lunes, 30 de junio de 2014

Gluck y la reforma de la ópera


El 2 de julio de 1714, es decir hace 300 años, nació Christoph Willibald Gluck. Hoy se le reconoce como el compositor que reformó la opera seria italiana.  

 

Gluck, como todo músico que se respetara en el siglo XVIII, viajó a Italia donde estudió con Giovanni Battista Sammartini. Ahí estrenó sus primeras óperas con libretos de Metastasio, Demofoonte (1743) en Milán e Ipermnestra (1744) en Venecia. Fue a probar suerte a Londres donde produjo dos óperas. Años después diría a Burney cuánto había admirado a Handel –su estilo era el de una adulador porque años después en París decía lo mismo de Lully. Por insistencia de su esposa, Gluck se instaló en Viena donde rápidamente se hizo favorito de la familia imperial, habiendo sido maestro de música de varios de los hijos de María Teresa, incluida Marie Antoinette, quien sería una de sus principales promotoras durante su estancia parisina en la década de los 1770’s. 

Entre 1748 y 1756 se convirtió en el compositor Metastasiano par excellence en Viena, donde compuso varias óperas con libretos del poeta cesáreo: La Semiramide riconosciuta (1748), Ezio (1750), La clemenza di Tito (1752), Le Cinesi (1754), La Danza (1755), Antigono (1756) e Il rè pastore (1756). También compuso L’innocenza giustificatta (1755) sin los recitativos de Metastasio, criticando indirectamente varias de las convenciones impuestas por éste en la opera seria.

Antigono le valió ser condecorado con la espuela de oro papal, por lo que se le dio trato de Caballero, mismo que utilizaría el resto de su vida firmando como Ritter Gluck. Mozart también obtuvo la misma condecoración en 1770 con un grado mayor de caballería; como sabemos Wolfgang nunca usó el título.   

Oigamos el aria de Sesto “Se mai sentí spirarti sul volto”  del acto II de La clemenza di Tito – Gluck reciclaría esta melodía en Iphigénie en Tauride. Canta Joyce DiDonato.
 
 
 
Durante los siguientes seis años, el Conde Giacomo Durazzo, director de espectáculos de la corte, le encargó componer o adaptar varias ópera comique que eran la moda vienesa del momento. Es curioso que Gluck no intentase jamás componer usando las convenciones de la opera buffa.


Reforma en Viena

Digamos mejor segunda reforma, ya que a fines del siglo XVII y principios del XVIII Apostolo Zeno y Metastasio habían reformado la ópera italiana, reduciendo en forma importante el número de arias, de unas 80 a 40 aproximadamente, eliminando los caracteres cómicos, las tramas subsidiarias y con ello los personajes secundarios. Sin embargo la opera seria se acartonó rápidamente, principalmente por el uso excesivo del aria di capo, que permitía a las divas y divos, es decir a las sopranos y los castrados –tenores y bajos interpretaban papeles secundarios normalmente– lucir sus dotes vocales.

El cambio flotaba en el ambiente. Francesco Algarotti, hijo ejemplar del siglo de las luces y ligado a la Ópera de Federico el  Grande, publicó en 1755 su Saggio sopra l’opera in musica en el que se refería, en forma nueva, y diferente a lo usual, a los sujetos de la ópera, al tratamiento de los mismos y a su composición musical. Algunas de las recomendaciones fueron seguidas, conscientemente o no, por compositores como Tommaso Traetta en Parma y Nicccolò Jommelli en Stuttgart.

En 1761 llegó a Viena Raniero de Calzabigi, poeta y amigo de Casanova. Se hizo protegido del canciller Kaunitz, francófilo como el poeta, quien lo presentó a otro de sus protegidos, el Conde Durazzo - director de los teatros imperiales -, que a su vez lo introdujo a Gluck.
 
Gluck, Calzabigi y el coreógrafo Gasparo Angiolini, también reformador en su campo, diseñaron y produjeron el ballet Don Juan, con música del Caballero Gluck, argumento de Calzabigi, basado en la obra de Molière y, obviamente, coreografiado por Angiolini. El estreno se realizó el 17 de octubre de 1761 en el Theater am Kärntnertor de Viena. El público lo encontró perturbador por su realismo, pero rápidamente se popularizó. Hay quienes consideran que esta es la primera obra reformista de las artes escénicas.
 
Oigamos la Danza de las Furias, misma que Gluck reciclaría en la versión parisina de Orfeo.
 

