viernes, 30 de noviembre de 2018

Britten en el CNART


Albert Herring en el Teatro de las Artes. Noviembre 29 de 2018

La noche de ayer asistí a la primera función de Albert Herring, la tercera ópera de Benjamin Britten, la única comedia que compuso. El grupo estable Solistas Ensamble del INBA, en colaboración con el Centro Nacional de las Artes, presentó la obra

La producción de Valeria Palomino es literal, lo que me agrada cuando veo una ópera por primera vez. Me gusta conocer más o menos lo que muchos llaman “las intenciones” del compositor. El argumento es muy fácil de entender cuando la escenografía, vestuario e iluminación, nos permiten hacerlo con facilidad, dado su naturalismo que evita cualquier símbolo que ensucie la simbología que representa la música. Juliana Vanscoit y Antonio Solares diseñaron la escenografía, la primera también diseñó el vestuario y Erika Gómez tuvo a su cargo la iluminación.


La acción se desarrolla en Loxford, lugar imaginario situado en la campiña inglesa.


La ejecución vocal y dramática fue buena en general. Grace Echauri fue Florence Pike, el ama de llaves de Lady Billows que fue interpretada por Graciela Díaz Alatriste; Óscar Velázquez como el vicario Mr. Gedge, Angelina Rojas como Miss Wordsworth la directora de la escuela local, el alcalde Mr. Upford por Rubén Cosme y Budd, el comisario de policía, por Emilio Carsi. Estos personajes son la crema y nata del pueblo. La clase trabajadora incluye al encargado de la recaudería Albert Herring, interpretado por Ángel Ruz, a su mamá, Mrs. Herring de Gabriela Thierry y a los ayudantes del carnicero, Ricardo Galindo, y de la pastelería, Itia Domínguez. Creo que debo asistir frecuentemente a los eventos en que participe este grupo estable.

Grace Echauri dominó el escenario, mostrando que aún tiene mucho que hacer como cantante de ópera; Óscar Velázquez volvió a regalarnos su hermosa y potente voz de barítono, y Gabriela Thierry destacó como Mrs. Herring.

Ángel Ruz realizó un trabajo de primera calidad al encarnar al héroe de la obra.

No sé por qué la escuela de actuación mexicana de niños tiene tan malos resultados en cualquiera de las artes dramáticas: cine, teatro u ópera. La actuación de dos niñas y un niño agregaron el ingrediente que impidió lograr una gran función. Las niñas estuvieron bien vocalmente.

El Maestro concertador Christian Gómez tuvo un excelente trabajo dirigiendo a los cantantes, y a la pequeña orquesta de sólo 13 músicos, en la que destacaron el percusionista Roberto Zerquera y el pianista Eric Fernández.

Si los niños hubiesen actuado bien, si y la dicción de los cantantes hubiera sido decente, esta función podría haber sido notable, pero sólo se quedó en muy buena.


© Luis Gutiérrez R


sábado, 17 de noviembre de 2018

Le nozze di Figaro en Bellas Artes. 15 de noviembre de 2018


El gineceo de la ópera iluminó el Castillo de Aguasfrescas (y el Palacio de Bellas Artes)

Narine Yeghiyan, Jacinta Barbachano De Agüero y Letitia Vitelaru


Le nozze di Figaro en Bellas Artes. 15 de noviembre de 2018



El gineceo mozartiano iluminó el Castillo (y el Palacio)
Es poco creíble que Le nozze di Figaro haya esperado casi veinte años para regresar al escenario del Palacio de Bellas Artes. Por fortuna, fue un regreso con mucha calidad operística, es decir de la puesta en escena y de la interpretación dramática y, sobre todo, musical.

