lunes, 30 de junio de 2014

Gluck y la reforma de la ópera


El 2 de julio de 1714, es decir hace 300 años, nació Christoph Willibald Gluck. Hoy se le reconoce como el compositor que reformó la opera seria italiana.  

 

Gluck, como todo músico que se respetara en el siglo XVIII, viajó a Italia donde estudió con Giovanni Battista Sammartini. Ahí estrenó sus primeras óperas con libretos de Metastasio, Demofoonte (1743) en Milán e Ipermnestra (1744) en Venecia. Fue a probar suerte a Londres donde produjo dos óperas. Años después diría a Burney cuánto había admirado a Handel –su estilo era el de una adulador porque años después en París decía lo mismo de Lully. Por insistencia de su esposa, Gluck se instaló en Viena donde rápidamente se hizo favorito de la familia imperial, habiendo sido maestro de música de varios de los hijos de María Teresa, incluida Marie Antoinette, quien sería una de sus principales promotoras durante su estancia parisina en la década de los 1770’s. 

Entre 1748 y 1756 se convirtió en el compositor Metastasiano par excellence en Viena, donde compuso varias óperas con libretos del poeta cesáreo: La Semiramide riconosciuta (1748), Ezio (1750), La clemenza di Tito (1752), Le Cinesi (1754), La Danza (1755), Antigono (1756) e Il rè pastore (1756). También compuso L’innocenza giustificatta (1755) sin los recitativos de Metastasio, criticando indirectamente varias de las convenciones impuestas por éste en la opera seria.

Antigono le valió ser condecorado con la espuela de oro papal, por lo que se le dio trato de Caballero, mismo que utilizaría el resto de su vida firmando como Ritter Gluck. Mozart también obtuvo la misma condecoración en 1770 con un grado mayor de caballería; como sabemos Wolfgang nunca usó el título.   

Oigamos el aria de Sesto “Se mai sentí spirarti sul volto”  del acto II de La clemenza di Tito – Gluck reciclaría esta melodía en Iphigénie en Tauride. Canta Joyce DiDonato.
 
 
 
Durante los siguientes seis años, el Conde Giacomo Durazzo, director de espectáculos de la corte, le encargó componer o adaptar varias ópera comique que eran la moda vienesa del momento. Es curioso que Gluck no intentase jamás componer usando las convenciones de la opera buffa.


Reforma en Viena

Digamos mejor segunda reforma, ya que a fines del siglo XVII y principios del XVIII Apostolo Zeno y Metastasio habían reformado la ópera italiana, reduciendo en forma importante el número de arias, de unas 80 a 40 aproximadamente, eliminando los caracteres cómicos, las tramas subsidiarias y con ello los personajes secundarios. Sin embargo la opera seria se acartonó rápidamente, principalmente por el uso excesivo del aria di capo, que permitía a las divas y divos, es decir a las sopranos y los castrados –tenores y bajos interpretaban papeles secundarios normalmente– lucir sus dotes vocales.

El cambio flotaba en el ambiente. Francesco Algarotti, hijo ejemplar del siglo de las luces y ligado a la Ópera de Federico el  Grande, publicó en 1755 su Saggio sopra l’opera in musica en el que se refería, en forma nueva, y diferente a lo usual, a los sujetos de la ópera, al tratamiento de los mismos y a su composición musical. Algunas de las recomendaciones fueron seguidas, conscientemente o no, por compositores como Tommaso Traetta en Parma y Nicccolò Jommelli en Stuttgart.

En 1761 llegó a Viena Raniero de Calzabigi, poeta y amigo de Casanova. Se hizo protegido del canciller Kaunitz, francófilo como el poeta, quien lo presentó a otro de sus protegidos, el Conde Durazzo - director de los teatros imperiales -, que a su vez lo introdujo a Gluck.
 