 
Orfeo ed Euridice
El mismo grupo de artistas, Gluck, Calzabigi y Angiolini, todos bajo la égida del Conde Durazzo participaron en la creación de Orfeo ed Euridice. Al grupo se unieron los hermanos Quaglio, escenógrafos también revolucionarios. El grupo intentaba liberar la ópera italiana de sus convenciones, especialmente la esclavitud a la que los cantantes la habían aparentemente condenado.
 
El Conde Durazzo trajo de Londres al castrato alto Gaetano Guadagni para el papel de Orfeo. Guadagni había cantado para Handel en el oratorio Samson y en la revisión londinense de Messiah y, en adición a su virtuosismo vocal, era considerado un buen actor, resultado de su talento natural y de sus estudios con el famoso Garrick.   

La ópera se estrenó como azione teatrale en tres actos el 5 de octubre de 1762, celebrando el onomástico del emperador Franz, con Guadagni como Orfeo, Marianna Bianchi como Euridice y Lucia Clavaru como Amor (Cupido). El género usado en el libreto, azione teatrale o festa, indicaba el carácter celebratorio de la pieza.
 
El tema de la ópera es el mismo que habían tenido las óperas de Peri, Caccini y Monteverdi, aunque tratado en forma diferente. Amor aparece dos veces como deus ex machina; en la escena 2 del acto I dice a Orfeo que Júpiter le ordena ir a rescatar a Euridice al Hades y en la escena 2 del acto III evita el suicidio de Orfeo y revive a Euridice, lo que da lugar a un incongruente lieto fine –textualmente final feliz–, que aunque era parte de las convenciones de la opera seria, era muy difícil de evitar dadas las características de la audiencia.
 
Orfeo ed Euridice es una ópera que mezcla poesía y música en una de las formas más balanceadas hasta ese momento. Además le da mucha más importancia que la usual al coro y a la danza; desaparece el aria da capo y el recitativo secco es sustituido por declamación siempre con música, muy al estilo de la tragédie lyrique francesa, algo que Traetta ya había mostrado en Viena con sus óperas Ifigenia in Aulide (1759) y Armida (1760) y que perfeccionaría en San Petesburgo con Antigona (1772).
 
Orfeo permanece en el escenario a lo largo de toda la ópera. Su primer aria “Chiamo il mio ben così” es una canción estrófica con un hermoso poema de Calzabigi, que repite “il mio ben Cosî” después empezar cada estrofa con “Chiamo”, “Cerco” y “Piango”. Dos poderosos recitativos se declaman entre las estrofas. Al terminar la segunda, Orfeo se queja de que sólo le responde Eco figurado por dulces y pastorales chalumeaux (el chalumeau es uno de los instrumentos precursores del clarinete).
 
Oigamos el aria con Janet Baker.
 
 
 
La última aria de Orfeo es la merecidamente célebre “Che farò senza Euridice” que sintetiza con belleza el dolor por perder a Euridice por segunda vez. El aria es un rondò en Do mayor con una armonía muy simple que usa un rango muy amplio de la voz del (o la) cantante, que contrasta con la orquesta liderada por los violines; al final, el rondò se
disuelve en un hermoso arioso.
 
Continuamos con Janet Baker en Glyndebourne.
 


 
 

El coro es muy importante en esta ópera –como lo era en la ópera francesa. En el segundo acto cuando las Furias reciben a la entrada del Hades a Orfeo, quien toca su lira figurada por un arpa, su importancia es superlativa. “Chi mai del’Erebo” es una amenaza obscura a quienes que se atreven bajar al reino de Plutón. La orquestación del coro y el ballet que le sigue está orquestada con metales y cuerdas predominantemente.
 
Seguimos con la función de Glyndebourne
 
 
 
 
 

Después de Orfeo ed Euridice, Gluck y Calzabigi colaboraron en Alceste y Paride ed Elena.
 
Alceste se estrenó el 26 de diciembre de 1767. El coreógrafo en esta ópera fue Jean–Georges Noverre quien había sustituido a Angiolini Viena dos años antes. La partitura se publicó en 1769, acompañada por una de las declaraciones más célebres de la historia de la ópera. La dedicatoria al Archiduque Leopoldo de Toscana –quién sería emperador a la muerte de José II– tiene formato de carta, escrita por Calzabigi pero firmada por Gluck, y podría llamarse el “Manifiesto de la Reforma”. En ella, se describe cómo debe componerse una ópera; el compositor debe aspirar a que la música sea expresiva y no sea para halagar al cantante, “…restringir la música a su función verdadera de ayudar a que la poesía sea expresiva...“  y abolir todos los abusos que aquejan a la opera seria italiana.