La producción de Mauricio García Lozano ubicó la acción a fines del siglo XIX en la misma Sevilla, que ha sido ciudad fértil para los abusos de clase y sexuales desde antes de Beaumarchais y, por lo menos, hasta la caída del régimen franquista; esto permitió que la traslación en el tiempo no desvirtuara las ideas dramáticas de Le mariage de Figaro y de la adaptación de Da Ponte. La escenografía, diseñada por Jorge Ballina, respeta –en principio– las indicaciones escénicas de Mozart y Da Ponte. Disminuye el tamaño del escenario del Palacio a una plataforma cuadrada, en la que varios paneles adornados con celosías clásicas de estilo mozárabe forman los espacios donde se desarrolla la trama. Para mi gusto, el cambio continuo de la disposición de la escena aunado a la presencia de muchos extras dentro y fuera del Castillo de Aguasfrescas, “ensucia” de alguna forma la puesta en escena. 

En todo caso, mi única crítica sería el que la aparición de Antonio en el segundo acto no se realiza dentro de los aposentos íntimos de la Condesa. Este detalle es importante, ya que el que cualquiera entre a ellos, especialmente el jardinero borracho, es una humillación para Rosina. En fin, todo esto no es más que quejarme de cosas nimias, probablemente importantes sólo para mí. 

El diseño de iluminación de Víctor Zapatero es adecuado; digo sólo adecuado porque ilumina el cuarto acto, que se desarrolla en el jardín cuya penumbra propicia la confusión de personalidades, con luz intensa que no da la posibilidad de que las personalidades de la señora y la doncella se puedan confundir. Algo que me incomodó fue la forma en que se presentó la danza de la escena de la boda, coreografiada muy burdamente y sustituyendo el pecaminoso fandango con algo que se bailaba, es un decir, individualmente. El vestuario diseñado por Jerildy Bosch fue atractivo y coherente con el concepto de García Lozano. En resumen, pese a mis pequeños berrinches, creo que la producción fue efectiva y fiel a “las intenciones” de Mozart y Da Ponte.

El aspecto más importante de esta ópera es la música de Mozart. En mi opinión, alcanzó un nivel general de calidad que he visto muy pocas veces en México. La ejecución de las cinco mujeres del reparto fue de primer rango.

La soprano armenia Narine Yeghiyan, la Condesa Almaviva, brilló especialmente. Cantó “Dove sono” con perfección musical e intensidad dramática. Este número fue el que el público aplaudió con más entusiasmo. Su frase “Più docile io sono” fue tan tierna que logró apagar rápidamente la carcajada que los supertítulos provocan cuando el Conde dice “Contessa perdono” (jamás entenderé esta carcajada). 

Letitia Vitelanu, soprano rumana, compuso uno de los papeles que más energía consumen de una cantante, pues Susanna se encuentra prácticamente toda la ópera en el escenario sobre el que canta dos arias, seis duetos, dos tríos, el sexteto, y es parte fundamental de los finales del segundo y cuarto acto. Su voz es bella y mantuvo afinación y dinámica correctas durante toda la ópera sin que se oyera cansada, lo que de alguna forma refleja una muy buena técnica vocal. Esto lo demostró cabalmente al cantar “Deh, vieni non tardar”, el momento musical cumbre musical de Susanna. Tanto ella como la Condesa formaron un equipo dramático y vocal excelente, tanto en sus números solistas como en los de conjunto. 

La tercera mujer principal del reparto, bueno la joven que se disfraza de chico que se disfraza de chica y que al final vuelve a disfrazarse de chico, Jacinta Barbachano De Agüero, encarnó magníficamente a Cherubino. Su actuación fue fenomenal y su desempeño vocal demostró una gran calidad. Su voz es la de una auténtica mezzosoprano con un color oscuro, que no le impide llegar a las notas altas de exige la parte y brillar al cantar “avvampar” en “Voi che sapete”. Creo que en el futuro inmediato esta mezzo será una cantante a seguir.  

Y no solamente destacaron las tres mujeres principales. Gabriela Thierry, mezzosoprano experimentada, hizo una gran Marcellina. En el dueto con Susanna se vio absolutamente altanera y humillada, y en el sexteto una burlona novia convertida en tierna madre y suegra. Cantó en forma excelente “Il capro e la cappreta”, aria del cuarto acto omitida en casi todas las producciones, incluidas las de los Festivales de ópera. Dora Garcidueñas compuso una Barbarina mucho muy por arriba del nivel que he visto en muchos teatros. Su “L’ho perduta” y su actuación fueron de Festival.

