miércoles, 4 de marzo de 2015

Redondeando un fin de semana en el Met.


Carmen el 26 de febrero de 2015.
 
 

No escribiré sobre la producción de Richard Eyre, pues es muy conocida por haber sido transmitida en LIVEHD más de una vez y por estar grabada en un DVD desde hace tiempo, sólo diré que no me gusta la escenografía basada en uno de los clichés del director, un cilindro revolvente; además coloca en la acción en otra época, la guerra civil o los primeros años del franquismo sin que ello agregue un ápice conceptual a la ópera, de hecho manifiesta una gran ignorancia sobre la época ya que un guardia civil, oficial o no, jamás tendría en esa época una actitud de abuso sexual como la mostrada en la escena. Corolario: hay directores que cambian la época de la acción de las óperas por el puro hecho de cambiar. 
 

Elīna Garanča tuvo una noche simplemente fantástica; todo, absolutamente todo fue perfecto. Musicalmente nos mostró su bella y sensual voz, enamorando al público, a Escamillo y al pobre Don José. Además su presencia y actuación reafirmaron mi convicción que es la cantante perfecta de nuestros días. Micaela fue encarnada por Ailyn Pérez, quien lo hizo también maravillosamente en lo vocal. Su actuación también fue excelente, siendo fue menos tímida que las Micaelas usuales, defendiéndose muy bien de las groserías de los soldados –guardias civiles en este caso– quienes la acosan al llegar al cuartel y que son intimidados por la pequeña novia del cabo.
 

Si la letona estuvo perfecta, los hombres estuvieron muy imperfectos. El Don José de Roberto Alagna se oyó cansado y, en momentos, desafinado y el Escamillo del húngaro Gábor Bretz dejó mucho que desear pues también estuvo desafinado, incluso dejó pasar uno o dos tiempos en silencio para recomponerse en una de las arias más famosas del canon operístico.
 

Los personajes secundarios estuvieron bien a secas.
 

Quien realizó un muy buen trabajo fue Louis Langrée al frente de la orquesta y coro del Met. Reconozco que Langrée brilló por sí mismo y no por reflejo de la Carmencita.




Don Giovanni  en el Met. 27 de febrero de 2015.





La producción de Don Giovanni producida por Michael Grandage fue estrenada en octubre de 2011 y ya se siente cansada. Desde el principio fue recibida con indiferencia por la mayor parte del público y negativamente por la crítica. El hecho de que a la fecha esta producción de la “ópera de óperas” (E.T.A. Hoffmann dixit) no se haya transmitido en LIVEHD y que no se haya un DVD de la misma, nos dice sutilmente que ni a Peter Gelb, el gerente del Met, le gustó. El problema radica en el hecho de quedarse a la mitad entre lo que podría pensarse una producción tradicional o una con conceptos contemporáneos; de hecho esta ópera ha sido abusada cruelmente por directores que la han aprovechado para frustrar todas sus frustraciones sexuales y, principalmente, intelectuales. Mucho se cuelgan del título del libreto dramma giocoso sin leer lo Zingarelli, u otro diccionario, en el que se define este término como “ópera bufa del siglo XVIII”. Pero ya me fui por donde temía podría irme.
 

La producción en cuestión divide el escenario en dos áreas, una muy pequeña al frente de una fila paralela al proscenio de cuatro casas de tres niveles, y otra muy amplia que aparece al retirar las casas. Christopher Oram es el diseñador de escenografía y vestuario coherentes con la idea de Grandage. En mi opinión la idea no es mala, aunque las escenas en el área pequeña llegan a ser sofocantes. La escena del cementerio se desarrolla en una cripta en la que la tumba de il Commendatore se diferencia únicamente por la diferencia en el tamaño de las estatuas. Confieso que agradezco que Don Giovanni mate al Commendatore en un duelo de caballeros, lo que evita que aparezca como un asesino a traición. Don Giovanni es libertino, blasfemo, seductor, posiblemente violador –aunque nunca se tiene evidencia de ello–, pero seguramente encantador y seductor. Diría que el de Mozart y Da Ponte también es contradictorio, pues nos lo muestran en un día que todos sus intentos de seducción fracasan; de hecho en el peor día de su vida que termina cuando inicia un viaje lejos y sin retorno (“lontano andò”). He de decir que la escena de la condenación de Don Giovanni es muy espectacular, aunque manida, pues “baja” al infierno rodeado de llamas, lo que dispara el aplauso del respetable. Por fortuna al director de la orquesta no le importó el ruido inoportuno del entusiasta público del Met, y mantuvo la música en movimiento hasta el final del sexteto.
 

Leporello diría de esta producción. “Certo timore, certo accidente, di fuori chiaro, di dentro oscuro… “, o sea, ni fu, ni fa.
 

La calidad de la función fue muy alta, aunque Elza van den Heever como Donna Anna y Emma Bell como Donna Elvira, estuvieron fuera de su elemento. Si yo fuera director de reparto, jamás contrataría a estas damas para estos papeles, tanto por cantar solamente entre f y fff, como por su actuación exagerada. La tercera mujer, Zerlina, fue interpretada maravillosamente por Kate Lindsey, tanto vocalmente como actuando. En mi opinión logró lo que Mozart quería de este papel, sensualidad vocal y atrevimiento sexual disfrazados por una tenue timidez. Además, fue la prima donna que en la mente de Mozart fue Caterina Bondini, la primer Zerlina y la favorita del público de Praga que le arrojaba poemas, uno de los cuales empezaba “Bondini canta y el corazón más triste se llena de alegría…”.
 

