lunes, 18 de junio de 2018

Don Giovanni en Mérida


La versión yucateca de Don Giovanni



Teatro Peón Contreras, el 15 de junio de 2018

Acto II Finale
La Orquesta Sinfónica de Yucatán programó el estreno de local de Don Giovanni, una de las óperas más complejas del repertorio.

El director de la orquesta, Juan Carlos Lomónaco decidió presentar la versión de Viena, más o menos, más bien más. Al tomar esta decisión, aunada al corte de varios recitativos y pequeños segmentos de los números musicales, logró dos objetivos: reducir la duración de la ópera a lo que él considera es lo apropiado para el público emeritense, y ayudar a algunos de los cantantes al facilitarles una respiración más cómoda. En este caso destacó el aria de Don Giovanni “Fin ch’an dal vino” que sentí trunca.

¿Qué versión, la de Viena o la de Yucatán?

La versión vienesa, estrenada por Mozart el 7 de mayo de 1788, tiene diferencias importantes con la original de Praga, estrenada el 29 de octubre de 1787. De las diferencias, unas tienen confirmación histórica y otras son cuestionables. Entre las confirmadas se sabe que una es el corte de el aria de Don Ottavio “Il mio tesoro intanto”, escena X del 2º acto, por “Dalla sua pace”, que se insertó en la escena XIV del 1º. La razón fue la imposibilidad del tenor vienés, Francesco Morella, de cantar adecuadamente la coloratura del aria original. Mozart introdujo esta aria en su catálogo el 24 de abril de 1788, dos semanas antes del estreno. Otra modificación confirmada omite el aria de Leporello “Ah pietà, signori miei”, la escena VIII del 2º acto, pero la sustituye con el dueto entre Leporello y Zerlina “Per queste tue manine” más los recitativos que conectan el nuevo número con el flujo de la acción resultante. Mozart introdujo el dueto en su catálogo el 30 de abril de 1788 y se sabe que dijo que el dueto tenía por objeto ‘satisfacer el gusto ramplón de los vieneses’. La última modificación indudable fue la introducción de la escena de Donna Elvira, “In quali eccessi, o Numi… Mi tradì quell’alma ingrata”. Es muy probable que Mozart haya insertado esta escena a pedido específico de la Elvira vienesa, Catarina Cavalieri. El compositor introdujo la escena en su catálogo simultáneamente con el dueto mencionado.

La diferencia que no es posible confirmar con certeza es la eliminación del sexteto que sigue a la condenación de Don Giovanni. En mi opinión, el sexteto es indispensable ya regresa a los personajes, y al público, al mundo real.

Hoy día, Don Giovanni se interpreta, generalmente, con una ‘versión’ que incluye todos los números de las dos versiones con excepción del dueto de Leporello y Zerlina.

La versión que se presentó se acercó a la vienesa, aunque incluyó las dos arias de Don Ottavio, omitió el dueto de Leporello y Zerlina y excluyó el sexteto final.

Hubo otros detalles musicales que reflejan ciertos valores de producción locales. La música de las tres bandas que se encuentran en el escenario en la escena, una compuesta pares de oboes y cornos, y cuerdas excluyendo el violonchelo y las otras dos por un violín y un contrabajo cada una, fue interpretada desde el foso en tanto en el escenario aparecía cuatro figurantes haciendo como que hacían. Lo mismo sucedió en la escena de la cena, cuando se interpretan fragmentos de óperas usando un conjunto de alientos con un violonchelo. Asimismo, el clavecín de los recitativos y la mandolina de la serenata “Deh vieni alla finestra”, fueron interpretados con un teclado electrónico. Lo de los recitativos pasa, pero lo de la mandolina no, especialmente en una zona que se precia de sus trovadores.

