lunes, 11 de junio de 2018

Una ópera mexicana y contemporánea



El juego de los insectos en Bellas Artes. Junio 7 de 2018.



Federico Ibarra (1946) estrenó esta ópera “en versión de cámara” en 2009. La anterior administración artística la programó para esta temporada como su “estreno mundial” con orquestación y puesta en escena formal. Ante los recursos ya empleados y comprometidos, la nueva Dirección Artística la mantuvo en el programa como el segundo título de esta temporada; por cierto, espero que la crónica falta de atención del gobierno a la cultura no impida que el resto del programa de 2018 se lleve a cabo.

Estoy convencido de que Federico Ibarra es un compositor talentoso y con una gran experiencia operística; ha compuesto nueve óperas, la última en 2010. También estoy convencido, a diferencia de lo escrito en el programa de mano, de que no es el compositor actual más importante de México, es más, sus óperas no son las mejores y mucho menos las más importantes. Es claro que sus “groupies” difieren de mi opinión; si todos los humanos pensáramos igual, seguiríamos convencidos de que la tierra es el centro del universo y es plana.

El libreto de Verónica Musalem es una adaptación de la pieza teatral homónima de Karel y Josef Čapek (1921). La fábula de desarrolla en prólogo, tres escenas y epílogo.

En el prólogo un Vagabundo desilusionado del género humano decide adentrarse en el mundo de los insectos buscando un mundo mejor.

Las tres escenas se desarrollan, respectivamente, en el mundo de las mariposas, que representa a la juventud burguesa, el de los insectos rastreros y sucios, es decir el de la escoria de la sociedad, y en el subterráneo de las hormigas que representa al proletariado esclavizado por el capitalismo.

En el epílogo, el Vagabundo comprende que los insectos no son mejores que los humanos y, sorprendentemente en mi opinión, decide continuar buscando otro mundo mejor.

Un actor, que no canta ni se espera que lo haga, interpreta al Vagabundo. Es quien protagoniza prólogo y epílogo, y permanece como otro espectador el resto del tiempo.

Las mariposas de la primera escena la interpretan cuatro cantantes: un barítono arrogante a la búsqueda de la fama, un tenor activista cuyo objetivo es combatir el cambio climático y el deterioro de los ecosistemas, una mezzo preocupada por perder peso y ser más atractiva, y una soprano hermosa y sensual cuya principal característica es la vanidad.

Foto: Ana Lourdes Herrera

El mundo de los insectos rastreros y sucios es el del lumpenproletariado de los insectos. Lo habitan escarabajos, grillos, moscas y sus larvas, parásitos e, incongruentemente, una crisálida. Un barítono y una mezzosoprano forman la Familia Escarabajo, caracterizado por acumular mierda, en tanto que una soprano y un tenor son la Familia Grillo, que alguna vez fue de clase media. Un tenor canta un Parásito, en tanto que un bajo es la Mosca cuyo único objetivo es alimentar a su larva, un tenor invisible. Es en este mundo, el del lumpenproletariado, en el que se viven las escenas más abyectas y violentas.

El mundo de las hormigas obreras rojas es esclavizado por el Ingeniero y la Ingeniera, que a su vez tienen como aliado a un Científico. Los capitalistas, con el objetivo de incrementar su poder y riqueza, hacen uso de las “fake news” para hacer que sus obreras ataquen a las hormigas amarillas. En los momentos del combate, que, como se usaba en la ópera barroca. se realiza fuera de escena, el Ingeniero maniobra para convertirse sucesivamente en presidente de la colonia, mariscal del ejército y, finalmente, dios. Al final las hormigas rojas son masacradas.

El reparto incluye 20 cantantes que personifican, si así se puede decir, a 24 insectos. La producción incluye muchos “extras”, especialmente en la tercera escena, coro y una orquesta de gran tamaño. Fue interesante comprobar que el INBA logró poner en movimiento simultáneo a sus principales grupos estables, tanto musicales, como teatrales y de danza, además de solistas experimentados y egresados del Estudio de la Ópera de Bellas Artes.

Puedo destacar las interpretaciones de Dhyana Arom, la mariposa hermosa y vana, Enrique Ángeles, la mariposa arrogante y el Científico, Gerardo Reynoso como el Parásito y, muy especialmente, Rodrigo Garciarroyo quien fue el Ingeniero.

La música de Ibarra es ecléctica e incluye habaneras, música de cabaret, similar a la de Kurt Weill, entre muchas otras formas musicales. Es notable que, siendo una ópera contemporánea, no use atonalidad, ni dodecafonismo, ni cualquier otro sistema de música contemporánea. La música que mejor transmitió el drama sucedió durante las escenas de violencia de la segunda escena.

Claudio Valdés lideró un grupo de producción que logró un resultado bueno, aunque de alguna forma que no puedo precisar, sin llegar a un clímax dramático.

Guido Maria Guida tuvo un muy buen desempeño al guiar y controlar a la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes, éste preparado por Alfredo Domínguez, y a los solistas, a quienes nunca tapó con el volumen que exigió a la orquesta.

La mayor virtud de El juego de los insectos es que es una ópera mexicana y contemporánea, algo que muchos académicos dicen falta a la Compañía Nacional de Ópera. Por desgracia, el ser mexicano y contemporáneo no es necesariamente una virtud.

© Luis Gutiérrez Ruvalcaba







No hay comentarios.:

Publicar un comentario