La
actual producción de Il trovatore en
el MET tuvo su premier en 2009 y la función del 3 de octubre fue la
cuadragésima de la misma y la segunda vez que se transmite en alta definición,
lo que demuestra la altísima popularidad de este título verdiano. La producción
con la que Sir David McVicar debutó en el MET, mueve la época de la acción de
una guerra civil en el siglo XIV a la intervención napoleónica en España a
principios del siglo XIX. Este desplazamiento temporal no atenta contra el
espíritu de la ópera, aunque tampoco le añade un nuevo elemento dramático.
De
hecho, la producción se centra en las intenciones de Verdi, quien veía en
Azucena al personaje principal de la tragedia, y de Antonio García Gutiérrez
autor de El trovador, que enfocó su
atención en el despertar de la sexualidad de Leonora. Es decir, las mujeres son
los personajes importantes en esta ópera en la que los hermanos y rivales de
amores y armas forman el marco en el que se desarrollan las pasiones ellas. De
hecho, cada uno de los actos está dominado por ellas alternativamente, el
primero y tercero pro Leonora y el segundo y cuarto por Azucena.
Contra
este fondo dramático la producción de McVicar es muy eficiente. La escenografía
diseñada por Charles Edwards cumple con su objetivo al presentar las ocho
escenas de la ópera al mover alternativamente los dos segmentos en los que se
divide el escenario, modificando la ornamentación de la pared de mayor altura
en cada ocasión. Durante todas las escenas en que aparecen gitanos, se ve al
fondo una serie de personas sacrificadas por ahorcamiento o crucifixión y
cuando la hoguera es el elemento dominante, se representa como un poste quemado
que recuerda claramente un gran símbolo fálico. El vestuario que fue diseñado
por Brigitte Reiffenstruel, es muy atractivo en cuanto a Di Luna y sus hombres
y muy apropiado a los gitanos que siguen a Manrico; Azucena es caracterizada
como una vieja gitana atormentada. Anna Netrebko decidió usar un vestuario
diferente al original para Leonora, deseo satisfecho por la gerencia del MET.
La iluminación diseñada por Jennifer Tipton es muy interesante, pues subraya las
situaciones dramáticas con un muy atractivo uso de claroscuros. La coreografía
de Leah Hausman es mediocre pues no aprovecha la oportunidad que le dan los dos
coros principales. Las gitanas no bailan en su momento y unas furcias coquetean
con los soldados haciendo como que bailan. Paula Williams dirigió la escena en
la actual reposición respetando la idea original y controlando adecuadamente
los movimientos en el escenario.
Dolora
Zajick “es” la Azucena del MET. Debutó cantando este papel en 1988 y desde
entonces no hay quien haya logrado cantar y actuar una gitana como ella lo hace
después de 27 años. Transmite
desesperación, odio y pavor a la hoguera, más no locura. Durante el dueto con
Manrico en el segundo acto, simplemente “se comió” a Yonghoon Lee.
Anna
Netrebko, con un vestuario a su medida, logró también una espléndida tarde en
su desempeño. Su voz se encuentra en el momento ideal para cantar Leonora,
imbuyéndola de esa sexualidad anhelada por García Gutiérrez, pese a que, como
producto neto del romanticismo español, fallará tres veces, una al no entrar al
convento, otra al interrumpirse su boda y la última al morir. Cantó
admirablemente “Tacea la notte placida” y, aunque no cantó los trinos de la cabaletta, logró la coloratura que le da
una brillantez especial a “Di tale amor”. En el terceto que le sigue hizo gala
de su faceta dramática y durante el final del segundo acto, en el que la
intervención de Leonora es extremadamente redundante, logró que el aplauso
después del último “Sei tu dal disceso o in ciel son io con te?” fuese por su
calidad interpretativa y no porque terminaron todas las repeticiones del
segundo acto. El aria del cuarto acto es un tour
de force para la soprano, pues tanto el cantabile
“”D’amor sull’ali rosee”, como la cabaletta
“Tu vedrai che amore in terra” tienen una gran dificultad, el tempo de mezzo
que la separa es, en mi opinión, el más hermoso de toda la ópera romántica
italiana; me refiero al “Miserere” en el que la Netrebko cantó maravillosa y
verídicamente. Puedo afirmar que la rusa ya hizo el cambio de lírica ligera a
lírica con mucho éxito, lo que aunado a su innato talento de actriz dramática,
hará que sea una de las figuras dominantes de la ópera en los próximos diez
años, independientemente de lo que ha logrado gracias, en parte importante, a
una manejo de sus equipos de marketing y relaciones públicas. Estas
herramientas no producen efectos duraderos si el producto no es de alta calidad,
y estoy convencido que usando esta metáfora, Anna Netrebko lo es.
