sábado, 13 de junio de 2015

La caída


La traviata en Bellas Artes, 11 de junio de 2015.

La producción de Juliana Faesler y Clarissa Malheiro se caracterizó por una mediocridad conceptual y de ejecución. El primer acto ubica la casa parisina de Violetta a mediados del siglo XVIII dados el vestuario y el uso de pelucas –que disgustaban tanto a Verdi, que decidió ubicar la acción durante el siglo XVII (sabemos que el censor no permitió que se llevara a cabo en los 1850’s) antes del uso generalizado de las pelucas, habiendo prohibido su uso en carta de Piave a Brenna del 5 de febrero de 1853. Es claro que ni las directoras de escena (o sea las ponedoras) ni el “diseñador de vestuario” hicieron un trabajo profundo en cuanto al proceso de composición de la ópera por parte de Verdi. Entrecomillé el título de Mario Martín del Río, ya que su trabajo se limitó a buscar en las bodegas de Bellas Artes lo que él creyese adecuado para la obra. Debo decir que la búsqueda fue especialmente desafortunada. La primera escena del segundo transcurre entre tubos que simulan la casa campestre de Violetta y el vestuario es anacrónico pues Violetta continua usando vestido del siglo XVIII, Germont se viste como en el XIX y Alfredo como en el XX. En la segunda los miembros masculinos del coro usan trajes de etiqueta – ¿lo suyos? – y las mujeres se disfrazan como si trabajaran en lo que simula el burdel que regentea Flora. El tercer acto ejecutado en el pabellón de tuberculosos de un hospital del siglo XX es simplemente patético. Violetta en bata y los Germont en traje de levita “redondean”, casi, el diseño de vestuario. Lo original es el vestuario de un grupo de extras de ambos sexos de los cuales, la mitad está vestido con un traje de meseros muy “mono” y la otra con una falda de tule de bailarina de ballet y levita. Esto sí fue un gancho a mi hígado. Al subir el telón del tercer acto, aparecen los extras en el proscenio dando espaldas al público y caminando hacia el fondo del escenario van colocando camelias, ¡qué bonito!

 
© Ana Loudes Herrera
Las directoras de escena y el director de vestuario nos llevaron por un viaje cultural que simplemente llegó a una zanja para hundirse estrepitosamente.
 

La escenografía, diseñada por Erika Gómez fue paupérrima. La iluminación de Juliana Faesler se concentró en cambios de colores sin que agregaran algo al drama. En descargo del “equipo creativo” habrá que decir que el presupuesto para esta producción fue minúsculo, indigno de lo que el INBA debería proporcionar. Por cierto, ¿qué hace la omnipresente Bertha Coutiño a la que en todas las presentaciones de la Ópera de Bellas Artes se acredita como “productora ejecutiva?

 
© Ana Loudes Herrera

 
 
Es cierto que para asistir a la ópera hay que suspender la incredibilidad, pero no tanto. Violetta muere después de haber cantado de pie todo el tercer acto. Me hao dos preguntas, ¿por qué no usó las muletas que estaban junto a su cama de hospital?, ¿murió de tuberculosis o de cansancio? Otro toque “creativo” es el hecho de que Germont va a visitar a Violetta durante el segundo acto, acompañado por su hija, quien se encuentra con Violetta, a quien dedica una mirada de reprobación al acercarse ambas a cada lado del lecho que comparten los amantes.
 

Debo decir que durante los intermedios algunos amigos me comentaron que la producción había mejorado después del estreno.
 

El punto crucial de la ópera, colocado casi en la mitad de la misma, es la exclamación “Amami Alfredo, amami quant’io t’amo… Addio”, quien lo hace sin pasión y fuerza no es una buena Violetta, independientemente como cante el resto del papel. El caso es que Marcela Chacón lo hizo sin pasión ni fuerza. Su mejor parte fue el cantabile del aria del primer acto, “È strano…Ah, fors’è lui” en el que superó un intento de sabotaje de los cornos. Al final de la cabaletta, las directoras de escena me sorprendieron al hacer aparecer a Alfredo quien abraza a su amada cuando ésta termina, no muy bien que digamos, el primer acto.