Existen muchos lugares donde consultar la carta al Archiduque –traducida al inglés–, vale la pena hacerlo; un libro que recomiendo por su contenido en general es Opera. A History in Documents (Piero Weiss; Oxford University Press, 2002, pp. 119 y 120).
 
 

Paride ed Elena se estrenó sin éxito el 3 de noviembre de 1770. No obstante, tiene momentos bellísimos, muchos de los cuales recicló en sus óperas posteriores. Destacan la primer aria de Paride, “O del mio dolce ardor”, que ha sido grabada por una multitud de mezzosopranos, contratenores y hasta tenores. Hela aquí con Magdalena Kožená. 
 
 

 

Reforma en París


Iphigénie ed Aulide

 Después del fracaso de Paride ed Elena, Gluck decidió componer Iphigénie ed Aulide para escenificarse en París con libreto Marie François du Roullet, diplomático menor de la embajada de Francia en Viena, basado en la tragedia de Racine Iphigénie (1674).

Du Roullet escribió una carta al director de la Opéra de París, expresando las cualidades de la obra y del francés como medio para la ópera, reabriendo así el debate de cuáles eran el lenguaje y género mejor para una ópera. Este tema había sido el asunto de la llamada Querelle des Bouffons en la que en 1753 y 1754, los siempre combativos franceses, tomaron algunos partido por el italiano y la opera buffa (los Bouffons eran los intérpretes italianos de La serva padrona de Pergolesi, principalmente) y otros por el francés y la tragédie francesa.
Después de largas negociaciones y muchas sesiones de ensayos en los que Gluck exigía que tanto el coro como los cantantes principales, la magnífica actriz–cantante Sophie Arnould (Iphigénie) y los mejores tenores y barítonos franceses de la época, Legros (Achille) y Larrivée (Agamemnon), se ajustaran a su idea escénica.
 
La tragédie opéra en tres actos  Iphigénie ed Aulide se estrenó el 19 de abril de 1774 en la Opéra.
 
En mi opinión, la obertura es la mejor de las de Gluck y, siguiendo a la letra el “manifiesto de la reforma”, informa a los espectadores el contenido de la ópera. Está compuesta por temas contrastantes que representan la lucha entre la voluntad humana y el destino inexorable. Inicia lentamente y se acelera repentinamente con las cuerdas graves sforzando –el destino–, dominando a las cuerdas agudas –la voluntad humana–, que a su vez  superan a las cuerdas graves, hasta que un oboe plañidero señala peligro para la voluntad humana que lucha sin solución, manteniendo el sforzando; los metales se adicionan y la obertura se disuelve en la primera escena.  
 
Las tres primeras escenas del primer acto forman un conjunto impresionante en el que Agamemnon, Calchas y el coro de los griegos discuten el sacrificio de Iphigénie, la hija mayor del líder griego, pues Diana exige el sacrificio de la princesa para levantar la calma chicha que afecta a la flota en la isla de Áulide y así continuar su viaje a Troya.
 
La primer aria de Agamemnon, “Dieu bienfaisant” muestra el dilema que tiene resolver como padre y rey y líder de los griegos, con fagotes y cuerdas graves –pizzicato– representado su plegaria elevándose al Olimpo. En la segunda aria, “J’entends retentir dans moin sein”, los oboes expresan simpatía por su dolor.
 
A falta de ejemplos, sólo puedo presentar un resumen de la grabación realizada por la Opéra de Lyon, dirigida por John Eliot Gardiner. Lo mejor sería oír una grabación de la ópera en CD, o ver y oírla en DVD.
 

El segundo acto termina con Agamemnon solitario, después de su confrontación con Achille. En esta escena el rey tiene su recitativo y aria más impresionante, “Tu décides son sort”. Aquí Gluck vuelve a seguir a la letra lo escrito en el manifiesto, dando expresión a lo que dice Agamemnon, sin desviarse de su sentido. Expresa dolor, ira, pasión y amor por su hija, usando melodías simples con una orquestación aún más simple. Es seguro que la escena agradó a los reformistas y creo que los miembros de la Camerata la hubieran aprobado con una sonrisa. Oigamos esta aria con Gerald Finley quien la cantara en el Festival de Glyndebourne en 2002.
 
 

La ópera también desarrolla el carácter de Iphigénie pero, en mi opinión, bien podría titularse Agamemnon.
 
