de Sgnarelle, el criado de Don Juan, a quien está unido por miedo y temor. También menciona en un monólogo algo que puede pensarse es un antecedente directo del catálogo de Leporello: “dame, demoiselle, borgeoise, paysanne, il ne trouve rien de trop chaude ni de trop froid pour lui; et si je disais le nom de toutes celles qu’il a épousées en divers lieux, ce serait un chapitre à durer jusques au soir…” Algunos críticos han hecho notar que la parte de Sgnarelle es más extensa que la del protagonista, lo que se entiende cuando el autor fue el actor; su temor supersticioso y el cinismo con el que, durante la condenación de Dom Juan, sólo se le ocurre exclamar “Mes gages! mes gages!” (¡Mi sueldo, mi sueldo!”), aunado al libertinaje del protagonista, “fundamentaron” la censura.   

En mi opinión el lenguaje dramático de Molière es el más cercano al de Da Ponte


Goldoni


Carlo Goldoni

Carlo Goldoni (1707–1793) publicó su obra Don Giovanni Tenorio, o sia il dissoluto en 1736.

El autor quiso dar más verosimilitud al argumento en su obra omitiendo el aspecto sobrenatural del regreso del Comendador; también quiso eliminar los aspectos cómicos de las obras de Tirso y Molière, pues algunas compañías de la commedia dell’arte los habían hecho grotescos. Para ello eliminó al siervo de Don Giovanni; no obstante, incluyó dos caracteres cómicos, Elisa y Carino, claros antecedentes de Zerlina y Masetto. 

En la pieza de Goldoni, Donna Anna recibe con tristeza el anuncio de que el Rey de Castilla intenta casarla con su nieto, el Duque Ottavio, a quien odia; por un instante ella se había ilusionado creyendo que el Rey mismo deseaba casarse con ella.

El anuncio tampoco le cae en gracia a Ottavio, de quien ella insinúa tiene un amante en la Corte, Isabella, que a su vez busca a Don Giovanni quien la rechazó –vemos también, un patrón respecto a la existencia de una mujer apasionada y desesperada. Todos empiezan a dudar de la integridad de Don Giovanni quien les dice que Isabella está loca.

En el acto IV, Goldoni se aleja notablemente de las versiones anteriores. El Comendador invita al libertino a cenar en Nápoles en compañía de Donna Anna. Al terminar la cena, se anuncia que un ministro del Rey quiere hablar con el Comendador, quien sale del salón. Al quedar solos, ella dice a Don Giovanni que se siente intrigada por las miradas que le dedicaba durante la cena. Él contesta acosándola violentamente, pero ella lo rechaza orgullosamente: tampoco aquí Don Giovanni es exitoso con la rencorosa y orgullosa aristócrata. Ante el ruido el Comendador interviene y muere en duelo con Tenorio. El ministro asigna al Duque Ottavio la misión de arrestar a Don Giovanni, pero no lo puede hacer pues el seductor se refugia en una iglesia.

Isabella llega para tratar de impedir que Don Giovanni escape pues el ministro del Rey amenaza con arrestarlo aun sin tener poder para hacerlo. En otro intento inútil de salvar el pellejo, Don Giovanni ofrece casarse con Donna Anna quien guarda luto por su padre. El seductor muere de hambre, solitario y enfurecido en su refugio sagrado y su muerte abre el camino para el matrimonio de Isabella con Ottavio. Donna Anna lidera a los perseguidores que encuentran muerto a Don Giovanni, terminando sola, con rencor y con una sed de venganza insatisfecha.


Don Giovanni en la ópera en el siglo XVII


El 17 de febrero de 1669, bajo la égida de la Reina Cristina de Suecia, se estrenó L’empio punito de Alessandro Melani con libreto de Pippo Acciaiuoli basado en la obra de Tirso de Molina, en el Teatro di Palazzo Colonna de Roma.


