sábado, 6 de abril de 2019

El amor de lejos en México

L’amour de loin en Bellas Artes. 4 de abril de 2019


Jaakko Kortekangas y Agnieszka Sławińska


La Compañía Nacional de Ópera del INBAL se anotó un éxito al estrenar L’amour de loin en México, y en Latinoamérica, la que hasta hoy es sin duda la ópera más exitosa, tanto por la calidad de la música de la compositora finlandesa Kaija Saariaho, como por la del libreto de Amin Maalouf, y por el número de producciones que ha tenido en tan solo 19 años, 15 a la fecha.

El libreto de Maalouf proviene de la leyenda del trovador provenzal Jaufré Rudel de Blaye quien partió a las Cruzadas en 1147 para reunirse con la Condesa de Trípoli, Clémence, de la que estaba enamorado de lejos, sin haberla visto jamás, sólo por haber oído de los peregrinos que venían de Antioquía lo que decían de ella. Durante la travesía, enfermó y llegó a Trípoli a tiempo de morir de los brazos de Clémence. La condesa ordenó que lo sepultasen con honores en la casa del convento, al que decide simultáneamente retirarse, pues el dolor causado por la muerte de Rudel se le hizo insoportable.

Petrarca y varios escritores más trataron el tema literario. La narración también fue la inspiración de la ópera La leyenda de Rudel del compositor mexicano Ricardo Castro estrenada, estrenada en 1906.

Maalouf recoge el tema y logra un poema bellísimo, que Saariaho usa y respeta, para componer un auténtico dramma per musica. La música requiere una orquesta grande, en la que aquí y allá se incorporan elementos electrónicos y, frecuentemente usa al coro en calidad de instrumento musical. Aunque hablar de melodías líricas es ciertamente un ejercicio estéril, la música es realmente dramática por la creación de texturas orquestales con los que logra una música bella. Los instrumentos de percusión tienen una posición muy relevante, dado el uso de ritmos cambiantes, con lo que logra “pintar” dos lienzos, el de Provenza y el del mundo árabe.

La ópera se desarrolla en cinco actos. El primero sucede en el suroeste de Francia, donde Rudel se muestra cansado de una vida de placer. Aspira a un amor lejano y diferente, aunque sabe que no satisfará este anhelo jamás Sus compañeros se burlan de él. Sin embargo, un peregrino de ultramar afirma que la mujer existe y que la ha conocido. Jaufré se obsesiona con ella:

“Pèlerin, qu’s-tu fait de moi?
Tu m'as donné le goût de la source lointaine
A laquelle jamais, jamais
Je ne pourrai me désaltérer.”

(¿Peregrino, qué me has hecho?
Me has dado el gusto de la fuente lejana
en la que jamás, jamás
podré saciar mi sed.)


Jaakko Kortekangas y Carla López-Speziale

El segundo acto se mueve a la ciudadela de Trípoli. Llega el peregrino que regresa de oriente y dice a Clémence que en Francia hay un príncipe trovador que la celebra en sus canciones, llamándola su “amor de lejos”. Ella se irrita de inmediato, pero al calmarse, sueña con ese enamorado extraño y lejano, preguntándose si ella merece tal enamoramiento.

“Troubadour, je ne suis belle
Que dans le miroir de tes mots.”

(Trovador, sólo soy hermosa
en el espejo de tus palabras.)

Agnieszka Sławińska

El tercer acto tiene dos escenas. En la primera, el peregrino, de nuevo en Blaye, ve a Jaufré y le confiesa que la dama sabe que él le canta. Rudel decide ir a conocerla. En la segunda, Clémence prefiere que su relación con el trovador siga siendo de lejos. No quiere vivir esperando para evitar el sufrimiento.

El cuarto acto se desarrolla durante el viaje de Rudel, quien se muestra impaciente, pero al mismo tiempo temeroso, por reunirse con su “amor de lejos”. Lamenta la precipitación de su partida, por lo que cae enfermo, cada vez más, hasta llegar moribundo a Trípoli.

“Pourquoi fallait-il que je tende la main vers le fruit?
Pourquoi fallait-il que je m’approche de l’etoile incandescente?”

