sábado, 28 de septiembre de 2019

Western en Bellas Artes


La fanciulla del West en Bellas Artes. 26 de septiembre de 2019

Esta producción de esta ópera de Giacomo Puccini se estrenó unos días antes del terremoto del 19 de septiembre de 2017, razón por la que se cancelaron las tres funciones que estaban programadas posteriormente por lo que no tuve oportunidad de verla entonces. Esta temporada estaba programado el estreno mexicano de Parsifal, pero una tormenta de pasiones asociada a los cambios en la dirección musical de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes – rompimiento de relaciones con quien fuera director titular por varios años, y protesta de algunos miembros de la orquesta de un director musical, que fue previamente titular de la Orquesta por muchos años – provocó la cancelación del título wagneriano, por lo que se decidió reponer La fanciulla del West, evento inesperado ya que a la fecha nunca se había repuesto una sola de las producciones del director de escena, probablemente porque no se le había solicitado. I better stop looking for "the nipples of the snake” and keep on with my chronicle.

Sergio Vela fue el responsable de la puesta en escena y del diseño tanto de la escenografía como de la iluminación y Violeta Rojas diseñó el vestuario. El director pensó en esta ópera como si fuese un Western cinematográfico de la primera mitad del siglo pasado, lo cual se acerca a las ideas del dramaturgo David Belasco, cuya pieza The Girl of the Golden West es el origen del libreto de la ópera. Lo más original, y atractivo, fue acompañar el preludio d la ópera con un telón sobre el que se proyectaban los títulos de una película de los 1930 o 1940, que correspondían con el reparto de la ópera. Lo que nunca había visto en un Western de esa época fueron los gestos de inmovilidad del enorme reparto y el coro contrastados con un telón azul al fondo del escenario, cliché a lo Robert Wilson. Durante el segundo acto se usó un telón azul marino estrellado, era de noche, ante el que se movían los personajes que no participaban en la acción. Durante el tercer acto, el telón cambió a un color diurno y los movimientos escénicos fueron menos estilizados. Lo mejor de la puesta fue la economía aparente de la escenografía, incluyendo la utilería.

El tenor mexicano, avecindado en Australia, Diego Torre cantó un magnífico Dick Johnson (Ramerrez en el original, Ramírez en la producción). Su voz sonó espléndida en todos sus registros. La melodía que Puccini escribió para su intervención musical del primer acto, que reaparecerá varias veces durante la ópera, como un tema de rememoración –hay quienes dicen como leitmotiv en lo que discrepo conceptualmente, pues el segundo es una unidad de composición además de un tema de rememoración– es tan hermosa y pegajosa que Andrew Lloyd Weber la plagió descaradamente en The Phantom of the Opera.

Diego Torre y Enrique Ángeles



La soprano estadounidense Elizabeth Blancke–Biggs cantó el papel de Minnie. Puedo decir que su interpretación, tanto vocal como actoral me produjo una indiferencia total. Su voz no es lo que defino, muy subjetivamente, como bella, sin ser una voz que transmita el drama que vive esta dueña de taberna en la época de la fiebre del oro californiana, al estar enamorada de un hombre externo al grupo de sus parroquianos y que, además, muy probablemente sea un bandido, mexicano por más señas, “a bad man” en lenguaje trumpiano. En cuanto a los aspectos objetivos pienso que el volumen de su voz es alto cuando la ópera calla y nulo cuando la segunda se oye. Espero no volver a verla sobre un escenario operístico en un papel protagónico.


Elizabeth Blancke-Biggs y Roman Ialcic

El sheriff Jack Rance fue interpretado por el barítono moldavo Roman Ialcic. Sólo puedo decir que entre los comprimarios había al menos otro barítono que hubiera dado una mejor función en este papel. Me refiero al barítono Enrique Ángeles quien fue un estupendo Sonora.

Odio no poder escribir opiniones favorables en mis crónicas, específicamente en cuanto a los cantantes; a menudo lo hago, pero hoy sólo puedo hacerlo de Diego Torre y, aunque no sea en un papel protagónico, Enrique Ángeles.

Entre los papeles secundarios, destacó el Nick (el cantinero) del tenor Ángel Ruz, tanto por canto como por su actuación, y su dominio de la reata (algo que fue aplaudido por algunos, pero que para otros sólo alargó innecesariamente la función).

El resto del reparto: Daniel Cerón (Ashby), Andrés Carrillo (Trin), Antonio Azpiri ((Sid), Carlos Arámbula (Bello), Ángel Macías (Harry), Dante Alcalá (Joe), Alberto Albarrán (Happy), Édgar Gil (Larkens), Carlos Santos (Billy Jackrabbit), Vanessa Jara (Wowkle), Óscar Velázquez (Jake Wallace), Emilio Carsi (José Castro), Rodrigo Petate (un postillón), lo hizo adecuadamente. El director incluyó una actriz, Renata Ramos, personificando a la supuesta amante de Ramerrez (Nina Micheltorena) en forma atractiva tal, que al final de la ópera el sheriff opta por pasarla bien con la Micheltorena, amante de su némesis.

El coro masculino del Teatro de Bellas Artes tuvo una buena interpretación, dirigido de nuevo por Stefano Ragusini.

La Orquesta del Teatro de Bellas Artes, reforzada por algunos instrumentistas pues la orquesta de ópera tiene dimensiones cercanas a la de Wagner o Richard Strauss, tuvo una actuación más que aceptable bajo la dirección de Marcello Mottadelli.

Creo que en tanto no se nombren directores titulares del Coro y la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, las interpretaciones no pasarán de ser adecuadas. Ojalá que las autoridades culturales hicieran algo al respecto.


© Luis Gutierrez R

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