domingo, 19 de enero de 2014

Homenaje a Mozart en el aniversario de su natalicio


Mozart fue la admiración de mi juventud,
la desesperación de mis años maduros
y el consuelo de mi vejez
Gioachino Rossini


El 27 de enero de 1756 nació Wolfgang Amadeus Mozart en Salzburgo.

Mozart es, sin duda, uno de aquellos seres que puedo catalogar, sin que mi cara se enrojezca, dentro de la categoría cuyos miembros se cuentan con los dedos; la de los grandes genios de la especie como Arquímedes, Leonardo, Shakespeare, Galileo, Newton, el propio Mozart, Darwin y Einstein.
Mozart no inventó la música, es más, su arte no es del gusto de muchos, pero nadie puede dudar que su obra representa la culminación del periodo clásico de la música. Sus obras son parte fundamental de todos los géneros musicales.
En su juventud fue un gran productor de música sacra, mucha de ella de gran calidad, pero al dejar de servir en Salzburgo, sólo compuso el motete Ave, verum corpus y dos obras incompletas, la Missa en do menor y el Requiem. En contraste, durante sus años como kapellmeister de Leopoldo II, compuso una enorme cantidad de danzas.
Puedo aventurarme a decir que fue él quien inventó el concierto para piano en su forma definitiva. Muchos de estos son obras maestras del género. La mayoría de ellos fueron interpretados públicamente por el mismo Mozart, quien era un virtuoso del piano, además de gran violinista.
Su obra para clarinete (incluyendo los instrumentos de la familia de éste), es sublime, incluyendo el concierto para clarinete, el quinteto para clarinete y cuerdas y los solos de clarinete que acompañan los dos rondós de La clemenza di Tito. No nos podemos olvidar de sus divertimentos para alientos como la serenata en Si bemol para 13 instrumentos (Gran Partita).

También escribió conciertos para muchos otros instrumentos solos o en grupos. En esta categoría destaca la sinfonía concertante para violín y viola. Al respecto me pregunto sin contestación posible ¿por qué no compuso por lo menos un concierto para violonchelo, instrumento con el cual hace maravillas en muchas obras?. 

En lo referente a la música de cámara, sus sonatas para piano solo y violín y piano son parte fundamental de este género, como son los tríos, cuartetos y quintetos para cuerdas solamente o con piano. Mozart se une a Haydn, Beethoven y Schubert en el panteón exclusivo de quienes hicieron del cuarteto de cuerdas un arte en sí mismo.

En el mundo de la música sinfónica tuvo en Haydn un formidable músico a quien emular. Mozart compuso al menos 41 sinfonías, muchas de ellas de altísima calidad. La No.25 en sol menor tiene una fuerte influencia del movimiento Sturm und drang que preludiaba el Romanticismo; al abrazar el estilo galante en su música, se alejó del contrapunto barroco, pero regresó a un contrapunto más complicado si es posible, como el que escuchamos en el cuarto movimiento de la sinfonía No.41 en el que Mozart se manifiesta con esplendor en el manejo magistral de seis temas distintos. No podemos ignorar las sinfonías 29, 31, 35, 37, 38, 39 y 40.
Dejo para el final el género que me apasiona. Como todo compositor del Siglo de las Luces, la ópera era el género en el que siempre quiso brillar. Mozart compuso 22 obras para ser escenificadas, incluyendo todos los subgéneros de la forma artística. Hoy día, siete de sus óperas son parte central del repertorio de cualquier compañía que se respete: una ópera reformista (en el sentido de las obras de Gluck) Idomeneo; dos singspiele, Die Entführung aus dem Serail y Die Zauberflöte; las tres óperas bufas (en el sentido musical formal y cuyos libretos se denominan Dramma giocoso) en colaboración con Lorenzo Da Ponte como libretista: Le nozze di Figaro, Don Giovanni y Così fan tutte; y su última ópera La clemenza di Tito, cuyo libreto originalmente de Metastasio fue convertido por Caterino Mazzolà en una ópera verdadera, en palabras de Mozart por lo que no se trata de una típica ópera italiana consistente en una larga serie de arias “de salida”, sino una en la que los números de conjunto y el coro subrayan el sentido dramático de la obra.

En todas sus óperas de madurez, Mozart explora tres temas fundamentales: la diferencia entre clases sociales, seguramente alimentada por su historia personal; el erotismo, como amor o como lujuria, pasiones experimentadas por Mozart durante toda su vida; y el perdón, característica con la autoridad en general, de la que lo solicitaba no obstante haberla confrontado.

Es en Le nozze di Figaro, ópera que según algunos (me incluyo) basta para justificar la civilización occidental, en donde los temas son muy claros. En el fondo todo es una confrontación entre clases sociales aunque Mozart y Da Ponte hayan expurgado las escenas más contenciosas de la comedia de Beaumarchais, el amor es obvio entre Figaro y Susanna y el de Rosina por el Conde, aunque este no sea correspondido. La lujuria es patente en Almaviva y cuando Susanna canta “Deh vieni non tardar” –aria que más que hablar del deseo es musicalmente el deseo mismo–  y el perdón culmina la ópera en un momento musical inolvidable, en el que una mujer vestida de sierva perdona al Gran Corregidor de Andalucía arrodillado ante ella. Parafraseando a Peter Schaffer, en este momento todos los que estamos presentes en el teatro nos sentimos absueltos de todas nuestras faltas.

La música de Mozart no es una pieza de porcelana ni un bibelot como muchos lo hacen creer o interpretan, es sensual y conflictiva a la vez. Charles Rosen lo expresa muy claramente cuando escribe: “Es sólo por el reconocimiento de la violencia y la sensualidad existente en el centro de la obra de Mozart por lo que podemos encaminarnos hacia una comprensión de sus estructuras y hacernos una idea de su magnificencia. En todas las expresiones supremas de sufrimiento y terror de Mozart, hay algo terriblemente voluptuoso”.
Estas líneas no pretenden ser algo más que un humilde elogio de quien es uno de esos héroes que han influenciado mi vida en una forma profunda. Creo que si no tuviésemos la música de Mozart, este mundo no sería un lugar en el que quisiera vivir. Por fortuna nadie, aún el peor de sus intérpretes, es capaz de evitar que esta maravilla siga existiendo mientras el ser humano siga siendo eso, humano.