La ópera tuvo un éxito a medias al ser estrenada; sin embargo se mantuvo en el repertorio durante todo el siglo XIX. En las últimas cinco décadas Iphigénie en Aulide ha vuelto a los escenarios en muchas casas alrededor del mundo.
Orphée et Eurydice
Después de que Orfeo ed Euridice fue presentada con adulteraciones importantes en Italia y Alemania, Gluck decidió escribir una segunda versión en francés para presentarse en París. Aunque comprometió el espíritu del original al adicionar un aria de bravura para Orphée al finalizar el primer acto – que algunos académicos aseguran fue un plagio de un aria de la ópera Tancredi (1766) de Ferdinando Bertoni; incluyó la totalidad de la  Danza de las Furias de Don Juan y compuso la Danza de los espíritus benditos, para flauta y cuerdas, quizá su más elocuente solo instrumental.
 

 
Además de la adecuación del italiano al francés, destaca el cambio del cantante de Orfeo de castrato alto en el original a haute–tenor o tenor agudo, por supuesto no un contratenor (en la ópera francesa el castrato tuvo un papel muy reducido, si es que lo tuvo). El cambio de tesitura entre las dos versiones ha sido causa de que muchísimos cantantes, desde sopranos hasta barítonos, transposición mediante, hayan cantado, o intentado cantar, “J'ai perdu mon Eurydice”. De hecho Berlioz “arregló” esta aria para la famosa mezzosoprano Pauline Viardot née García. En el pasado reciente, el tenor franco-canadiense Léopold Simoneau fue un notable intérprete de este papel.
 
 
Con Orphée et Eurydice, Gluck obtuvo el triunfo total que no había logrado con Iphigénie en Aulide.
Gluck compuso una versión de Alceste para París. Se estrenó el 23 de abril de 1776 en la Opéra. Se volvió a presentar en París hasta 1861, de nuevo con Pauline Viardot en el papel principal. Desde entonces, se ha usado normalmente la versión francesa traducida al italiano, aunque se ha presentado ocasionalmente en la versión original en italiano.
 
Iphigénie en Tauride
 
El triunfo más grande y final de Gluck en París sucedió con Iphigénie en Tauride, que contó con un libreto de Nicholas–François Guillard, basado en la tragedia de Claude Guimond de la Touche (1757) y Eurípides. La tragédie lyrique en cuatro actos se estrenó el 18 de mayo de 1779, de nuevo en la Opéra. En esta obra, Gluck culmina con éxito las reformas de la ópera, tanto italiana como francesa.
El primer acto inicia con una tormenta figurada por la orquesta, lenta al principio lanzándose a un allegro desenfrenado al aumentar la intensidad del temporal, con flautas, trompetas y timbales sonando como relámpagos y truenos; Iphigénie y un grupo de sacerdotisas aterrorizadas rezan, “Grands Dieux !” para calmar la doble tormenta, la de la naturaleza y la del corazón de la princesa.
 


Los mayores logros de la ópera suceden en la segunda parte del acto II. La escena de Oreste y la Furias, “Le calme rentre dans mon coeur” y la Pantomima que le sigue. “Vengeons et la nature et les Dieux” describe musicalmente la psicología y la propia tragedia del hijo de Agamenón, con violas y trombones describiendo el matricidio y danzando un ballet que es parte del drama, no un divertissement más.

Este acto termina con el aria “O malheureuse Iphigénie !”, una escena de la princesa acompañada por un fagot obbligato y hermosas intervenciones de las otras maderas, que se convierte en un coro poco antes del final del aria. En esta aria, Gluck retoma la música que había usado en el aria de Sesto en La clemenza di Tito que oímos al principio de esta especulación.






Es difícil dejar de lado muchos elementos de esta ópera por lo que recomiendo una interpretación de William Christie; la escena de Orestes y Pantomima (37:50 a 42:30).




Gluck presentó su obra en 1781 en Viena con dos variaciones, el cambio de idioma de francés a alemán, y la eliminación de recitativos por lo que se presentó como tragisches singspiel. Una coincidencia curiosa es que durante el periodo de composición de la ópera, Goethe escribía su poema dramático homónimo.

He de mencionar que antes, durante y después de la composición de Iphigénie los parisinos tuvieron una nueva Querelle, la de los “Piccinistas”, es decir los seguidores de Piccini, esencialmente compositor de óperas cómicas italianas y los "Gluckistas". Ambos compositores usaron el mismo tema, Iphigénie en Tauride, para dirimir el pleito. Piccini presentó su ópera el 23 de enero 1781 y el dictamen fue definitivamente a favor de Gluck, ayudado, quizá, por el hecho de que quien encarnó a Iphigénie en la obra de Piccini, tenía fama de ser un poco bebedora. Los Gluckistas abusaron de la obra del rival apodándola Iphigénie en Champagne.    