Palazzo Colonna

El seductor Acrimante (Don Juan) se ha fijado en Ipomene (Doña Ana), compañera de Cloridoro (Don Octavio), y Bibi, criado de Acrimante, pone sus ojos en Delfa, aya de Ipomene. Atrace, soberano y padre de Ipomene, condena a muerte a Acrimante porque entra una noche encubierto  en sus habitaciones. En realidad no fue él, sino Bibi en busca de Delfa. Atamira (Elvira), mujer seducida y abandonada por Acrimante, quiere salvarlo ofreciendo al rey sacrificarse por el hombre del que sigue enamorada, y en vez del veneno le suministra un somnífero. Esto da pie a un episodio en que Acrimante sueña que está muerto y en el infierno, y piensa seducir a Proserpina. Al recuperar sus fuerzas, Acrimante se encuentra con Ipomene, pero los descubre el criado Tidemo y Acrimante lo mata. Un burlón Acrimante invita a la estatua fúnebre de Tidemo a cenar y a su vez acepta la invitación recíproca del marmóreo Tidemo. En el final feliz, Cloridoro se arrepiente de haber dudado de Ipomene, Bibi y Delfa se abrazan y Atamira, muerto Acrimante, acepta la mano de Atrace. La acción se desarrolla en Macedonia y los papeles de Acrimante y Clorindoro se asignaron a castrati.

Dudo que Mozart y Da Ponte tuviesen conocimiento de esta obra, pero es interesante saber que el tema fue tratado en una ópera más de cien años antes de Don Giovanni.


Don Giovanni en la ópera fuera de Italia en el siglo XVIII


La pravitá catigata de Eustachio Bambini y libreto de Angelo Mingotti se estrenó en Brünn (Brno) en 1734, Llegó a París para una serie de representaciones en 1752, prendiendo la chispa de la llamada Querelle des Buffons. Aunque la música no sobrevive, sabemos que el libreto es una derivación simplificada de la obra de Tirso con excursiones al tratamiento dado por la commedia dell’arte. Don Giovanni se introduce en los aposentos de Donna Beatrice donde, al ser descubierto, culpa al Ducca Ottavio; inmediatamente trata de tomar a Beatrice y mata en duelo a su padre. Después de una doble invitación a cenar, Don Giovanni desaparece en un torbellino. Las dos mujeres se casan al final, Beatrice con Don Garzia, personaje sin antecedente y sucesor,e Isabella, personaje similar al de Tirso, con Ottavio.

Vincenzo Righini (1756–1812) presentó en Praga en 1771 y 1772 Il convitato de pietra, o sia il disolutto, con libreto de Nunziato Porta. La ópera se presentó en Viena en 1777 y en Esterháza –con adiciones de Haydn– en 1781 y 1782. El libreto deriva claramente de Tirso, Goldoni y la commedia dell’arte. El Rey de Castilla Don Alfonso anuncia al Commendatore de Loioa (sic) que como recompensa por sus servicios quiere erigirle una estatua y casar a su hija, Donna Anna con Don Ottavio, a quien ella detesta. En otra secuencia, ya tradicional, Don Giovanni entra a la casa de Anna, ésta se resiste y entra el Commendatore quien muere en el duelo. Anna obtiene de la corte la promesa de que el matador de su padre sea castigado. Por cierto, Ottavio desaparece después de ser mencionado al arreglar el matrimonio. Conocemos el final. Es plausible que Mozart y Da Ponte conocieran esta obra.



Vincenzo Righini

 Joachim Albertini presentó en Varsovia la ópera Don Juan albo Ukarany libertyn (Don Giovanni ossia il dissoluto) en 1783. Sólo sabemos que el tema de la ópera es el de Don Juan.


Don Giovanni en el ballet y la opera buffa en el siglo XVIII


Gasparo Angiolini (1731–1803), coreógrafo y bailarín italiano, escribió el argumento para el ballet–pantomima Don Juan ou le Festin de Pierre estrenado el 17 de octubre de 1761 en Viena con música de Christoph Willibald Gluck (1714–1787). Esta obra era muy bien conocida por Mozart. De hecho, Wolfgang usó el fandango del acto II del ballet en el Final del acto III de Le nozze di Figaro (1786); Gluck recicló el último movimiento como la Danza de las Furias en Orphée et Eurydice (1774)


Gasparo Angiolini


Christoph Willebald Gluck

Don Juan da una serenata a su amante Elvira, la hija del Comendador –que concuerda con la Ana de Tirso y Goldoni. Sin violencia o engaño, ella lo invita a su casa, donde el Comendador los sorprende y muere en el subsecuente duelo con Don Juan, quien baja espectacularmente a los infiernos, lo que impresionó mucho al público, dada la forma en que música, coreografía y argumento lo mostraron. 

