Jaakko Kortekangas y Agnieszka Sławińska
La
Compañía Nacional de Ópera del INBAL se anotó un éxito al estrenar L’amour de loin en México, y en Latinoamérica,
la que hasta hoy es sin duda la ópera más exitosa, tanto por la calidad de la música
de la compositora finlandesa Kaija Saariaho, como por la del libreto de Amin Maalouf, y por
el número de producciones que ha tenido en tan solo 19 años, 15 a la fecha.
El
libreto de Maalouf proviene de la leyenda del trovador provenzal Jaufré Rudel
de Blaye quien partió a las Cruzadas en 1147 para reunirse con la Condesa de Trípoli,
Clémence, de la que estaba enamorado de lejos, sin haberla visto jamás, sólo
por haber oído de los peregrinos que venían de Antioquía lo que decían de ella.
Durante la travesía, enfermó y llegó a Trípoli a tiempo de morir de los brazos
de Clémence. La condesa ordenó que lo sepultasen con honores en la casa del convento,
al que decide simultáneamente retirarse, pues el dolor causado por la muerte de
Rudel se le hizo insoportable.
Petrarca y varios escritores más trataron el tema literario. La narración también fue la
inspiración de la ópera La leyenda de
Rudel del compositor mexicano Ricardo Castro estrenada, estrenada en 1906.
Maalouf
recoge el tema y logra un poema bellísimo, que Saariaho usa y respeta, para
componer un auténtico dramma per musica.
La música requiere una orquesta grande, en la que aquí y allá se incorporan elementos
electrónicos y, frecuentemente usa al coro en calidad de instrumento musical. Aunque
hablar de melodías líricas es ciertamente un ejercicio estéril, la música es
realmente dramática por la creación de texturas orquestales con los que logra
una música bella. Los instrumentos de percusión tienen una posición muy
relevante, dado el uso de ritmos cambiantes, con lo que logra “pintar” dos
lienzos, el de Provenza y el del mundo árabe.
La
ópera se desarrolla en cinco actos. El primero sucede en el suroeste de
Francia, donde Rudel se muestra cansado de una vida de placer. Aspira a un amor lejano
y diferente, aunque sabe que no satisfará este anhelo jamás Sus compañeros se burlan de él.
Sin embargo, un peregrino de ultramar afirma que la mujer existe y que la ha
conocido. Jaufré se obsesiona con ella:
“Pèlerin,
qu’s-tu fait de moi?
Tu
m'as donné le goût de la source lointaine
A
laquelle jamais, jamais
Je
ne pourrai me désaltérer.”
(¿Peregrino,
qué me has hecho?
Me
has dado el gusto de la fuente lejana
en
la que jamás, jamás
podré
saciar mi sed.)
Jaakko Kortekangas y Carla López-Speziale
El
segundo acto se mueve a la ciudadela de Trípoli. Llega el peregrino que regresa
de oriente y dice a Clémence que en Francia hay un príncipe trovador que la
celebra en sus canciones, llamándola su “amor de lejos”. Ella se irrita de
inmediato, pero al calmarse, sueña con ese enamorado extraño y lejano, preguntándose
si ella merece tal enamoramiento.
“Troubadour,
je ne suis belle
Que
dans le miroir de tes mots.”
(Trovador,
sólo soy hermosa
en
el espejo de tus palabras.)
Agnieszka Sławińska
El
tercer acto tiene dos escenas. En la primera, el peregrino, de nuevo en Blaye,
ve a Jaufré y le confiesa que la dama sabe que él le canta. Rudel decide ir a
conocerla. En la segunda, Clémence prefiere que su relación con el trovador
siga siendo de lejos. No quiere vivir esperando para evitar el sufrimiento.
El
cuarto acto se desarrolla durante el viaje de Rudel, quien se muestra
impaciente, pero al mismo tiempo temeroso, por reunirse con su “amor de lejos”.
Lamenta la precipitación de su partida, por lo que cae enfermo, cada vez más,
hasta llegar moribundo a Trípoli.
“Pourquoi
fallait-il que je tende la main vers le fruit?
Pourquoi
fallait-il que je m’approche de l’etoile incandescente?”
(¿Por
qué tenía que atender la mano hacia el fruto?
¿Por qué tenía que acercarme a la estrella incandescente?)