Los hombres no estuvieron tan bien. El ruso Denis Sedov como Figaro actuó muy bien y destacó vocalmente en los números de conjunto. Estuvo bien en su cavatina y en “Non piû andrai”, aunque no al nivel de las mujeres, t se oyó muy cansado en “Aprite un po’ quegl’occhi”. Si no hubiese cantado forte todo el tiempo podía haberse evitado ese cansancio palpable. Quien no acaba de convencerme dramáticamente es Armando Piña, quien personificó al Conde Almaviva. Su actuación es muy artificial, y su canto no llega a donde yo esperaba que llegaría algún día. Arturo López Castillo actuó un buen Bartolo, aunque vocalmente oscilara entre el fortísimo y el inaudible al sortear los tresillos de corcheas en su aria. Juan Carlos López Muños, Luis Alberto Sánchez y José Antonio Alcaraz Azpiri tuvieron un buen desempeño razonable como Basilio, Don Curzio y Antonio respectivamente.

Srba Dinić dirigió con tiempos adecuados y equilibró adecuadamente el desempeño de la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes con el de los solistas. No ha sido la mejor noche de la Orquesta, especialmente por las desafinaciones de los cornos y entradas a destiempo de uno que otro violín. He de decir que las maderas, tan importantes en esta ópera, tuvieron una muy buena interpretación, en especial el fagot de David Tyron Ball Condit durante la obertura. El coro, ahora preparado por Stefano Ragusini, tuvo una buena actuación.

Tengo una queja sobre la lentitud con la que se cantaron los recitativos. De hecho, esto provocó que la ópera se alargara más de lo normal. No creo que el clavecinista Ricardo Magnus haya sido el origen de este recitado paquidérmico. De hecho, Magnus logró momentos muy bellos en sus guiños a “Un moto di gioia” y al andante del concierto para piano 23 durante el inicio del tercer acto.

Pido su indulgencia para discurrir algo sobre la obertura. El presto (allegro assai en la partitura que Mozart usó en el estreno) interpreta implícitamente el loco girar de los destinos humanos que recorren la ópera sin pausa, creando una intriga de casos sucesivos, siempre más complicados, que llega finalmente a la solución de la folle journée. El drama está en la música. García Lozano decidió presentar acción dramática durante la obertura, en mi opinión redundante y distractora de la música, aunque debo decir que la imagen al subir el telón fue muy bella.

García Lozano completa con Le nozze di Figaro el grupo de óperas en las que colaboraron Mozart y Da Ponte, creo que fue en ésta la que tuvo el resultado más feliz, en todos los sentidos. La función fue también muy feliz, en especial por el desempeño del gineceo de esta ópera. Creo que, en esta ocasión, sí encontré felicidad.