Giuseppe Calegari (1750–1812) compuso el primer Convitato di pietra italiano del siglo XVIII. Se estrenó en el Teatro San Casiano de Venecia en 1777. Como curiosidad, los tres roles femeninos: Donna Anna, Donna Isabella y la pescadora Rosalba, fueron cantadas por la misma cantante, la prima buffa Geltrude Flavis; es “razonable” deducir que no hubo duetos ni tríos femeninos. Don Giovanni está listado como primo buffo di mezzo carattere y Pallarino, su sirviente, como buffo caricato. Da Ponte quien también era un libertino disoluto fue expulsado de Venecia en 1779, por lo que probablemente conocía la obra. 

Giacomo Tritto (1733–1824) puso música a la farsa en un acto (bastante largo) de Giambattista Lorenzi (1721–1807), Il convitato di pietra, que se estrenó en el Teatro dei Fiorentini de Nápoles durante la temporada de carnaval de 1783. Lorenzi es más conocido por su libreto para la ópera de Paisiello Nina, o sia La  pazza per amore (1789).

El texto alterna el italiano y el dialecto napolitano. El personaje femenino principal, Lesbina, es una campesina prometida a Pulcinella (quien por supuesto habla en dialecto). La prima buffa toscana Celeste Coltellini (1760–1829) cantó Lesbina. Este hecho no es trivial ya que Mozart la conocía muy bien pues formaba parte de la compañía italiana del Hoftheater, es más, compuso para ella la parte de soprano en el cuarteto “Dite almeno” K.479 y en el trío “Mandina amabile” K.480, a interpolarse en La villanella rapita (1785) de Francesco Bianchi. Cantó el papel de Nina en La pazza per amore (1789). También cantó en Prima la musica, poi le parole de Antonio Salieri que se estrenó en conjunción con Der Schauspieldirektor K.486 el 7 de febrero de 1786. Su  padre, Marco Coltellini (1719?–1799) fue el libretista de La finta semplice (1769) por lo que la relación con los Coltellini hace altamente probable el que Mozart y Da Ponte hubiesen conocido la obra.

La obra contiene los principales ingredientes del cuento, Don Giovanni sustituye a Ottavio en su cita secreta con Anna seguida de la muerte del Comendador; las acusaciones de Anna e Isabella hacen que un ministro del Rey lo encuentre culpable y, finalmente sucede la horrible muerte del libertino.

La farsa inicia cuando Don Giovanni canta una serenata a Chiarella, doncella de Anna, vistiendo la capa y el sombrero de Don Ottavio, quien se encuentra en  una reunión secreta con la no tan virginal aristócrata. Chiarella reconoce a Don Giovanni y promete bajar por la ventana para abrirle la puerta. Por cierto, Ottavio nunca aparece en escena. De repente se oye la voz del Comendador, por lo que Don Giovanni salta por la ventana. El viejo entra abruptamente al escenario y muere después del duelo. La música es un recitativo accompagnato desde que se oye la voz del Comendador. Anna canta un aria expresando su dolor y arrepentimiento,

En la escena ix, Anna llega con su doncella a la casa del ministro del Rey exigiendo que se haga justicia con el hombre que mató a su padre; antes de eso, Isabella acusó al libertino de abandonarla después de haberla seducido. Don Giovanni llega al final y, con protestas vagas, trata de escapar de la justicia. Todo esto en un quinteto que anuncia en cierta medida el final del primer acto de Don Giovanni – “Trema, trema, o scellerato!” – aunque el color sea muy diferente pues tanto el ministro como Don Giovanni son tenores. 

Después del aria principal de Lesbina, la escena termina con Anna pidiendo venganza  y antes del final usual, Don Giovanni es juzgado en presencia de Anna, Lesbina e Isabella, con quien se había casado previamente al juicio.


El antecedente inmediato


El 5 de febrero de 1787 se estrenó en el Teatro San Moisè de Venecia Don Giovanni o sia Il convitato di pietra, de Giuseppe Gazzaniga (1743–1818) y libreto de Giovanni Bertati (1735–1815), el principal rival de Da Ponte en la corte imperial y al que conocemos, principalmente por escribir el libreto de Il matrimonio segreto de Domenico Cimarosa (1792).