Gluck, Calzabigi y el coreógrafo Gasparo Angiolini, también reformador en su campo, diseñaron y produjeron el ballet Don Juan, con música del Caballero Gluck, argumento de Calzabigi, basado en la obra de Molière y, obviamente, coreografiado por Angiolini. El estreno se realizó el 17 de octubre de 1761 en el Theater am Kärntnertor de Viena. El público lo encontró perturbador por su realismo, pero rápidamente se popularizó. Hay quienes consideran que esta es la primera obra reformista de las artes escénicas.
 
Oigamos la Danza de las Furias, misma que Gluck reciclaría en la versión parisina de Orfeo.
 

 
Orfeo ed Euridice
El mismo grupo de artistas, Gluck, Calzabigi y Angiolini, todos bajo la égida del Conde Durazzo participaron en la creación de Orfeo ed Euridice. Al grupo se unieron los hermanos Quaglio, escenógrafos también revolucionarios. El grupo intentaba liberar la ópera italiana de sus convenciones, especialmente la esclavitud a la que los cantantes la habían aparentemente condenado.
 
El Conde Durazzo trajo de Londres al castrato alto Gaetano Guadagni para el papel de Orfeo. Guadagni había cantado para Handel en el oratorio Samson y en la revisión londinense de Messiah y, en adición a su virtuosismo vocal, era considerado un buen actor, resultado de su talento natural y de sus estudios con el famoso Garrick.   

La ópera se estrenó como azione teatrale en tres actos el 5 de octubre de 1762, celebrando el onomástico del emperador Franz, con Guadagni como Orfeo, Marianna Bianchi como Euridice y Lucia Clavaru como Amor (Cupido). El género usado en el libreto, azione teatrale o festa, indicaba el carácter celebratorio de la pieza.
 
El tema de la ópera es el mismo que habían tenido las óperas de Peri, Caccini y Monteverdi, aunque tratado en forma diferente. Amor aparece dos veces como deus ex machina; en la escena 2 del acto I dice a Orfeo que Júpiter le ordena ir a rescatar a Euridice al Hades y en la escena 2 del acto III evita el suicidio de Orfeo y revive a Euridice, lo que da lugar a un incongruente lieto fine –textualmente final feliz–, que aunque era parte de las convenciones de la opera seria, era muy difícil de evitar dadas las características de la audiencia.
 
Orfeo ed Euridice es una ópera que mezcla poesía y música en una de las formas más balanceadas hasta ese momento. Además le da mucha más importancia que la usual al coro y a la danza; desaparece el aria da capo y el recitativo secco es sustituido por declamación siempre con música, muy al estilo de la tragédie lyrique francesa, algo que Traetta ya había mostrado en Viena con sus óperas Ifigenia in Aulide (1759) y Armida (1760) y que perfeccionaría en San Petesburgo con Antigona (1772).
 
Orfeo permanece en el escenario a lo largo de toda la ópera. Su primer aria “Chiamo il mio ben così” es una canción estrófica con un hermoso poema de Calzabigi, que repite “il mio ben Cosî” después empezar cada estrofa con “Chiamo”, “Cerco” y “Piango”. Dos poderosos recitativos se declaman entre las estrofas. Al terminar la segunda, Orfeo se queja de que sólo le responde Eco figurado por dulces y pastorales chalumeaux (el chalumeau es uno de los instrumentos precursores del clarinete).
 
Oigamos el aria con Janet Baker.
 
 
 
La última aria de Orfeo es la merecidamente célebre “Che farò senza Euridice” que sintetiza con belleza el dolor por perder a Euridice por segunda vez. El aria es un rondò en Do mayor con una armonía muy simple que usa un rango muy amplio de la voz del (o la) cantante, que contrasta con la orquesta liderada por los violines; al final, el rondò se
disuelve en un hermoso arioso.
 
Continuamos con Janet Baker en Glyndebourne.
 