Alfredo Chacón (sin relación con Marcela) actuó y cantó un buen Alfredo, aunque debo decir que su voz no acaba de gustarme del todo, pues la oigo algo estrangulada y metálica durante los recitativos; por cierto, debo confesar que la voz de los tenores es la que menos aprecio en una ópera.
 

© Ana Loudes Herrera
 
 
Jesús Suaste fue un notable Germont. 
 

La mayoría de los cantantes que ejecutaron los papeles secundarios debutaron en Bellas Artes y son miembros del Estudio de Ópera de Bellas Artes. Hicieron un trabajo más que meritorio, aunque durante el primer acto tuvieron una tendencia a cantar fortissimo.
 

Esta vez no me gustó la dirección de Srba Dinic dado que no logró que la Orquesta del Teatro de Bellas Artes lograse la transparencia casi como de un velo muy ligero que requieren los preludios de los actos I y III; de hecho en el primero, un violín entró antes de tiempo en una forma muy notoria. Por otra parte, en la introducción orquestal del “Amami Alfredo” ahogó el recitativo de Violetta. El Coro del Teatro de Bellas Artes, dirigido esta vez por Jorge Alejandro Suárez, miembro del antedicho coro, tuvo una actuación satisfactoria a secas. Es probable que el vestuario haya influenciado en la calidad de su trabajo.


Toda esta ópera gira no sólo en torno a su protagonista, sino sobre el eje que forma el torrente de pasión y fuerza que es el “Amami Alfredo”, si este grito no me conmueve puedo afirmar que en el mejor de los casos fue musicalmente una función mediocre. Il resto nol dico!


 
© Luis Gutiérrez Ruvalcaba

2 comentarios:

  1. Yo fui a la primera función con la otra Violetta, María Katzarava, y fue desastrosa. Si te dijeron que mejoró imagínate, en horrendo, como estaría. Cambios importantes desde hace muchos años en la Ópera. No será ya tiempo que dejen trabajar a Ramón Vargas en lo que sabe y puede. Tener un Director Artístico de ese nivel, hablo de sus conocimientos y su experiencia en su profesión de artista de Ópera, que para eso lo contrataron, no para labores burocráticas desgastantes a las que no está obligado a realizar. ¡Zapatero a tus zapatos¡ A Ronaldinho lo contratan para hacer goles. Para pelearse con los directivos hay otros. ¿Es que no pueden entender algo tan simple?

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  2. "Questo è stato un pugno nello stomaco. " Mucho he disfrutado leer en italiano la excelente traducción de la crítica del Operópata Luis Gutierrez R que, gracias a Dios, ha adquirido la costumbre (buena o malo lo sabe el mismo Omnipotente) de asistir a las funciones de ópera al teatro del Palacio de Bellas Artes, para reseñar, con un humor gris más parecido al negro, su siempre inteligente, certero, atinado, puntilloso, ligero y socarrón a veces, punto de vista,que ha traído un nuevo aire purificador al ambiente ya anquilosado, estilo machote, de los que escriben sobre el arte lírico en México. Gutierrez ha ido atinando y afilando su pluma directa y a veces punzante señalando con ojo avisor y penetrante, halcón en vuelo, a una presa que enseña a veces los remiendos y las carencias de una producción descuidada,descocida, remendada, traje de arlequín hecho de parches mal cosidos y sin gracia, en que se ha convertido, para nuestra desgracia, la paupérrima OBA que prometía y auguraba un cambio positivo a la excelencia que se ha negado por muy buena voluntad que se pretenda tener. La situación crítica por la que pasa este arte ha venido acrecentandose cada vez más con el paso de los años y pareciera que no tiene remedio ninguno. Los agoreros pesimistas, los emisarios del pasado, los poseedores de canonjias y prebendas, se han fijado la meta de acabar, eso parece, con lo poco que subsiste agonizante y maltrecho, de la antes llamada CNO ahora OBA. No se trata de tan solo un cambio de siglas. Muchísimo más se necesita para sacar al buey de la barranca donde todavía patalea agonizante el desdichado bicho. Don Luis trae una voz crítica que noshacía falta. Sus crónicas retratan con mordaz acierto la situación de decadencia que padecemos. Creo que ya es hora de realizar, cuando ya se tocó fondo, ese cambio de estructura que prometieron nuestras autoridades culturales. Ya no podemos esperar más. Cambiar o morir. No hay ya de otra.

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