Giuseppe Gazzaniga

La primera escena se parece a la introducción de Don Giovanni, o más bien dicho, la introducción de ésta se parece a la primera escena de Convitato di pietra. El siervo de Don Giovanni (tenor), de nombre Pasquariello (bajo), al caminar en un jardín oscuro refunfuñando, “Invaghito di Donna Anna, là du furto si è introdotto”. Se esconde al oír un ruido, es Don Giovanni seguido por Donna Anna (soprano), que quiere descubrir su identidad. Anna se retira a la llegada del Commendatore (bajo). Sigue el duelo, en el que el viejo es herido. Don Giovanni y Pasquariello salen.

Anna y Ottavio (tenor) salen de la casa seguidos por sirvientes con antorchas; ella se desmaya al ver el cuerpo. Al recuperarse, cuenta a su prometido –en este caso no la fuerzan a casarse con él– haber sido sorprendida en sus aposentos por un desconocido que quiso tomar ventaja de ella – no de violarla, ya que ella estaba más interesada en pasar un buen rato con Ottavio si creemos lo que Don Giovanni dijo en su segundo verso de la escena: “Se fossi il Duca Ottavio nemmeno parlareste”. Esta obra merece estudiarse con mayor profundidad por quien esté seriamente interesado en Don Giovanni.

Es sabido que Da Ponte tenía en su biblioteca las obras de Tirso, Molière, Goldoni y Bertati.

Por supuesto este análisis del camino del libertino no es exhaustivo pero, en mi opinión, es lo suficientemente amplio como para darnos una idea de los antecedentes la ópera de Mozart y Da Ponte.


La vereda acaba, casi…


Después de seguir los antecedentes literarios y operísticos de Don Giovanni, les pido su indulgencia para que les presente lo que creo son las características de los personajes de la ópera.

Los dos más sencillos de describir son el antihéroe y su contrincante, es decir, Don Giovanni y el Comendador, pues aparecen con características similares en todas las fuentes.

Don Giovanni es un hombre joven, amoral que no inmoral ya que ignora cualquier convención social, por lo que continuamente transgrede las “buenas costumbres”, es decir, las “mores”. Es un caballero de nacimiento noble quien, aunque es valiente,  abusa no sólo cuando seduce a cuanta mujer se le antoje, sino también al imponer su posición social con sus sirvientes o con aquellos de condición inferior en la escala social.

El Comendador es definitivamente el contrincante del libertino. Hay una razón muy importante para ello, es el único personaje que muere por su mano. Por otra parte, es quien regresa a cobrar las deudas; musicalmente nos lo deja saber desde la obertura –compuesta por Mozart habiendo finalizado la ópera– que inicia con un acorde en re menor que no es sino un estallido de terror puro; ese mismo acorde reaparecerá al inicio del encuentro final.

Hay quien encuentra absurdo que en la noche posterior al duelo en el que el Comendador muere, se encuentre su estatua en el cementerio. Sin embargo, sabemos por Tirso que esto está justificado pues Don Gonzalo de Ulloa había sido autorizado a erigir tal monumento, como reconocimiento a sus servicios al rey, lo que Molière confirma.

Otro personaje que aparece en casi todas las fuentes es el sirviente de Don Giovanni, aunque cada vez caracterizado en forma diferente. A quien más se parece Leporello es al Sgnarelle de Molière; es arribista, algo cobarde, supersticioso, astuto y algo avaro. Incluso el catálogo de Leporello es muy parecido al que recita Sgnarelle, que encuadra perfectamente en la convención bufa del aria de catálogo.

En estos tres personajes aparecen los tres mundos en los que se desarrollará la obra: el Comendador pertenece a la opera seria, Leporello a la opera buffa y Don Giovanni es un típico personaje de mezzo carattere, es decir que nadará continuamente entre ambas aguas, principalmente buffo hasta antes de la confrontación con el Comendador.

Zerlina y Masseto reúnen las características de la mayoría de los personajes de las clases inferiores revisados en las fuentes. Ella es atractiva y coqueta y tiene rasgos de Aminta, Charlotte, Mathurine, (¡Maturina en Bertati!) y aún de Elisa de Goldoni. Él es simplón, enamorado de su novia y no fácil de someter. Aparece en todas las fuentes. Con Leporello, forman el “equipo” de la opera buffa.

Salvo en Molière donde no existe el personaje, Octavio aparece con las mismas características en todos los antecedentes, hombre noble, educado, afecto a la expedición formal de la justicia, aburrido, muy moral, e incapaz de encender una pasión. Sería lo que los ingleses llaman un SIT (safe in taxi) según palabras de William Mann. Es del equipo de la opera seria.