Carla López-Speziale
En
el quinto acto el barco atraca, el peregrino dice a la condesa que Rudel está
muy enfermo y pide verla. Llevan en camilla al trovador del puerto a la
ciudadela inconsciente; ella le levanta el ánimo por lo que Jaufré se recupera
un poco. La cercanía los hace acelerar su pasión, se abrazan y prometen amarse,
pero Rudel muere. Clémence se considera culpable de su muerte y decide retirarse
a un convento. Al final Clémence está rezando, ya en el convento, pero sus
palabras son ambiguas y no se sabe a quien se dirige con ellas, al Dios inalcanzable
o a su “amor de lejos”.
“Seigneur, Seigneur, c’est toi l’amour,
C’est toi l’amour de loin…”
(Señor,
Señor, tú eres el amor,
tú
eres el amor de lejos…)
La
producción de Mauricio García Lozano destacó el erotismo y la pasión del poema.
El lado izquierdo del escenario, diseñado por Jorge Ballina, representa el
mundo del trovador, en tanto que el derecho lo hace con el de la condesa. Los
espacios son representados por una serie de bastidores verticales que no sólo
representan los mundos de los personajes, sino también al omnipresente mar. La
pareja se ubica en sendas plataformas que se alejan o acercan, a lo largo del
drama. La iluminación, diseñada por Víctor Zapatero y Rafael Mendoza es
fundamental para lograr brillantemente la transmisión del cuento. El vestuario,
diseñado por Mario Martín del Río, es atemporal y sencillo; en todo caso, el maquillaje,
diseñado por Maricela Estrada, hace que el peregrino, una mezzosoprano, sea quien
se transforma más, debido a la barba con que se adorna –es un decir– su faz.
Sólo
hay un elemento de utilería: la barca que separa a los amantes. Durante la
mayor parte del tiempo, la barca se mantiene perpendicular al público; sin embargo,
durante la travesía marítima del cuarto acto se levanta y se ubica de frente al
público, dejando ver el fondo del mismo color, rojo, que el del cuerpo. Esto
hace parecer que el público ve una gran vagina en la que Rudel, acostado sobre
el fondo, pero visualmente vertical, se enferma hasta quedar inconsciente. ¿Es la
pulsión erótica lo que hace que Rudel muera? Esto me hizo pensar en el ensayo "Eros y Tánatos" del libro Eros y civilización de Herbert Marcuse.
Ya
hablé un poco de la música, ahora lo haré de los intérpretes. El barítono
finlandés Jaakko Kortekangas personifica a Rudel. Su actuación fue buena, pero
su voz me hizo recordar el llamado “ladrido de Bayreuth”. Quien me fascinó fue
la soprano polaca Agnieszka Sławińska, al interpretar a Clémence con una
actuación convincente y una bella voz cristalina. La mezzosoprano mexicana Carla
López-Speziale estuvo a la altura de las circunstancias, a pesar del
maquillaje. Lo único que puedo reprochar a los cantantes en general fue el
tener una dicción francesa bastante defectuosa. Algo notable, en mi opinión, es
que la tesitura de las voces se mantiene en rangos que no “ofenden al oído”, especialmente
en el caso de las mujeres, a cambio de las líneas extremadamente agudas que
usan algunos de los autores contemporáneos de ópera.
El
Coro del Teatro de Bellas Artes, preparado en esta ocasión por Luis Manuel
Sánchez y Cara Tasher, tuvo una función sobresaliente. Por cierto, el coro se ubicó
durante toda la obra atrás de la escena, lo que no impidió esa interpretación
excelente. La Orquesta del Teatro de Bellas Artes también tuvo una interpretación
excelente. El resultado musical, más que satisfactorio, se debió a la labor dedicada
de José Areán, labor que ha de haber sido muy exigente porque creo que tomó
mucho tiempo de estudio.
Antes
de concluir, necesito solicitar su indulgencia por haberme extendido en la
sinopsis de la ópera; me justifica lo desconocido de la obra, al menos en
nuestro medio, y de no haberlo hecho no podría haber comunicado mi narración de
la función con claridad. Al menos creo que logré eso. En
resumen, fue una experiencia que satisfizo y aun superó mis expectativas.
©
Luis Gutiérrez R
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