La reforma se realizó exitosamente, aunque no pasaría mucho tiempo en que volvieran los abusos de los cantantes, especialmente en Italia, y apareciera la nueva tiranía, la de quienes hicieron que la ópera se convirtiese en un espectáculo en el que la música y el texto pasaron a un papel secundario, anteponiendo el esplendor de los decorados y los efectos especiales.

Es importante reconocer que la reforma fue hecha por muchas personas, incluyendo a un teórico como Algarotti, un empresario como Durazzo, compositores como Traetta, Jommelli y el propio Gluck, libretistas como Calzabigi, coreógrafos como Angiolini y Noverre, cantantes actores como Guadagni y Sophie Arnould, escenógrafos como los hermanos Quaglio y algunos más que no me vienen a la mente o que simplemente desconozco.

Celebremos el tercer aniversario del nacimiento de Gluck renovando nuestro interés por la ópera y esperando asistir a una función de cualquiera de sus óperas reformistas.


 
@ Luis Gutiérrez Ruvalcaba  
 

 

 




domingo, 22 de junio de 2014

A cien años del atentado de Sarajevo

El centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra en su momento, ha suscitado un enorme interés por parte de historiadores, economistas y sociólogos, genéricamente llamados “científicos sociales” –no creo que exista un oxímoron más obvio–, quienes han escrito millones de palabras en los últimos años al respecto. Yo no soy científico social, ni siquiera científico ya, pero yo también “necesito” pensar en ella. Aquí mis pensamientos, si es que pueden calificarse así. Con esto me autorizo a brincarme los antecedentes del conflicto y a simplificar lo que le siguió 

 
Estalla la guerra
 
A las 11:15 de la mañana del 28 de junio de 1914 en Sarajevo, Serbia (hoy capital de Bosnia), el joven serbio Gavrilo Princip, miembro de un grupo que apoyaba la unificación de Bosnia y Serbia, hirió mortalmente al archiduque Francisco Fernando Habsburgo, heredero de la corona Austrohúngara y a su esposa Sophia.






 
 
El Imperio Austrohúngaro exigió, con el apoyo del Imperio alemán, investigar el crimen en territorio serbio, ya que consideraba que la organización paneslavista Mano Negra, de la que Princip era miembro, tenía conexión con los servicios secretos de ese país. El Imperio Austrohúngaro dio un ultimátum el 7 de julio a Serbia, la que con apoyo ruso no aceptó todas las condiciones impuestas, en particular la participación de policías austríacos en investigaciones en territorio serbio.
 
Ante dicha negativa, el 28 de julio de 1914, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia. Acto seguido el 29 de julio Rusia ordenó la movilización general. En función de las alianzas militares, el 1 de agosto, Alemania le declaró la guerra a Rusia al considerar la movilización como un acto de guerra contra Austria-Hungría. Ante esto, y en virtud, de la alianza militar franco-rusa de 1894 Francia tomó algunas medidas de precaución en sus fronteras. Alemania, al conocer la agitación que reinaba en Francia a causa del inesperado ataque contra Serbia y la movilización rusa le declaró la guerra a Francia el 3 de agosto. Un día después, Inglaterra declaró la guerra a Alemania,
 

Se expande el conflicto
 
En el curso de 1915, tres nuevos países entraron en la guerra: Italia del lado de los Aliados y Bulgaria y el Imperio Otomano al lado de las potencias centrales, que con este apoyo derrotan y ocupan a Serbia. Desde el comienzo de la guerra, el Vaticano y Suiza intentaron infructuosamente sondeos por la paz. Rumania en 1916 Grecia en 1917 se unen a los aliados.


 
 
Durante todo el conflicto, los británicos fomentaron el sublevamiento de las tribus árabes para perturbar a los otomanos. En esta misión destacó el célebre oficial T. E. Lawrence, Lawrence de Arabia.
 
Tras el estallido de la guerra, el Imperio Japonés envió un ultimátum a Alemania, solicitándole la evacuación de Jiaozhou (noreste de China). Alemania se negó a cumplirlo, por lo que Japón entró en la guerra del lado de los aliados el 23 de agosto de 1914.
 