© Luis Gutiérrez R

lunes, 12 de noviembre de 2018

Las óperas de Rossini




      1. Demetrio e Polibio. Teatro Valle, Roma. 18 mayo1812[1]

2.    La cambiale di matrimonio. Teatro San Moisè, Venecia. 3 noviembre 1810

3.    L’equivoco stravagante. Teatro del Corso, Bologna. 26 de octubre de 1811

4.    L’inganno felice. Teatro San Moisè, Venecia. 8 enero 1812

5.    Ciro in Babilonia, ossia La caduta di Baldassare. Teatro Comunale, Ferrara. 14 marzo 1812

6.    La scala di seta. Teatro San Moisè. Venecia. 9 mayo1812

7.    La pietra del paragone. Teatro alla Scala, Milán. 26 septiembre de 1812

8.    L’ocassione fa il ladro. Teatro San Moisè, Venecia. 24 noviembre 1812

9.    Il Signor Bruschino. Teatro San Moisè, Venecia. 27 enero 1813

10.  Tancredi. Teatro La Fenice, Venecia. 6 febrero 1813

11.  L’italiana in Algeri. Teatro San Benedetto, Venecia 22 mayo 1813

12.  Aureliano in Palmira. Teatro alla Scala, Milán. 26 diciembre 1813

13.  Il turco in Italia. Teatro alla Scala, Milán. 14 de agosto 1814

14.  Sigismondo. Teatro La Fenice, Venecia. 26 de diciembre 1814

15.  Elisabetta, regina d’Inghilterra. Teatro San Carlo, Nápoles. 4 octubre 1815

16.  Torvaldo e Dorliska. Teatro Valle, Roma. 26 diciembre 1815

17.  Il barbiere di Siviglia. Teatro Argentina, Roma. 20 febrero 1816

18.  La gazzetta. Teatro dei Fiorentini, Nápoles. 26 septiembre 1816

19.  Otello. Teatro del Fondo, Nápoles. 4 diciembre 1816

20.  La Cenerentola, ossia La bontà in trionfo. Teatro Valle, Roma. 25 enero 1817

21.  La gazza ladra. Teatro alla Scala, Milán. 31 mayo 1817

22.  Armida. Teatro San Carlo, Nápoles. 9 noviembre 1817

23.  Adelaide di Borgogna. Teatro Argentina, Roma. 27 diciembre 1817

24.  Mosè in Egitto. Teatro San Carlo, Nápoles. 5 marzo 1818

25.  Adina. Teatro Nacional de São Carlos, Lisboa. 22 junio 1826[2]

26.  Ricciardo e Zoraide. Teatro San Carlo, Nápoles. 31 diciembre 1818

27.  Ermione. Teatro San Carlo, Nápoles. 27 marzo 1819

28.  Eduardo e Cristina. Teatro San Benedetto, Venecia. 24 abril 1819

29.  La donna del lago. Teatro San Carlo, Nápoles. 24 octubre 1819

30.  Bianca e Faliero, ossia Il consiglio dei tre. Teatro alla Scala, Milán. 26 diciembre 1819

31.  Maometto II. Teatro San Carlo, Nápoles. 3 diciembre 1820

32.  Matilde di Shabran, ossia Bellezza e cuor di ferro. Teatro Apollo, Roma. 24 febrero 1821

33.  Zelmira. Teatro San Carlo, Nápoles. 16 febrero 1822

34.  Semiramide. Teatro La Fenice, Venecia. 23 febrero 1823

35.  Il viaggio a Reims, ossia L’albergo del giglio d’oro. Théâtre–Italien, París. 19 junio 1825

36.  Le siège de Corinthe. Opéra (Salle Le Peletier), París. 9 octubre 1826[3]

37.  Moïse et Pharaon, ou Le passage de la Mer Rouge. Opéra (Salle Le Peletier), París. 26 marzo 1827[4]

38.  Le Comte Ory. Opéra (Salle Le Peletier), París 20 agosto 1828

39.  Guillaume Tell. Opéra (Salle Le Peletier), París. 3 agosto 1829




[1] Compuesta antes de 1808
[2] Compuesta en 1818
[3] Revisión de Maometto II
[4] Revisión de Mosè in Egitto

domingo, 11 de noviembre de 2018

Così fan tutte en Zürich. 4 de noviembre de 2018


El compositor es el dramaturgo

La Ópera de Zürich encargó hace dos años al cineasta y director teatral y operístico ruso Kirill Serebrennikov, una nueva puesta en escena de Cosí fan tutte para estrenarla en la temporada 2018–2019. En agosto de 2017, el director fue acusado, y puesto en arresto domiciliario, por malversación de fondos. Se sospecha que la causa real del conflicto es la oposición manifiesta de Serebrennikov a Putin. A la fecha el director continúa arrestado.