Los hombres estuvieron formidables; Peter Mattei, probablemente el Don Giovanni de nuestros días dio una clase maestra, en complicidad con el director concertador, de lo que es el rubato en Mozart durante la serenata del segundo acto. Luca Pisaroni es un gran Leporello y es posible que en un futuro próximo encarne a Don Giovanni, y pensar que lo vi como Masetto en los principios de su carrera. Por cierto, Masetto fue interpretado muy bien por Adam Plachetka, cantante que recién se presenta en el Met después de tener una carrera importante en Europa. Dmitry Korchak cantó un excelente Don Ottavio, especialmente en “Il mio tesoro”, su actuación fue acorde con la psicología del personaje. Para cerrar el círculo el veterano James Moris cantó un muy sólido Commendatore. En resumen, Zerlina y los hombres –esto suena como título de película de los 60’s– lograron que la función fuese muy buena, a pesar de Anna y Elvira. 
 

Alan Gilbert tuvo una excelente actuación al frente de la orquesta y el coro, y especialmente en su interacción con los cantantes, como fue el caso de Mattei en la serenata. En el caso de las Donnas no pudo sacar agua a las rocas.

 

  

Les Contes d’Hoffmann en el Met. 28 de febrero de 2015.
 
 

La actual producción de Hoffmann se estrenó hace ya casi 6 años, y no me ha hecho olvidar la anterior de Otto Schenk. Bartlett Sher se ha convertido en el director de cabecera de Gelb y no tengo idea por qué. En esta ocasión hace uso extensivo de su pasado como director de musicales de Broadway, probablemente por añoranza del tiempo en que sus dotes eran oportunas. La presencia de bailarinas, algunas fingiendo desnudos –si hubieran estado desnudas otra cosa hubiera sido– así como la aparición casi permanente de chicas disfrazadas como Olympia, hacen que los cuentos lleguen a ser anodinos. En fin, la producción se presentó hace un mes en LIVEHD por lo que supongo que muchísima gente la vio en todo el mundo, por lo que cada quien habrá formulado su juicio personal. A mí no me gusta.

 

Como es bien conocido, Offenbach dejó inconclusa su obra pues murió antes del estreno. Por esto existen varias opciones para su interpretación; en esta ocasión se usa la edición de Fritz Oeser, que muchos consideran “la más cercana a las intenciones del compositor”. El orden de los actos es el que hoy día se usa en casi todos los teatros: Olympia, Antonia y Giulietta.

 

Esta temporada se presentó en dos series con repartos totalmente distintos. Hoy inició la segunda serie liderada por James Levine en la dirección musical. Esto es bueno dado su conocimiento de la obra y su musicalidad, pese a que las funciones que dirige lleguen a ser muy largas dados los tempi que decide usar; la función duró cuatro horas incluyendo dos intermedios. Bastante más de lo normal.

 

Matthew Polenzani fue el Hoffman de la noche. Polenzani es un excelente tenor aunque el uso que le da el Met lo ha hecho interpretar una gran diversidad de personajes de muchas óperas en muy poco tiempo hace que su voz se oiga genérica –lo he visto 34 ocasiones en 20 papeles desde Don Ottavio hasta el Chevalier de la Force, pasando por Iopas de Berlioz y David de Wagner. Es garantía de una buena noche, pero también de una función poco emocionante como fue el caso.

 

Su némesis, el diablo disfrazado como LIndorf, Coppélius, Doctor Miracle y  Dapertutto, fue personificado por el bajo–barítono Laurent Naouri quien además de ser francófono en una ópera típicamente francesa, tuvo una excelente noche vocal, especialmente como Dapertutto al cantar “Scintille, diamant!” brillantemente –perdón por la redundancia– que se desarrolla en la mitad del rango del barítono. Como actor también estuvo muy convincente, en especial en el acto de Antonia en el que disfruta su maldad.

 

Karin Deshayes, también francesa, actuó y cantó los papeles de la Musa y Nicklausse, el amigo de Hoffmann, que en esta producción se dedica inexplicablemente a ser ayudante de los villanos. En mi opinión, su ejecución vocal no pasó de ser buena a secas, pero su actuación se empañó con  las “ideas” de Sher. Al momento que escribo esto siento un estremecimiento de miedo al darme cuenta que el señor Bartlett dirigirá Otello para iniciar la próxima temporada. Brrr!

 

Audrey Luna como Olympia demostró un dominio absoluto de la coloratura. Su timbre es muy agradable aún al llegar a lo que creo fue un sol agudo. Como autómata estuvo estupenda y se vio muy simpática al agradecer mecánicamente el aplauso del público al terminar “Les oiseaux dans la charmille”. Susanna Phillips cantó y actuó una apasionada Antonia al sortear muy bien las dificultades de “Elle a fuit”, muriendo “auténticamente” al terminar. La mezzosoprano, casi contralto Elena Maximova fue la Giulietta. Su voz es potente pero no muy bella, en mi opinión, y la barcarolle no tuvo esa magia que espero desde el inicio de la ópera.

Sólo en una ocasión he oído una cantante que haga las tres heroínas. Aunque es un trabajo bastante pesado, el hecho de tener una Giulietta soprano logra el mejor efecto en la barcarolle. ¿Qué quería Offenbach? ¿Una o tres cantantes?, ¿una mezzo o una soprano como Giulietta? No lo sabemos por desgracia.

 

Los muchísimos personajes secundarios fueron interpretados correctamente. Me quedé con las ganas de los cuatro sirvientes francófonos, pero eso es peccata minuta.

 

En resumen un villano de primera clase, lo mismo que Olympia y Antonia. Un Hoffmann genérico y una Giulietta deficiente. Un Levine que exploró los detalles de la partitura pero que, cada vez más, hace que las óperas duren más tiempo del deseado.

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