La producción dirigida por Ragnar Conde situó la acción en el tiempo y lugar que Mozart y Da Ponte escogieron. La escenografía, diseñada por Peter Crompton, se basó principalmente en elementos multimedia, aunque también se incluyeron elementos sobre el escenario, con el objeto principal de enmarcar cada escena. La iluminación, diseñada por Carlos Arce fue totalmente estática, lo que en momentos generó falta de destacar elementos dramáticos. La diseñadora de vestuario, Brisa Alonso, se encargó de diseñar y realizar modelos para el coro y una multitud de supernumerarios.

 La producción tuvo un carácter literal, Don Giovanni nunca puede ser conservador, y en general corrió bien. La escena de la condenación del libertino intentó ser espectacular, pero sólo se quedó en un intento estruendoso. El director de escena colocó al Comendador en un palco, lo que hizo imposible la confrontación directa entre éste y Don Giovanni, e incomprensible el texto asociado a la renuncia al perdón ofrecido y rechazado, que es la causa real de la condenación. Asimismo, el director de escena usó constantemente muchísimos supernumerarios, que no sólo chocaba entre sí en ocasiones, sino estorbaban el quehacer dramático. Me dio la sensación que la necesidad de mucho vestuario le ganó a la de ajustarse a la partitura de la obra.

Acto II Finale 

El reparto incluyó una mezcla de cantantes jóvenes pero experimentados, con miembros del Estudio de Ópera de Bellas Artes, jóvenes pero no experimentados.

Entre las mujeres destacó María Caballero como Donna Anna, Alejandra Sandoval tuvo un buen role-debut como Donna Elvira, y a la Zerlina le faltó picardía al mismo tiempo que mostró la voz pequeña, aunque bella, de Ariadne Montijo. Los hombres estuvieron parejos. Tomás Castellanos y David Echeverría, tiene aún un buen trecho por recorrer para ser unos buenos Don Giovanni y Leporello respectivamente. Esteban Baltazar estuvo adecuado como Masetto y José Luis Reynoso fue un sólido Comendador. Leonardo Sánchez tiene una bella voz y una buena escuela. ¿Será por esto que Lomónaco inventó la versión yucateca?

Juan Carlos Lomónaco, director artístico de la Sinfónica de Yucatán, y concertador hoy tuvo una buena actuación dirigiendo sus Orquesta, el Coro del Taller de la Ópera de Yucatán, preparado por María Eugenia Guerrero. El resultado musical hubiera sido mejor si los tiempos hubieran sido un poco más acelerados y si los cantantes hubieran seguido con más cuidado la batuta del director.

En resumen, estoy convencido que asistí a una buena representación de esta ópera tan compleja. Ojalá que este Don Giovanni seduzca al público de Mérida para que exija más y mejor ópera, lo que, ojalá, también suceda en todo el país.



 

@ Luis Gutiérrez Ruvalcaba


lunes, 11 de junio de 2018

Una ópera mexicana y contemporánea



El juego de los insectos en Bellas Artes. Junio 7 de 2018.



Federico Ibarra (1946) estrenó esta ópera “en versión de cámara” en 2009. La anterior administración artística la programó para esta temporada como su “estreno mundial” con orquestación y puesta en escena formal. Ante los recursos ya empleados y comprometidos, la nueva Dirección Artística la mantuvo en el programa como el segundo título de esta temporada; por cierto, espero que la crónica falta de atención del gobierno a la cultura no impida que el resto del programa de 2018 se lleve a cabo.

Estoy convencido de que Federico Ibarra es un compositor talentoso y con una gran experiencia operística; ha compuesto nueve óperas, la última en 2010. También estoy convencido, a diferencia de lo escrito en el programa de mano, de que no es el compositor actual más importante de México, es más, sus óperas no son las mejores y mucho menos las más importantes. Es claro que sus “groupies” difieren de mi opinión; si todos los humanos pensáramos igual, seguiríamos convencidos de que la tierra es el centro del universo y es plana.

El libreto de Verónica Musalem es una adaptación de la pieza teatral homónima de Karel y Josef Čapek (1921). La fábula de desarrolla en prólogo, tres escenas y epílogo.

En el prólogo un Vagabundo desilusionado del género humano decide adentrarse en el mundo de los insectos buscando un mundo mejor.

