jueves, 25 de agosto de 2016

¿Un infierno gris?


Faust  en Salzburgo. Agosto 14, 2016



Faust es una ópera que ha sido parte del repertorio duro de casas como la Opéra de Paris y la Metropolitan Opera, sin embargo se estrenó hasta este año en el Festival de Salzburgo. Supongo que hay varias razones para ello: no es una ópera de festival, su argumento está basado en el Faust Parte 1 de Goethe por lo que en Alemania y Austria se le ha llamado con cierto desdén Gretchen, alrededor de quien se desarrolla el argumento, y otras que no me imagino.

Siguiendo otra línea de pensamiento diré que dos características anuales del Festival de Salzburgo son el estreno de una ópera contemporánea – o al menos considerada rareza– como The Exterminating Angel este año, y la puesta en escena no precisamente tradicional de una ópera del repertorio tradicional, Faust en esta ocasión.

El director de escena –quien también diseñó escenografía y vestuario– fue Reinhard von der Thannen escribió en el programa una descripción de su concepto a lo largo de seis páginas. Al notar esto me dijo “sin duda alguna ésta es la producción controversial” y así fue. Por supuesto decidí no leer lo escrito por Thannen.

La acción de la ópera se desarrolla a lo largo de un círculo temporal que inicia y termina en la palabra Rien; el escenario da la impresión de ser una cubierta de un buque de pasajeros, limitada al fondo por un enorme bastidor en el que se resalta una circunferencia que se expande en elipses –a mis lectores mexicanos les digo que cuando esta imagen se ilumina en algunos momentos, es muy similar al logo de una empresa televisiva que identifico como algo de lo más retrógrada que aún existe en México.

La escenografía fue sencilla tuvo pocos cambios relativamente, el estudio de Faust fue un espacio delimitado por folios de papel rodeados por cuatro grandes cuervos, al que se incorporó  un gran baúl con focos y espejo como lo que se puede encontrar en cualquier camerino ante el que Faust se transformó y al que Méphistophéles regresaba de cuando en cuando, incluyendo una vez a recoger las joyas a ofrecer a Marguerite; la casa de Marguerite fue una superficie convexa – desde la visión del público – iluminada por una buena cantidad de focos. Un elemento de utilería  muy notable fue un enorme esqueleto que bajó desde lo alto previo al coro de los soldados en el cuarto acto. He de decir que el simbolismo de este esqueleto fue tan obvio que me hizo odiar el que hayamos tenido dos intermedios, uno específicamente para instalar este enorme objeto, que hicieron que la ópera durase casi cuatro horas.


Sociedad de Conciertos del Coro de la Ópera de Viena.

El vestuario de los solistas fue el estándar para sus categorías de profesor, doncella inocente, su hermano y su enamorado y, por supuesto de diablo – al que en  un momento dado le creció cómicamente una cola. El de pueblo y soldados consistió en trajes semejando los de una marioneta. Es probable que ésta fuera precisamente la intención de Thannen. El coreógrafo Giorgio Madia tuvo una destacada actuación al evitar choques al azar entre la multitud de miembros del coro adicionada por algunos bailarines y mimos. Pero su diseño estético de los movimientos no fue bello en absoluto, remarcando posiblemente el concepto del director de escena. La iluminación fue impecable dada la elección del gris y sus variaciones como color base de la escenografía.

Tara Erraught y miembros del coro

En cuanto a la partitura, se cortó la Noche de Walpurgis pero se incluyó una segunda aria de Siébel desconocida por mí.

La interpretación musical fue muy buena. Piotr Beczala es sin duda uno de los tenores más importantes de la actualidad y lo demostró continuamente en esta función. Su “Salut! Demeure chaste et pur” fue francamente conmovedora. He oído esta ópera con otros cantantes del mismo nivel y puedo afirmar sin avergonzarme que Beczala lo ha hecho como ninguno de ellos.

Piotr Beczala e Ildar Abdrazakov




Piotr Beczala y Maria Agresta

De quien esperaba mucho más fue Ildar Abdrazakov. Tiene las notas y la técnica pero no la pasión maligna para cantar y actuar a Méphistophéles. No sé si fue causado por el gris de la producción o el haber oído unos instantes antes el aria de Valentin pero el hecho es que no brilló al entonar “Le veau d’or et toujours debout!” como tampoco lo hizo durante toda la ópera. Sentí que oía a un robot en lugar de a Méphistophéles. De hecho me dio la impresión de asistir al cobro de una factura impagable cuando reclama el alma a Faust. Un Méphistophéles más o menos bueno es un mal Méphistophéles.

Maria Agresta fue una excelente Marguerite imprimiendo dramáticamente a su personaje la inocencia encandilada por las joyas que le regala Faust, así como su amor por el joven y su dolor por el asesinato de su hijo. Por supuesto lo hizo cantando con excelencia su parte, destacando en la balada del rey de Tule y el aria “O Dieu! Que de bijoux!” y también durante las escenas de la iglesia y salvación de su alma.

La mezzosoprano irlandesa Tara Erraught nos regaló un Siébel tierno y enamorado con su voz dulce y permanentemente entonada. El barítono Alexey Markov cantó “Avant de quitter ces lieux” formidablemente y su actuación y vocalismo en la escena de su muerte no le fueron a la zaga, su voz es bella y su técnica impecable. Estuvo a la altura de los personajes principales.


Alexey Markov e Ildar Abdrazakov


Marie–Ange Todorovitch y Paolo Rumetz como Marthe y Wagner no desentonaron con el reparto. 

El argentino Alejo Pérez tuvo una buena actuación al dirigir la Orquesta Filarmónica de Viena y la Sociedad de Conciertos del Coro de la Ópera de Viena, debo decir que lo único criticable fue el hacer las pausas muy largas al término de los números musicales, pausas que no provocaron el aplauso esperado. En Europa la aplauso—manía es mucho menos virulenta que en América.

Tengo que destacar la maravillosa actuación de los miembros del Coro, preparados por Walter Zeh, pese a haber sido disfrazados en forma tan ridícula.

Mi conclusión es que este Faust no viajará a otros escenarios, no por su concepto, sino por lo gris del mismo. 


© Salzburg Festspiele / Monika Rittershaus por las fotografías
© Luis Gutiérrez R



3 comentarios:

  1. Con desasosiego busqué -sin encontrar- a Gounod; una producción gris, no justifica olvidar la inspiración del contemporáneo y tocayo de Darwin, a quien -por cierto- se parecía.
    De viajar en el tiempo, no iría a escuchar esta versión, gracias a tu atingente -si bien severa- crítica.
    Un abrazo, R

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    1. Y harías bien querido amigo. La cola de Mefisto fue lo mejor de la noche.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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