El 16 de enero de 1917, el ministro alemán del exterior, Arthur Zimmermann, envió un telegrama al embajador en México, con indicaciones precisas para convencer al presidente Carranza de que México entrase a la guerra del lado de las potencias centrales. A cambio, se prometía a México la restitución de los territorios anexionados por Estados Unidos en la guerra de 1847-1848 por el Tratado de Guadalupe-Hidalgo. Dicho telegrama también sugería que el presidente Carranza se comunicase con Tokio para llegar a un acuerdo que hiciera que el Imperio japonés se pasase a lado alemán. El telegrama fue interceptado por fuerzas de inteligencia británicas, lo que provocó la entrada de Estados Unidos a la guerra. Como sabemos Carranza estaba un poco ocupado y decidió no participar en el conflicto.
 
En abril de 1917 los Estados Unidos declararon la guerra a los imperios centrales, lo que le dio a la contienda el carácter mundial. No obstante, sus efectos no se sentirían sino hasta 1918. El pretexto del ingreso de Estados Unidos en la guerra fue el hundimiento del Lusitania el 7 de mayo de 1915, donde murieron 123 estadounidenses, por un submarino alemán. Este hecho provocó un fuerte rechazo en Estados Unidos, que se preparó para entrar oficialmente en guerra al lado de los aliados.
 
El hecho de que Japón y Estados Unidos, así como las colonias africanas, asiáticas y de Oceanía de los países beligerantes, hicieron que a conozcamos esta guerra como la Primera Guerra Mundial, aunque entre los veinte siguientes al fin de la guerra, se le conociese simplemente como la Gran Guerra.

 
Rusia abandona la guerra
 
En febrero de 1917 estalló la Revolución Rusa, la cual obligó a abdicar al zar Nicolás II, quedando el país bajo el mando de Aleksandr Kérenski, quien continuó en guerra contra Alemania. Sin embargo en noviembre estallaría la revolución bolchevique que depuso al gobierno de Kérenski. Este clima de inestabilidad permitió a los alemanes avanzar considerablemente en ese país.
 

Los bolcheviques tomaron el control total y firmaron el armisticio con las potencias centrales en diciembre, después de la Paz de Brest–Litovsk en marzo de 1918. Para obtenerla consintieron enormes sacrificios económicos y territoriales. Además, Alemania ocupó Polonia, Ucrania, Finlandia, los países bálticos y parte de Bielorrusia. El Reich aprovechó esta victoria para enviar casi todo su ejército oriental al frente occidental e intentar obtener una victoria rápida antes de la llegada masiva de los estadounidenses. Era su baza definitiva, ya que Austria-Hungría, Bulgaria y el Imperio Otomano daban muestras de desaliento ante las mayores reservas financieras y de hombres de los Aliados.

 

 
  

Termina la guerra
 
Mal alimentadas y cansadas, las tropas alemanas no pudieron resistir la contraofensiva los aliados y fallan frente al objetivo final: París, quedando a 120 km de la capital gala. El General Foch comanda sus tropas francesas y estadounidenses hacia la victoria, en la segunda batalla del Marne. Los primeros tanques británicos entraron en combate y la superioridad aérea aliada era evidente.
 
Es el principio del fin para las potencias centrales. En los Balcanes, las tropas francesas atacan las líneas búlgaras en Macedonia. Después de pocos días de lucha, Bulgaria comprende que no puede hacerles frente y pide el armisticio. El Imperio Otomano está al límite de sus fuerzas y no puede contener a los británicos que han tomado ya Jerusalén y Bagdad y avanzan hacia Anatolia. Franceses y británicos ocupan el Oriente Medio e Irak y el Imperio Otomano también se rinde.
 
El duelo entre italianos y austríacos está asimismo por resolverse. Los italianos derrotan a Austria-Hungría en Vittorio Veneto. Este hecho se suma al descalabro del ejército imperial en los Balcanes, y la monarquía de los Habsburgo se hunde.
 
El Reich está en una situación desesperada: se ha quedado sin aliados, su población civil sufre draconianas restricciones, su ejército está al límite, sin reservas y desmoralizado. Tropas estadounidenses de repuesto no paran de desembarcar e incluso Italia se prepara para enviar un contingente a Francia. El Alto Mando alemán pide iniciar inmediatamente negociaciones de paz. Cunde la convicción de que la guerra está perdida. Wilson proclama que Estados Unidos sólo negociará con un gobierno alemán democrático. Los Hohenzollern tienen los días contados. Tras una revolución obrera en Berlín, el Káiser huye a Holanda. El gobierno de la nueva República alemana firma el armisticio de Compiègne el 11 de noviembre de 1918. La guerra termina con la victoria de los Aliados.
 