Con Ana y Elvira las cosas se complican, lo que es normal tratando de entender a las mujeres. 

Ana aparece en todas las obras con excepción de la de Molière y su intervención en Bertati es extremadamente corta. En ella se mezclan las personalidades de todas las Anas y la Isabel de Tirso. Su moral no es precisamente la que se suponía tenían las jóvenes que estudiaban en el Sagrado Corazón en los 1960s; es una mujer capaz de odiar y tener sed de venganza al extremo.

Este es un buen momento para hacer una digresión musical sobre Donna Anna, especialmente sobre “Non mi dir”. Durante toda la ópera Mozart asocia a Anna con el oboe, que puede interpretarse como odio y venganza, en tanto que usa el dulce clarinete para Elvira. Berlioz enfureció al oír el aria, en particular la cabaletta, de la que dijo era indigna de Mozart y de los momentos anteriores de Anna, los que calificó como sublimes. Además, existen fuertes dudas sobre el aria de alguien como Hemann Abert, quien escribe: “Esta escena [II-xii que incluye ‘Non mi dir, bell’idol mio’] parece sospechosamente insertada en Praga para dar a la soprano un aria final, después de que la ópera estaba esencialmente lista. Lo mismo sucede en el final [compases 711–739, larghetto ‘Or che tutti, o mio tesoro’], que Mozart ciertamente cortó en su autógrafo de Viena, lo que contradice la presencia de Don Ottavio en la escena previa [xii]”. En adición a las dudas de Abert y las opiniones de Berlioz. Mozart decidió prestar el dulce clarinete a Ana, lo que no es coherente con su personalidad. He de decir que coincido con Berlioz y Abert, pues detesto la escena II-xii y los casi 30 compases mencionados del final. Ambos casos no agregan dramatúrgicamente un ápice a la ópera y, como menciona Abert, la única función del aria fue agradar a Teresa Saporiti, la primera Anna, quien seguramente era muy apetecible como lo da a entender el juego de palabras que dice Don Giovanni en la escena de la cena final, “Ah, che piatto saporito!”. Por supuesto, Donna Anna juega con el equipo de la opera seria.

Resta Donna Elvira, quien es una mujer que ama apasionadamente a Don Giovanni, pero que es irremediablemente una perdedora, Ella es el personaje femenino principal en Molière y aparece en Bertati. Para seducirla, Don Giovanni se casa con ella, aunque deserte de ella al día siguiente; se entrometerá en sus nuevas conquistas, lo exhibirá con los de su clase y lo importunará constantemente; sin embargo, aún en el último momento le pide que regrese a ella. Con Don Giovanni, conforma el tipo operístico mezzo carattere propio de la opera buffa del siglo XVIII en Viena.

Como se habrá podido notar, Mozart desarrolla en esta obra los tres temas que fueron fundamentales en sus siete últimas óperas y en su vida: la interacción entre clases sociales, el erotismo, como amor y lujuria, y el perdón, en esta ocasión ofrecido pero rechazado. Como en Tirso, esta es la razón fundamental de la condenación, la negación de la vida.


La composición de Don Giovanni y su estreno



Le nozze di Figaro se presentó exitosamente en noviembre o en los primeros días de diciembre de 1786 en Praga; el Prager Oberpostamtszeitung publicó el 12 de diciembre “Ninguna pieza ha causado tal sensación como la ópera italiana Die Hochzeit des Figaro (sic), que se ha presentado varias veces, con aplauso ilimitado, por la compañía de virtuosos de Bondini… ”  Praga siempre recibió a Mozart mejor que Viena. El éxito de Figaro motivó al empresario Pasquale Bondini a invitar a Mozart a viajar a Praga para homenajearlo y, probablemente, dirigir algunas representaciones.

Mozart escribió el 15 de enero de 1787 a su amigo Gottfried von Jacquin:

 “ … llegamos el 11 a mediodía… a las 6 fuimos al llamado baile Breitfeld donde se reúne la crème de la crème de la beldades de Praga… no obstante vi con gran placer como todo mundo bailaba con deleite con la música de mi Figaro, que se ha arreglado como contradanzas y danzas alemanas; porque aquí no se hablas de nada con excepción de Figaro; ninguna ópera se ha visto tanto como Figaro; una y otra vez es Figaro; es un gran honor para mí… haré mi concierto el próximo viernes 19 en el teatro…” Ese día dirigió la sinfonía en Re mayor K.504 “Praga”, que había compuesto en Viena en diciembre de 1786.

