lunes, 5 de mayo de 2014

I puritani en el MET, 29 de abril de 2014.

Mozart escribió a su padre el 13 de octubre de 1782 “¿Por qué las óperas cómicas italianas agradan en todos los lugares – pese a sus miserables libretos – aún en París donde yo mismo atestigüé su éxito? Sólo porque en ellas la música reina suprema y cuando uno la escucha todo lo demás se olvida.” I puritani no es ciertamente una ópera cómica, pero su libreto sí es miserable. Estrenada en París el 25 de enero de 1835, casi 53 años después de la carta de Mozart, su música hace que nos olvidemos de todo lo demás, libreto y puesta en escena incluidos.
La producción de Sandro Sequi, estrenada en 1976, es del tipo llamado “tradicional”, es decir de las que pretenden “realismo” y que estaban de moda en esa época. La mayoría del público del MET adora estas producciones, aunque ya se vean pasadas de moda al compararlas con las nuevas producciones europeas, y las del propio MET, tanto de aquellas en las que el director de escena creen que el compositor es el dramaturgo de la obra, como de aquellas en las que al director de escena no le importa la obra, sino que son pretexto para exponer “su concepto”, buscando, en muchas ocasiones escandalizar al público. Soy de aquellos que prefieren las obras tradicionales o modernas siempre que respetan la partitura y, si lo merece, el libreto. Lo siento por expresar “mi concepto” a este respecto. En este caso la producción es atractiva visualmente y respeta esencialmente la partitura.
Bellini tuvo el privilegio de contar con cuatro formidables intérpretes para componer la obra: Giulia Grisi (Elvira), Giovanni Battista Rubini (Arturo), Antonio Tamburini (Riccardo) y Luigi Lablache (Giorgio). Esta circunstancia permitió Bellini escribir una de sus partituras más bellas. Esto también causa que la ópera se interprete muy pocas ocasiones en nuestros tiempos, ya que no florecen todos los días cantantes que cuenten con la tessitura necesaria, así como la técnica indispensable para hacer justicia a la obra.
La estructura musical es un ejemplo de la adhesión al “código Rossini” que fue la regla en la ópera italiana hasta que Verdi lo abandonase al ser su nueva técnica en Rigoletto y La traviata – aunque regresaría al uso del “código” en Il trovatore.
Mariusz Kwiecien (Riccardo) tuvo una magnífica intervención durante su aria “Ah, per sempre” cuyo larghetto es una exhibición del estilo de Bellini, culminando en la cabaletta “Bel sogno beato” que combina agilidad vocal con ardor romántico. Pese a que se anunció que el barítono polaco padecía de un resfriado, no se notó ningún problema en su canto.
Lawrence Brownlee (Arturo) brilló al inicio del cuarteto del primer acto al cantar con grande espressione “A te, o cara” llegando en la repetición hasta el do sostenido sobreagudo, escrito en la partitura, con gran seguridad. El acto termina con Arturo reconociendo a la reina Enrichetta (Elizabeth Bishop) prisionera de los puritanos, a quien salva a la vez que abandona a Elvira. Off the record, que pecado comete cualquier tenor que abandone a esa belleza que es Olga Peretyatko.
En el segundo acto Michele Pertusi (Giorgio) exhibió una belleza vocal inusitada al cantar su aria “Cinta di fiori” con una solidez absoluta en todo su rango.
Olga Peretyatko (Elvira) tiene una voz muy hermosa, probablemente no tan grande como la de otras sopranos belcantistas, pero con dominio sobresaliente de la coloratura. “Qui la voce”, una de las más bellas escenas de locura del siglo XIX fue un regalo para el público. La rusa cantó la cabaletta “Vien, diletto” brillantemente, con inteligencia y agilidad vocal. Su actuación fue espléndida y contrastante con la que tuvo Anna Netrebko hace algunos años en el mismo escenario, ya que la Peretyatko expresó el personaje más a través del canto, en tanto la Netrebko, escondió su falta de coloratura, actuando como Thespian Mistress.    
Pertusi y Kwiecien cantaron con solidez el famoso dueto  que termina el segundo acto, “Suona la tromba”, que es, en mi opinión, uno de los números más sobrevalorados de la historia de la ópera ya que no es más que una fanfarria glorificada.  
El Maestro Michele Mariotti dirigió estupendamente el coro y la orquesta del MET y a los cantantes de quien logró extraer una magnífica interpretación, especialmente de su esposa Olga.

En resumen, asistí a una función de I puritani. Descubrí una joya en Olga Peretyatko y quedé con ganas de volver a asistir esta ópera en la que “la música reina suprema y cuando uno la escucha todo lo demás se olvida”.

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