La herencia inmediata de la guerra
 
Tras el conflicto, se firmaron varios tratados de paz por separado entre cada uno de los vencidos y todos los vencedores, con excepción de Rusia, que había abandonado la guerra en 1917. Al conjunto de estos tratados se le conoce como La Paz de París (1919-1920).
 
En el tratado de Versalles, firmado entre los aliados y Alemania, el antiguo territorio del Imperio alemán fue cortado en dos por el Corredor polaco, desmilitarizado, confiscadas sus colonias, supervisado y condenado a pagar enormes compensaciones —que terminó de satisfacer casi un siglo después, en 2010. Con este tratado también fue creada la Sociedad de Naciones.



 



En el de Saint-Germain–en–Laye, firmado entre los aliados y Austria-Hungría, se estableció el desmembramiento de la antigua monarquía de los Habsburgo y el Imperio Austrohúngaro, quedando Austria limitada a algunas zonas en las que se hablaba solamente el alemán.
 
En el de Sèvres, entre el Imperio Otomano y los aliados (a excepción de Rusia y Estados Unidos), dejó a los otomanos sin la mayor parte de sus antiguas posesiones, limitando sus territorios a Constantinopla y parte de Asia Menor. El tratado no entró en vigor pues la Guerra de Independencia Turca lo impidió; en 1923 se firmaría esencialmente términos el Tratado de Lausanne.    
 
Los aliados impusieron el acuerdo de Trianon en el que se dictaminó la entrega de territorios a Checoslovaquia, Rumania y Yugoslavia.
 
En el tratado de Neuilly, firmado entre Bulgaria y las potencias vencedoras, la primera reconocía el nuevo Reino de Yugoslavia, pagaba 400 millones de dólares por concepto de indemnización y reducía su ejército a 20.000 efectivos. Además, perdía una franja de terreno occidental en favor de Yugoslavia y cedía Tracia occidental a Grecia, por lo que quedaba sin acceso al Mar Egeo.
 

Las consecuencias inmediatas
 
Lucharon unos 66 millones de soldados. Es muy difícil determinar el número de bajas en un conflicto de esta magnitud. Se estima que entre 1914 a 1918, perdieron la vida de entre 10 y 31 millones de personas, entre civiles y militares. El número de heridos y mutilados pudo haber sido alrededor de 23 millones de personas. Aún países no beligerantes tuvieron bajas, tan sólo Polonia tuvo bajas, muertos y heridos, de unos 1.2 millones.
 
En el plano político, cuatro imperios autoritarios se derrumbaron, lo que transformó profundamente el mapa de Europa, rediseñado por la Paz de París:
 

  • el Imperio ruso de los Romanov desapareció y quedó transformado en la Rusia comunista (más tarde la URSS),
  • el Imperio Otomano se disolvió dando paso a Turquía (península de Anatolia y Constantinopla),
  • el Imperio Austro–Húngaro de los Habsburgo fue disuelto dando paso a los Estados de Austria y Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia como nuevos países independientes,
  • el Imperio alemán de los Hohenzolern finalizó y fue reemplazado por la República de Weimar, que gobernaría sobre una Alemania mermada territorial y económicamente por el pago de las reparaciones de guerra.
 


Aunque las colonias suministraron víveres, materias primas y combatientes a sus metrópolis, tras la guerra los pueblos coloniales empezaron a cuestionar sus lazos con la metrópoli y reclamaron una mejora de su situación. Esto, sumado al progreso del nacionalismo en el seno de las colonias, constituiría el proceso de descolonización que iniciaría tras la Guerra y que concluiría con la independencia de varios Estados actuales, luego de la Segunda Guerra Mundial. A este primer declive de la influencia de Europa en las colonias, se sumó la expansión de Estados Unidos, el mayor beneficiado de la guerra junto con Japón, que reconsideraría su aislamiento de los asuntos mundiales, y que junto con el Imperio Japonés tendrían un lugar destacado en la escena internacional.
 
Las diferencias sociales se acentuaron con el enriquecimiento de los mercaderes de armas y el empobrecimiento de los pequeños ahorradores, los retirados y los asalariados afectados por la inflación. Las mujeres adquirieron un nuevo lugar en la sociedad y se volvieron indispensables durante la guerra en el campo, las fábricas, las oficinas y las escuelas. El feminismo progresaba, el derecho a voto fue acordado en Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos, Turquía y Rusia, pero no en Francia.