 
 

El coro es muy importante en esta ópera –como lo era en la ópera francesa. En el segundo acto cuando las Furias reciben a la entrada del Hades a Orfeo, quien toca su lira figurada por un arpa, su importancia es superlativa. “Chi mai del’Erebo” es una amenaza obscura a quienes que se atreven bajar al reino de Plutón. La orquestación del coro y el ballet que le sigue está orquestada con metales y cuerdas predominantemente.
 
Seguimos con la función de Glyndebourne
 
 
 
 
 

Después de Orfeo ed Euridice, Gluck y Calzabigi colaboraron en Alceste y Paride ed Elena.
 
Alceste se estrenó el 26 de diciembre de 1767. El coreógrafo en esta ópera fue Jean–Georges Noverre quien había sustituido a Angiolini Viena dos años antes. La partitura se publicó en 1769, acompañada por una de las declaraciones más célebres de la historia de la ópera. La dedicatoria al Archiduque Leopoldo de Toscana –quién sería emperador a la muerte de José II– tiene formato de carta, escrita por Calzabigi pero firmada por Gluck, y podría llamarse el “Manifiesto de la Reforma”. En ella, se describe cómo debe componerse una ópera; el compositor debe aspirar a que la música sea expresiva y no sea para halagar al cantante, “…restringir la música a su función verdadera de ayudar a que la poesía sea expresiva...“  y abolir todos los abusos que aquejan a la opera seria italiana.

Existen muchos lugares donde consultar la carta al Archiduque –traducida al inglés–, vale la pena hacerlo; un libro que recomiendo por su contenido en general es Opera. A History in Documents (Piero Weiss; Oxford University Press, 2002, pp. 119 y 120).
 
 

Paride ed Elena se estrenó sin éxito el 3 de noviembre de 1770. No obstante, tiene momentos bellísimos, muchos de los cuales recicló en sus óperas posteriores. Destacan la primer aria de Paride, “O del mio dolce ardor”, que ha sido grabada por una multitud de mezzosopranos, contratenores y hasta tenores. Hela aquí con Magdalena Kožená. 
 
 

 

Reforma en París


Iphigénie ed Aulide

 Después del fracaso de Paride ed Elena, Gluck decidió componer Iphigénie ed Aulide para escenificarse en París con libreto Marie François du Roullet, diplomático menor de la embajada de Francia en Viena, basado en la tragedia de Racine Iphigénie (1674).

Du Roullet escribió una carta al director de la Opéra de París, expresando las cualidades de la obra y del francés como medio para la ópera, reabriendo así el debate de cuáles eran el lenguaje y género mejor para una ópera. Este tema había sido el asunto de la llamada Querelle des Bouffons en la que en 1753 y 1754, los siempre combativos franceses, tomaron algunos partido por el italiano y la opera buffa (los Bouffons eran los intérpretes italianos de La serva padrona de Pergolesi, principalmente) y otros por el francés y la tragédie francesa.
Después de largas negociaciones y muchas sesiones de ensayos en los que Gluck exigía que tanto el coro como los cantantes principales, la magnífica actriz–cantante Sophie Arnould (Iphigénie) y los mejores tenores y barítonos franceses de la época, Legros (Achille) y Larrivée (Agamemnon), se ajustaran a su idea escénica.
 
La tragédie opéra en tres actos  Iphigénie ed Aulide se estrenó el 19 de abril de 1774 en la Opéra.
 
En mi opinión, la obertura es la mejor de las de Gluck y, siguiendo a la letra el “manifiesto de la reforma”, informa a los espectadores el contenido de la ópera. Está compuesta por temas contrastantes que representan la lucha entre la voluntad humana y el destino inexorable. Inicia lentamente y se acelera repentinamente con las cuerdas graves sforzando –el destino–, dominando a las cuerdas agudas –la voluntad humana–, que a su vez  superan a las cuerdas graves, hasta que un oboe plañidero señala peligro para la voluntad humana que lucha sin solución, manteniendo el sforzando; los metales se adicionan y la obertura se disuelve en la primera escena.  
 