Las tres escenas se desarrollan, respectivamente, en el mundo de las mariposas, que representa a la juventud burguesa, el de los insectos rastreros y sucios, es decir el de la escoria de la sociedad, y en el subterráneo de las hormigas que representa al proletariado esclavizado por el capitalismo.

En el epílogo, el Vagabundo comprende que los insectos no son mejores que los humanos y, sorprendentemente en mi opinión, decide continuar buscando otro mundo mejor.

Un actor, que no canta ni se espera que lo haga, interpreta al Vagabundo. Es quien protagoniza prólogo y epílogo, y permanece como otro espectador el resto del tiempo.

Las mariposas de la primera escena la interpretan cuatro cantantes: un barítono arrogante a la búsqueda de la fama, un tenor activista cuyo objetivo es combatir el cambio climático y el deterioro de los ecosistemas, una mezzo preocupada por perder peso y ser más atractiva, y una soprano hermosa y sensual cuya principal característica es la vanidad.

Foto: Ana Lourdes Herrera

El mundo de los insectos rastreros y sucios es el del lumpenproletariado de los insectos. Lo habitan escarabajos, grillos, moscas y sus larvas, parásitos e, incongruentemente, una crisálida. Un barítono y una mezzosoprano forman la Familia Escarabajo, caracterizado por acumular mierda, en tanto que una soprano y un tenor son la Familia Grillo, que alguna vez fue de clase media. Un tenor canta un Parásito, en tanto que un bajo es la Mosca cuyo único objetivo es alimentar a su larva, un tenor invisible. Es en este mundo, el del lumpenproletariado, en el que se viven las escenas más abyectas y violentas.

El mundo de las hormigas obreras rojas es esclavizado por el Ingeniero y la Ingeniera, que a su vez tienen como aliado a un Científico. Los capitalistas, con el objetivo de incrementar su poder y riqueza, hacen uso de las “fake news” para hacer que sus obreras ataquen a las hormigas amarillas. En los momentos del combate, que, como se usaba en la ópera barroca. se realiza fuera de escena, el Ingeniero maniobra para convertirse sucesivamente en presidente de la colonia, mariscal del ejército y, finalmente, dios. Al final las hormigas rojas son masacradas.

El reparto incluye 20 cantantes que personifican, si así se puede decir, a 24 insectos. La producción incluye muchos “extras”, especialmente en la tercera escena, coro y una orquesta de gran tamaño. Fue interesante comprobar que el INBA logró poner en movimiento simultáneo a sus principales grupos estables, tanto musicales, como teatrales y de danza, además de solistas experimentados y egresados del Estudio de la Ópera de Bellas Artes.

Puedo destacar las interpretaciones de Dhyana Arom, la mariposa hermosa y vana, Enrique Ángeles, la mariposa arrogante y el Científico, Gerardo Reynoso como el Parásito y, muy especialmente, Rodrigo Garciarroyo quien fue el Ingeniero.

La música de Ibarra es ecléctica e incluye habaneras, música de cabaret, similar a la de Kurt Weill, entre muchas otras formas musicales. Es notable que, siendo una ópera contemporánea, no use atonalidad, ni dodecafonismo, ni cualquier otro sistema de música contemporánea. La música que mejor transmitió el drama sucedió durante las escenas de violencia de la segunda escena.

Claudio Valdés lideró un grupo de producción que logró un resultado bueno, aunque de alguna forma que no puedo precisar, sin llegar a un clímax dramático.

Guido Maria Guida tuvo un muy buen desempeño al guiar y controlar a la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes, éste preparado por Alfredo Domínguez, y a los solistas, a quienes nunca tapó con el volumen que exigió a la orquesta.

La mayor virtud de El juego de los insectos es que es una ópera mexicana y contemporánea, algo que muchos académicos dicen falta a la Compañía Nacional de Ópera. Por desgracia, el ser mexicano y contemporáneo no es necesariamente una virtud.

© Luis Gutiérrez Ruvalcaba