La contienda mostró los avances y progreso de la ciencia y la tecnología. El intenso desarrollo de los instrumentos y técnicas de guerra (rifles de repetición, ametralladoras, gases venenosos dando origen a la guerra biológica y química, vehículos de combate, dirigibles, primeros aviones de guerra, y acorazados de acero) modificarían la ciencia militar cuyas prácticas databan de varios siglos atrás. La artillería multiplicó los calibres, aumentó el alcance y mejoró los métodos de corrección. El transporte motorizado se generalizó y volvió obsoleta la artillería impulsada por personas o animales de tiro. Igualmente supuso cambios en la estrategia militar donde en adelante sería necesario el sigilo y el escondite de las tropas para poder combatir, modificando la vestimenta de los soldados con tal fin.






 
 
También se revelaría el grave daño que padecería la población civil producto de los bombardeos a las ciudades y otros daños colaterales; la población civil y no beligerante se transformaría en nuevas víctimas visibles y objetivos militares de la nueva forma de hacer la guerra que reveló la Gran Guerra, producto de la masificación de los ataques no convencionales por un armamento mucho más destructivo y de mayor alcance.




 
Las consecuencias a mediano y largo plazo
 

  • El  tratado de Versalles fue la semilla inicial para el siguiente conflicto mundial. La nueva Alemania republicana sufrió las consecuencias de la guerra del Imperio Alemán y su economía fue explotada por los vencedores.
 
  • Lo que sucedió en los 1990’s durante el desmembramiento de Yugoslavia demostró que un país no puede formarse artificialmente. Esto también pasó con el Kurdistán, "país" que a la fecha no ha logrado existir.

 
  • Se inició un combate a veces frío, pero muchas veces bien calientito, entre tres sistemas, el nazismo–fascismo, el comunismo con todas sus variantes: leninismo, trotskismo, estalinismo, maoísmo, castrismo, etcétera –por alguna razón que aun no entiendo, el principal enemigo de la izquierda es ella misma– y el capitalismo anglo–sajón.
 
  • La codicia de los ingleses, franceses y estadounidenses, aunada a la incapacidad anglo-sajona de entender cualquier cultura ajena a la propia, fue capaz de crear una zona de inestabilidad política y social en el medio Oriente cuyo resultado ha sido terrible. Como en el caso de Yugoslavia, la formación de un país en el lugar en el que habitaban otros seres humanos ha resultado muy rentable. Se crearon fronteras y países arbitrariamente, lo que ya ha causado varias guerras, por ejemplo, entre Irán, Irak y Kuwait. En el tratado de Sèvres se incorporó la Declaración Balfour, teniendo como formato una carta firmada por el Secretario de Relaciones Exteriores Británico y dirigida al barón Lionel Walter Rothschild para su transmisión a la Federación Sionista de Gran Bretaña. En la Declaración, el gobierno británico decidió apoyar la creación de un hogar judío en el área de su Mandato y, como corolario representó un incentivo para que el poderoso lobby judío de Estados Unidos presionase al gobierno en su decisión de unirse a las hostilidades. La Declaración Balfour es considerada como el primer reconocimiento de una potencia mundial de los derechos de los judíos sobre la Tierra de Israel. En Palestina se ha achicado el espacio de sus habitantes originales – no a quienes la habitaban hace 2,200 años, sino a principios del siglo XX – a áreas pequeñísimas, ante la mirada boba e inocente de la “comunidad” internacional. 
 
  
 
  • Las Bellas Artes dejaron de ser bellas en muchos casos, el feísmo –no la atonalidad–   predominó en la música entre los 40’s; la pintura y la escultura se convirtieron en un producto de consumo para los muy ricos. El cine empezó a tener importancia con el expresionismo alemán, totalmente justificado en la posguerra, a la vez que en Hollywood se escogió como la perfecta puerta de escape a los horrores de la Gran Depresión. Ejemplo de la "música" de nuestros días es el cuarteto para helicópteros y cuerdas compuesto por Karlheinz Stockhausen, que se "interpretó" el 22 de agosto de 2003 como parte del Festival de Salzburgo para inaugurar las instalaciones del Hangar-7 en el aeropuerto Wolfgang Amadeus Mozart.
 
 
 
 
 
La consecuencia más importante fue, y sigue vigente, un cambio muy importante en la concepción del universo de una buena parte de la humanidad –digo buena parte porque hay quienes sólo cambian cuando se mueren.