Las tres primeras escenas del primer acto forman un conjunto impresionante en el que Agamemnon, Calchas y el coro de los griegos discuten el sacrificio de Iphigénie, la hija mayor del líder griego, pues Diana exige el sacrificio de la princesa para levantar la calma chicha que afecta a la flota en la isla de Áulide y así continuar su viaje a Troya.
 
La primer aria de Agamemnon, “Dieu bienfaisant” muestra el dilema que tiene resolver como padre y rey y líder de los griegos, con fagotes y cuerdas graves –pizzicato– representado su plegaria elevándose al Olimpo. En la segunda aria, “J’entends retentir dans moin sein”, los oboes expresan simpatía por su dolor.
 
A falta de ejemplos, sólo puedo presentar un resumen de la grabación realizada por la Opéra de Lyon, dirigida por John Eliot Gardiner. Lo mejor sería oír una grabación de la ópera en CD, o ver y oírla en DVD.
 

El segundo acto termina con Agamemnon solitario, después de su confrontación con Achille. En esta escena el rey tiene su recitativo y aria más impresionante, “Tu décides son sort”. Aquí Gluck vuelve a seguir a la letra lo escrito en el manifiesto, dando expresión a lo que dice Agamemnon, sin desviarse de su sentido. Expresa dolor, ira, pasión y amor por su hija, usando melodías simples con una orquestación aún más simple. Es seguro que la escena agradó a los reformistas y creo que los miembros de la Camerata la hubieran aprobado con una sonrisa. Oigamos esta aria con Gerald Finley quien la cantara en el Festival de Glyndebourne en 2002.
 
 

La ópera también desarrolla el carácter de Iphigénie pero, en mi opinión, bien podría titularse Agamemnon.
 
La ópera tuvo un éxito a medias al ser estrenada; sin embargo se mantuvo en el repertorio durante todo el siglo XIX. En las últimas cinco décadas Iphigénie en Aulide ha vuelto a los escenarios en muchas casas alrededor del mundo.
Orphée et Eurydice
Después de que Orfeo ed Euridice fue presentada con adulteraciones importantes en Italia y Alemania, Gluck decidió escribir una segunda versión en francés para presentarse en París. Aunque comprometió el espíritu del original al adicionar un aria de bravura para Orphée al finalizar el primer acto – que algunos académicos aseguran fue un plagio de un aria de la ópera Tancredi (1766) de Ferdinando Bertoni; incluyó la totalidad de la  Danza de las Furias de Don Juan y compuso la Danza de los espíritus benditos, para flauta y cuerdas, quizá su más elocuente solo instrumental.
 

 
Además de la adecuación del italiano al francés, destaca el cambio del cantante de Orfeo de castrato alto en el original a haute–tenor o tenor agudo, por supuesto no un contratenor (en la ópera francesa el castrato tuvo un papel muy reducido, si es que lo tuvo). El cambio de tesitura entre las dos versiones ha sido causa de que muchísimos cantantes, desde sopranos hasta barítonos, transposición mediante, hayan cantado, o intentado cantar, “J'ai perdu mon Eurydice”. De hecho Berlioz “arregló” esta aria para la famosa mezzosoprano Pauline Viardot née García. En el pasado reciente, el tenor franco-canadiense Léopold Simoneau fue un notable intérprete de este papel.
 
 
Con Orphée et Eurydice, Gluck obtuvo el triunfo total que no había logrado con Iphigénie en Aulide.
Gluck compuso una versión de Alceste para París. Se estrenó el 23 de abril de 1776 en la Opéra. Se volvió a presentar en París hasta 1861, de nuevo con Pauline Viardot en el papel principal. Desde entonces, se ha usado normalmente la versión francesa traducida al italiano, aunque se ha presentado ocasionalmente en la versión original en italiano.
 