Serebrennikov puede usar una computadora con cámara y USB, pero no cuenta con internet. Los ensayos iniciaron en septiembre y, hasta donde sé, el proceso fue sumamente complejo ya que el se desarrolló con la grabación y transferencia a un USB, mismo que proporcionaba a su abogado, quien transmitía por internet la información al dramaturgo –y traductor del ruso al alemán, ya que al menos tres de los miembros del reparto no entienden ruso– quien lo daba a conocer al equipo artístico; durante los ensayos la información fluía, es un decir, entre Zürich y Moscú. Además de este inconveniente “técnico”, el gran número de ideas del director provocaron un proceso de ensayos muy difícil, y en varios casos, muy frustrante. 

Con lo anterior como antecedente, inicio mi reseña.

Serebrennikov también diseñó la escenografía y el vestuario, por lo que en Zürich fue asistido escénicamente por Evgeny Kulagin y en los diseños por Nikolay Simonov y Tatiana Solmatovskaya, respectivamente. La iluminación fue del local Franck Evin y se usó video –en ocasiones importante dramáticamente– realizado por Ilya Shagalov. 

El escenario se divide en dos niveles; al iniciar la ópera, representan un gimnasio en el que el primer piso es ocupado por hombres y el segundo por mujeres. Al despejarse el primer piso después de la obertura, los amantes y el filósofo cruzan la apuesta, en tanto que las chicas se ejercitan corriendo sobre una máquina en el segundo piso. Ellas admiran selfies que sus novios les acaban de enviar; durante el recitativo que sigue a “Ah, guarda sorella”, las hermanas se visten después de tomar un baño ejecutando un strip–tease invertido. Nota: en este momento es obvio que el casting de la ópera se hizo no sólo considerando la calidad de las voces, sino también la apariencia de las dos hermanas, bellas y con cuerpos atractivos, además de tener la voluntad de aparecer en ropa interior en el escenario. De hecho, Dorabella sólo viste bragas y una bata transparente al final del dueto con Sempronio en el acto II. No estoy para juzgar esta decisión en lo general, pero en esta producción en particular, fue una muy feliz.

Ruzan Mantashyan y Olga Goryachova
(c) Monika Ritterhaus, Opernhaus Zürich 

La modificación importante a la estructura del argumento de Da Ponte consiste en que los novios no sólo se van a la guerra, sino que mueren en ella –según se ve en un video en el que se el coro, situado atrás del escenario, cantando “Bella vita militar! – e incluso son incinerados. Las hermanas recuperan las urnas de las cenizas y se despiden de sus amantes cantando el soberbio “Soave sia il vento”.

Ruzan Mantashyan, Michael Nagy y Olga Goryachova
(c) Monika Ritterhaus, Opernhaus Zürich 

En la casa de las hermanas, Dorabella se muestra histérica, por lo que Despina, en papel de psicoterapeuta –es cierto que hoy día los terapeutas son responsables de mantener limpio el consciente y el inconsciente– decide darles la primera lección de la escuela durante “In uomini, in soldati”, usando una pantalla en la que se proyectan imágenes machistas –kinder, kuchen, kirchen– y feministas –to call a man an animal is to flatter him; he´s a machine, a walking dildo–. Para complementar la muerte e incineración de los soldados, Don Alfonso llega a la casa y les presenta a Tizio y Sempronio, quienes los personificarán por una gran parte de la ópera. Esta idea, el cambio de individuos, tiene como principal efecto el hacer aparecer a las hermanas menos estúpidas de lo que se presenta usualmente, y de lo que Da Ponte escribió. Los actores visten cual árabes millonarios, y llevan cada uno una corona fúnebre hecha de rosas blancas y rojas, en forma de corazón. Durante la escena, Fiordiligi amenaza a los nuevos pretendientes con una pistola, lo que hace que Dorabella, Despina y Alfonso, traten de evitar una catástrofe. La acción se desarrolla hasta el final del primer acto sin mayores sorpresas. En este punto pensé que yo hubiera arrestado a Serebrennikov por otra razón. Sin embargo… Finem lauda! 