Después del éxito de Le nozze di Figaro, Mozart dejó Praga el 8 de febrero con la comisión de componer una nueva ópera para octubre de ese año, que sería el palto principal de las celebraciones de la boda de la Archiduquesa Maria Theresia, sobrina del emperador, con el Príncipe Anton Clemens de Sajonia.

Hoy en día no hay duda que Bondini dio el tema de la ópera a Mozart: Don Giovanni. En el imperio Habsburgo era costumbre que los libretos se imprimieran después de haber sido aprobados por el censor, impresión que circulaba entre todas las ciudades pertenecientes al imperio, tales como Venecia y Praga; según la opinión reciente de los académicos, Bondini proporcionó a Mozart el libreto de Bertati para Don Giovanni o sia Il convitato di pietra de Gazzaniga estrenada en Venecia tres días antes de la partida de Mozart a Viena.

Mozart eligió a Lorenzo Da Ponte para escribir el libreto de Don Giovanni. Aunque Da Ponte presume en sus Memorie, que él fue quien sugirió el tema a Mozart, escribía dos libretos para compositores importantes a presentarse en el Hoftheater de Viena: la adaptación del libreto de Beaumarchais para Tarare a usarse en Axur, rè d’Ormus (1788) de Antonio Salieri y L’arbore di Diana de (1787) para Vicente Martín y Soler, siendo este libreto, en opinión de los entendidos, su obra más valiosa. Da Ponte afirma que dijo al emperador cuando este dudó del resultado la composición simultánea de tres libretos: “Escribiré en las noches para Mozart, imaginando que leo a Dante, en las mañanas para Martín como si estudiase a Petrarca y las tardes serán para Salieri. ¡Él es mi Tasso!”


Lorenzo Da Ponte

La muerte de Leopold Mozart el 28 de mayo fue el hecho más importante en la vida de Mozart durante el período entre el regreso a Viena y la vuelta a Praga, No falta quien haya hecho, siga haciendo o lo haga en el futuro, lecturas psicoanalíticas que relacionen la muerte de Leopold con Don Giovanni.

Ciertamente el hecho afectó a Mozart aunque menos que la caída de posición económica y social a partir de Figaro. En mi opinión, esa obra enfrentó a la aristocracia vienesa con Mozart, lo que se prueba en la disminución considerable de ingresos por clases o conciertos. Esto tuvo un inmenso impacto en su producción musical de 1787, año en el que compuso los grandiosos quintetos para cuerdas en Do mayor K.515 y en sol menor K.516, y su obra más conocida y notoriamente alegre Eine kleine Nachtmusik K.525.

Mozart compuso una buena parte de la ópera en Viena, pues conocía bien a los cantantes que habían cantado Figaro en Praga. El barítono Luigi Bassi quien cantó Almaviva, fue Don Giovanni; Felice Ponziani, Figaro, fue Leporello –por lo que es muy natural que exclamase “Questa poi la conosco pur troppo!” al escuchar la cita a “Non più andrai farfallone amoroso”; Teresa Saporiti, la creadora de Donna Anna había cantado a la Condesa, Caterina Bondini, esposa del empresario y favorita de Praga, había sido Susanna y creó el papel de Zerlina.

Antonio Baglioni, quien cantó el epónimo en la ópera de Gazzaniga,  fuel el primer Don Ottavio, y tres años después el primer Tito; Giuseppe Lolli creó los papeles de Masetto e Il Commendatore. De Caterina Micelli sólo sabemos que fue la primera Donna Elvira.

Mozart y Constanze llegaron a Praga el 4 de octubre, primero a una posada y después fueron invitados a alojarse en la Villa Bertramka, residencia campestre de la cantante Josefína Dušková, amiga de Wolfgang desde que se conocieron en Salzburgo  en 1777. Durante su estancia en la villa,  Mozart compuso para ella "Bella mia fiamma, addio" K. 528, obra a la que dio entrada en su catálogo el 5 de noviembre de 1787. Beethoven compuso el aria de concierto “Ah! perfido” Op. 65 en 1796, para que la cantase la Dušková. .

Estando en Praga, Mozart complació a Bassi al escribir la serenata “Deh, vieni  a la finestra” que Don Giovanni da a la camarera de Donna Elvira, así como detalles relevantes al coro de siervos en el final del primer acto.