Iphigénie en Tauride
 
El triunfo más grande y final de Gluck en París sucedió con Iphigénie en Tauride, que contó con un libreto de Nicholas–François Guillard, basado en la tragedia de Claude Guimond de la Touche (1757) y Eurípides. La tragédie lyrique en cuatro actos se estrenó el 18 de mayo de 1779, de nuevo en la Opéra. En esta obra, Gluck culmina con éxito las reformas de la ópera, tanto italiana como francesa.
El primer acto inicia con una tormenta figurada por la orquesta, lenta al principio lanzándose a un allegro desenfrenado al aumentar la intensidad del temporal, con flautas, trompetas y timbales sonando como relámpagos y truenos; Iphigénie y un grupo de sacerdotisas aterrorizadas rezan, “Grands Dieux !” para calmar la doble tormenta, la de la naturaleza y la del corazón de la princesa.
 


Los mayores logros de la ópera suceden en la segunda parte del acto II. La escena de Oreste y la Furias, “Le calme rentre dans mon coeur” y la Pantomima que le sigue. “Vengeons et la nature et les Dieux” describe musicalmente la psicología y la propia tragedia del hijo de Agamenón, con violas y trombones describiendo el matricidio y danzando un ballet que es parte del drama, no un divertissement más.

Este acto termina con el aria “O malheureuse Iphigénie !”, una escena de la princesa acompañada por un fagot obbligato y hermosas intervenciones de las otras maderas, que se convierte en un coro poco antes del final del aria. En esta aria, Gluck retoma la música que había usado en el aria de Sesto en La clemenza di Tito que oímos al principio de esta especulación.






Es difícil dejar de lado muchos elementos de esta ópera por lo que recomiendo una interpretación de William Christie; la escena de Orestes y Pantomima (37:50 a 42:30).




Gluck presentó su obra en 1781 en Viena con dos variaciones, el cambio de idioma de francés a alemán, y la eliminación de recitativos por lo que se presentó como tragisches singspiel. Una coincidencia curiosa es que durante el periodo de composición de la ópera, Goethe escribía su poema dramático homónimo.

He de mencionar que antes, durante y después de la composición de Iphigénie los parisinos tuvieron una nueva Querelle, la de los “Piccinistas”, es decir los seguidores de Piccini, esencialmente compositor de óperas cómicas italianas y los "Gluckistas". Ambos compositores usaron el mismo tema, Iphigénie en Tauride, para dirimir el pleito. Piccini presentó su ópera el 23 de enero 1781 y el dictamen fue definitivamente a favor de Gluck, ayudado, quizá, por el hecho de que quien encarnó a Iphigénie en la obra de Piccini, tenía fama de ser un poco bebedora. Los Gluckistas abusaron de la obra del rival apodándola Iphigénie en Champagne.    

La reforma se realizó exitosamente, aunque no pasaría mucho tiempo en que volvieran los abusos de los cantantes, especialmente en Italia, y apareciera la nueva tiranía, la de quienes hicieron que la ópera se convirtiese en un espectáculo en el que la música y el texto pasaron a un papel secundario, anteponiendo el esplendor de los decorados y los efectos especiales.

Es importante reconocer que la reforma fue hecha por muchas personas, incluyendo a un teórico como Algarotti, un empresario como Durazzo, compositores como Traetta, Jommelli y el propio Gluck, libretistas como Calzabigi, coreógrafos como Angiolini y Noverre, cantantes actores como Guadagni y Sophie Arnould, escenógrafos como los hermanos Quaglio y algunos más que no me vienen a la mente o que simplemente desconozco.

Celebremos el tercer aniversario del nacimiento de Gluck renovando nuestro interés por la ópera y esperando asistir a una función de cualquiera de sus óperas reformistas.


 
@ Luis Gutiérrez Ruvalcaba  
 

 

 




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