Olga Goryachova, Rebeca Olvera y Ruzan Mantashyan
(c) Monika Ritterhaus, Opernhaus Zürich 

El momento de la solución dramática de la sustitución de los soldados por actores llega poco después de “la boda” de las dos parejas “equivocadas”, y es esencialmente musical. En el compás 290 del final del segundo acto, el regreso de “Bella militar”, la música se sustituye con los primeros 30 compases de la obertura de Don Giovanni, es decir la explosión de terror que inicia la ópera –no la entrada del Comendador al final del segundo acto, como algún colega indicó–. Esto se justifica dramáticamente en esta producción, pues resuelve la reaparición de los amantes muertos al partir a la guerra. Está claro, en mi opinión que la solución al cambio del argumento es inteligente, mucho, aunque estoy seguro que concepto dramático-musical molestó, y molestará, a muchos aficionados a la ópera. Entonces, con la vuelta de Ferrando y Guglielmo, la ópera se desliza suavemente a su final, en el que no se muestra una solución de qué parejas se forman, de hecho, los personajes terminan aislados.

Rebeca Olvera, Olga Goryachova, Andrei Bondarenko. Frédéric Antoun, Ruzan Mantashyan y Michael Nagy
(c) Monika Ritterhaus, Opernhaus Zürich 

El aspecto musical sufrió de cortes excesivos, no sólo los habituales del dueto de los soldados en el primer acto y la segunda aria de Ferrando, “Ah lo veggio, quell’anima bella”, sino también de unas grandes secciones de recitativo secco (¡había escrito recitativo sexo!) y de un segmento muy importante del final del segundo acto, esto como resultado de la inclusión del elemento de Don Giovanni.

La actuación vocal y dramática de todos los integrantes del reparto fue de una alta calidad. Si acaso, no se percibió el desarrollo actoral – lamentado por uno de ellos – de Frédéric Antoun (Ferrando) y Andrei Bondarenko (Guglielmo). Antoun cantó con un gran sentimiento y belleza sus dos arias, destacando los alientos de la orquesta en “Tradito, schernito”. Michael Nagy fue un intrigante de alta calidad habiendo logrado una destacada participación en “Soave sia il vento”. Las mujeres estuvieron en un nivel excelente. La joven armenia Ruzan Mantashyan, debutante en la casa, creó una Fiordiligi fantástica –sólo recordar el rondò “Per pietà, ben mio perdona” me hace sentir placer–, Anna Goryachova encarnó a Dorabella con humor, calidad vocal y actuando con extremada sensualidad; y Rebeca Olvera volvió a mostrar su hermosa voz cristalina y sus muy desarrolladas cualidades actorales como Despina. 

Cornelius Meister llevó a buen puerto a la Philharmonie y Chor des Oper Zürich, así como a los solistas. Es posible que los tiempos hayan sido un poco disparejos. 

Es extraño que dedique muchas más palabras a la producción que al aspecto musical, pero en esta ocasión es obligatorio dadas las particularidades de la génesis y del concepto de la puesta en escena. Quisiera agregar que para aprehender con profundidad los miles de ideas que Serebrennikov incluye en su producción, se necesita acudir a más funciones, cosa que por cuestiones de tiempo y espacio no puedo hacer. 

La producción es muy potente y muy polémica por muchas razones: la génesis, el concepto que modifica en forma importante el argumento, la solución musical al concepto, el casting de mujeres guapas con cuerpo atractivo, altísimas calidades vocal y dramática. Estoy seguro que muchas personas del mundo de la ópera reaccionarán negativamente a la tipificación de los personajes en esta producción. Habrá que darse cuenta que ya quedó atrás el estilo “stand and delivery” y que hoy se espera que los cantantes den “el tipo” que estamos viendo en la escena. Si el interés en la ópera sólo se centra en lo musical, habrá que ir a las llamadas “galas” o a las funciones de “ópera en concierto” –¡que oxímoron tan espectacular!.

La asistencia de la prensa a la premier fue impresionante, aunque en realidad se trataba de mucha prensa política dados los antecedentes de la puesta. Al final llegué a la conclusión que Serebrennikov no merece estar arrestado por sus ideas operísticas. #Free Kirill


© Luis Gutiérrez