Una leyenda cuenta que compuso la obertura, al último como siempre lo hizo en sus óperas, la noche anterior al estreno ayudado por Constanze quien le contaba narraciones de Las mil y una noches para que no se durmiera.


Manuscrito de la obertura

De ser cierta esta leyenda, los músicos hubieran tenido sus particelle húmedas al atacar el inicio de la obertura que es un estallido de terror puro. Este inicio de la obertura ha de haber impresionado enormemente a los praguenses que habían oído el final de Figaro nueve meses antes. Entonces gozaron de felicidad absoluta, ahora se sintió el infierno.

Lo complejo de la partitura y la poca disponibilidad de los cantantes y músicos para ensayos, ya que interpretaban una ópera cada dos días, hizo que el estreno se pospusiese del 14 al 24 de octubre, interpretando Figaro en las fiestas de esponsales. Una de las cantantes enfermó lo que motivó que se pospusiese de nuevo el estreno, lo cual cayó muy bien a Mozart pues así obtuvo más tiempo para ensayos.

Da Ponte había llegado el 11 de octubre acompañado por su amigo veneciano, Giacomo Casanova, quien vivía en Dux que hoy es un suburbio de Praga. A cualquier escritor de cuentos, novelas o scripts de cine le fascinaría que el hecho de haber encontrado un borrador del sexteto “Sola, sola, in buio loco” en la biblioteca del Don Juan más famoso de la historia, implicase que hubiese puesto su pluma en el libreto de Don Giovanni. Lo cierto es que esto último no es más que una conjetura o, en el mejor de los casos, la materia prima para una obra de ficción con visos de realidad. Da Ponte tuvo que regresar a Viena con la pareja imperial por lo que no asistió al estreno, pero es altamente probable que Casanova haya sido parte de la audiencia la noche del lunes 29 de octubre de 1787, cuando se estrenó Don Giovanni K.527 bajo la dirección del propio Mozart desde el teclado.



Poster de la premier de Don Giovanni

La orquesta del teatro, aunque  muy rica en calidad, sus maderas eran famosas en toda Europa, era muy pobre en cantidad. Las fuerzas de la orquesta para el estreno fueron 8 violines, 2 violas, 1 violonchelo, 2 contrabajos, pares de flautas, oboes, clarinetes, fagotes, cornos y trompetas, timbales y mandolina. Sólo 27 instrumentos más el teclado y tres trombones que se usan exclusivamente en el final del segundo acto. En el final del primer acto hay tres orquestas, una con oboes, cornos y cuerdas, y otra de 2 violines y contrabajo; durante la cena del final se requiere de pares de oboes, clarinetes, fagotes y cornos y violonchelo. Es claro que Mozart tuvo en cuenta las fuerzas instrumentales en lo relacionado al balance musical dentro de la orquesta y en la relación a los cantantes. Todo director que se precie de serlo debe estudiar a fondo la partitura con esto en mente. En cuanto a las orquestas en el escenario, no conozco información de cómo se resolvió el problema, seguramente con músicos adicionales.


Estates Theater

Mozart introdujo la obra en su catálogo un día antes del estreno: “28 de octubre. En Praga. Il dissoluto punito, o, il Don Giovanni, opera buffa en dos actos”

Los libretos de Le nozze di Figaro, Don Giovanni y Così fan tutte Mozart y Da Ponte se catalogan como dramma giocoso, lo que en italiano significa "ópera bufa del siglo XVIII", nada más y nada menos. En el lenguaje musical de Mozart, son opera buffa.

La ópera fue un enorme éxito. Uno de los periódicos locales escribió “Connoisseurs y músicos dicen que Praga nunca había oído algo similar. Herr Mozard (sic) dirigió en persona; cuando entró a su puesto fue recibido con un triple ¡hurra!, lo que también sucedió cuando salió”. En carta a su amigo von Jacquin, menciona que la cuarta función, en su beneficio, se interpretó a teatro lleno el 3 de noviembre.


Don Giovanni en Viena


El Emperador José II supo del triunfo de Mozart en Praga, por lo que al regreso a Viena le concedió el título de Kammermusikus en sustitución de Gluck, que había muerto el 15 de noviembre, aunque con menos de la mitad del sueldo y obligaciones, limitadas a componer música de danza para las fiestas oficiales. Más importante que lo anterior fue la orden de producir Don Giovanni en la capital imperial.