(¿Por qué tenía que atender la mano hacia el fruto?
¿Por qué tenía que acercarme a la estrella incandescente?)

Carla López-Speziale


En el quinto acto el barco atraca, el peregrino dice a la condesa que Rudel está muy enfermo y pide verla. Llevan en camilla al trovador del puerto a la ciudadela inconsciente; ella le levanta el ánimo por lo que Jaufré se recupera un poco. La cercanía los hace acelerar su pasión, se abrazan y prometen amarse, pero Rudel muere. Clémence se considera culpable de su muerte y decide retirarse a un convento. Al final Clémence está rezando, ya en el convento, pero sus palabras son ambiguas y no se sabe a quien se dirige con ellas, al Dios inalcanzable o a su “amor de lejos”.

“Seigneur, Seigneur, c’est toi l’amour,
C’est toi l’amour de loin…”

(Señor, Señor, tú eres el amor,
tú eres el amor de lejos…)

La producción de Mauricio García Lozano destacó el erotismo y la pasión del poema. El lado izquierdo del escenario, diseñado por Jorge Ballina, representa el mundo del trovador, en tanto que el derecho lo hace con el de la condesa. Los espacios son representados por una serie de bastidores verticales que no sólo representan los mundos de los personajes, sino también al omnipresente mar. La pareja se ubica en sendas plataformas que se alejan o acercan, a lo largo del drama. La iluminación, diseñada por Víctor Zapatero y Rafael Mendoza es fundamental para lograr brillantemente la transmisión del cuento. El vestuario, diseñado por Mario Martín del Río, es atemporal y sencillo; en todo caso, el maquillaje, diseñado por Maricela Estrada, hace que el peregrino, una mezzosoprano, sea quien se transforma más, debido a la barba con que se adorna –es un decir– su faz.

Sólo hay un elemento de utilería: la barca que separa a los amantes. Durante la mayor parte del tiempo, la barca se mantiene perpendicular al público; sin embargo, durante la travesía marítima del cuarto acto se levanta y se ubica de frente al público, dejando ver el fondo del mismo color, rojo, que el del cuerpo. Esto hace parecer que el público ve una gran vagina en la que Rudel, acostado sobre el fondo, pero visualmente vertical, se enferma hasta quedar inconsciente. ¿Es la pulsión erótica lo que hace que Rudel muera? Esto me hizo pensar en el ensayo "Eros y Tánatos" del libro Eros y civilización de Herbert Marcuse.

Ya hablé un poco de la música, ahora lo haré de los intérpretes. El barítono finlandés Jaakko Kortekangas personifica a Rudel. Su actuación fue buena, pero su voz me hizo recordar el llamado “ladrido de Bayreuth”. Quien me fascinó fue la soprano polaca Agnieszka Sławińska, al interpretar a Clémence con una actuación convincente y una bella voz cristalina. La mezzosoprano mexicana Carla López-Speziale estuvo a la altura de las circunstancias, a pesar del maquillaje. Lo único que puedo reprochar a los cantantes en general fue el tener una dicción francesa bastante defectuosa. Algo notable, en mi opinión, es que la tesitura de las voces se mantiene en rangos que no “ofenden al oído”, especialmente en el caso de las mujeres, a cambio de las líneas extremadamente agudas que usan algunos de los autores contemporáneos de ópera.

El Coro del Teatro de Bellas Artes, preparado en esta ocasión por Luis Manuel Sánchez y Cara Tasher, tuvo una función sobresaliente. Por cierto, el coro se ubicó durante toda la obra atrás de la escena, lo que no impidió esa interpretación excelente. La Orquesta del Teatro de Bellas Artes también tuvo una interpretación excelente. El resultado musical, más que satisfactorio, se debió a la labor dedicada de José Areán, labor que ha de haber sido muy exigente porque creo que tomó mucho tiempo de estudio.

Antes de concluir, necesito solicitar su indulgencia por haberme extendido en la sinopsis de la ópera; me justifica lo desconocido de la obra, al menos en nuestro medio, y de no haberlo hecho no podría haber comunicado mi narración de la función con claridad. Al menos creo que logré eso. En resumen, fue una experiencia que satisfizo y aun superó mis expectativas.

© Luis Gutiérrez R



No hay comentarios.:

Publicar un comentario