Aunque José II tuvo que abandonar Viena en febrero para ir al campo de batalla durante la llamada Segunda Guerra Turca, Don Giovanni se estrenó en el Hoftheater el 7de mayo de 1788. Mozart conocía casi a la totalidad de los cantantes, con dos excepciones, el barítono que cantó Don Giovanni y el tenor que hizo Don Ottavio.

Francesco Albertarelli, el Don Giovanni vienés había debutado el 4 de abril de 1788 cantando en el Axur, rè d’Ormus de Salieri. De hecho, Mozart compuso el aria “Un bacio di mano” K.541 para interpolara en Le gelosie fortunate de Pasquale Anfossi.

Mozart y Da Ponte hicieron, al menos, tres cambios importantes a la partitura y texto por razones diferentes.

Un cambió se debió a la incapacidad vocal del Don Ottavio, asignado al recién llegado Francesco Morella quien no pudo negociar la coloratura de “Il mio tesoro”, por lo que Mozart compuso un nuevo número, el aria “Dalla sua pace” K.540a ubicada en el primer acto después de la gran aria de Anna “Or sai chi l’onore”.

Otro cambio fue la eliminación del aria de Leporello del segundo acto “Ah, pietà, signori miei!” y su sustitución por un dueto cómico entre Zerlina y Leporello “Per queste tue manine” K.540b, para así complacer el gusto ramplón de los vieneses en opinión de Mozart.



Dueto “Per queste tue manine” con Luca Pisaroni y Anna Virovlansky

El último cambio documentado es la adición del recitativo acompañado y aria “In quali eccessi… Mi tradì quell’alma ingrata” K.540c para Donna Elvira en el segundo acto. El motivo del cambio fue el cumplimentar una petición de Catarina Cavalieri. Esto no era una situación extraña en el siglo XVIII, de hecho fue costumbre hasta bien entrado el XIX, incluso sin el conocimiento de los compositores, ya que los cantantes cantaban algunas de las “arias de baúl”, en las que sus voces brillaban más, por lo menos eso creían. Aún hoy, hay óperas donde se cambian arbitrariamente las arias, siendo el caso más notable el de la sustitución de “Contro un cor” de Rosina en Il barbiere di Siviglia. 

Por supuesto, todos estos cambios implicaron modificar los recitativos para conectarlos al transcurso de la ópera.

Otro posible cambio pudo haber sido la eliminación del sexteto final. Sin embargo no existe una evidencia clara de este hecho, lo que también ha dado pie a una gran controversia. En mi opinión este número es absolutamente necesario, especialmente si se corta el dueto entre Donna Anna y Don Ottavio (compases 711 a 739), ya que este sexteto permite a los personajes retomar su vida normal después de los momentos de alta tensión vividos al estar bajo la influencia de Don Giovanni.

Hoy día es normal interpretar una versión que nunca fue pensada por Mozart. La más común es un híbrido que incluye las dos arias de Don Ottavio y el aria de Donna Elvira, pero no el dueto de Zerlina y Leporello. Las versiones de Praga y Viena, ésta sin el sexteto, se presentan frecuentemente en festivales. En todo caso, Don Giovanni siempre será la ópera que funde seducción y terror en el maravilloso crisol de la opera buffa.

Los tres temas que preocuparon a Mozart durante toda su vida, erotismo, conflicto entre clases sociales y perdón, fueron los principales motores de sus siete óperas de madurez. Estos temas se hacen más claros, textual y musicalmente en sus tres colaboraciones con Da Ponte. Obras que nos mueven las neuronas tanto por el placer causado por la música como por atestiguar el  desarrollo psicológico de sus personajes, musical y textualmente, tan reales como quienes las vemos y escuchamos. En Don Giovanni, estos temas se someten a situaciones límite como el amor de Donna Elvira por el libertino, la seducción infructuosa de Don Giovanni durante toda la ópera, aunque Zerlina sí seduce, el conflicto de clases sociales entre miembros de la nobleza, campesinos y Leporello, así como el otorgar perdón que Don Giovanni rechaza, lo que causa su condenación al negarse a vivir.

Sé que esto no es el fin del camino, sino el principio de una gran aventura que es Il dissoluto punito, ossia Il Don Giovanni. Está en ustedes correr esta aventura, aunque les advierto que pueden ser seducidos y aterrorizados.


 Grabado de Mozart por Doris Stock


 © Luis Gutiérrez Ruvalcaba