Dmitri
Hvorostovsky es un gran profesional de la ópera o un irresponsable. No quiero
que se malentienda lo anterior. Presentarse en el MET en un papel tan difícil
vocalmente, a la vez que atractivo musicalmente, después de unos meses de haber
anunciado padecer un tumor cerebral y haber estado, o aún estar, sometido a
tratamiento, es impresionante. Lo es más al haber logrado uno de las mejores
representaciones, si no es que la mejor, del conde Di Luna en vivo. Durante el
terceto del primer acto estuvo fantástico al exclamar “Un accento proferisti
che a morir lo condannò!”, pero cantó fantásticamente “Il balen del suo
sorriso” agregando más virilidad en “Per me, ora fatale”. Al entrar en escena
el público lo recibió con un fuerte aplauso que el siberiano agradeció con un
leve movimiento de cabeza, pero al terminar la ópera, el aplauso fue
estruendoso y largo y, como sucedió en las funciones anteriores los miembros de
la orquesta lo premiaron arrojándole flores blancas, que el cantante organizaba
en ramos para cada una de sus compañeras de elenco. Al cerrarse el telón
después de los largos aplausos Hvorostovsky se veía cansado desde mi posición
en el auditorio.
Yonghoon
Lee encarnó un Manrico actuado mediocremente y cantado sin mucha fuerza, su voz
se oía muy poco en el terceto del primer acto, desaparecía a momentos en el
final del segundo y no fue brillante en la infame “Di quella pira” de la que no
cantó la repetición después de haber llegado un do sobreagudo no muy claro. Fue
el eslabón débil en una cadena cuyos otros eslabones fueron de titanio. ¿Es que
no hay Manricos?
Stefan
Kocán cantó un adecuado Ferrando que hubiera sido mejor si hubiera cantado en
italiano. Digo esto pues no se le entendió una sola palabra. Es claro que para
ser un gran cantante de ópera se necesitan más elementos que tener una voz
educada y un buen desempeño actoral; uno
de ellos es el dominio de los idiomas.
Los
cantantes secundarios, Maria Zifchak como Ines, Edward Albert como un viejo
gitano, Raúl Melo como Ruiz y David Lowe como el mensajero, tuvieron un buen
desempeño.
Marco
Armiliato es garantía de que no habrá desastres en una función de una ópera,
pero también lo es que no se encontrarán delicadezas en la orquesta. De hecho
es un firme creyente en detener el curso musical para provocar el aplauso a los
cantantes quienes, por supuesto, lo adoran. Su desempeño fue el esperado al
fluctuar entre el genio, la corrección y la vulgaridad del Verdi medio. El coro
tuvo un muy buen desempeño.
Una sólo
queja tengo, ¿por qué se oían los yunques como si fueran de cartón al recibir
los mazazos durante el coro de los gitanos?
Vimos al cronista que escribe esta nota, Luis Gutiérrez Ruvalcaba, en la pantalla gigante de alta definición, HD, en el Auditorio Nacional de la ciudad de México, unos segundos que nos bastaron para darnos gusto, no exenta de una ligera envidia, de verlo cómodamente instalado en un buen lugar del Met. Nuestra visión, aunque simultanea en el tiempo, no lo fue en el espacio. La Ópera en el teatro, y sabemos perfectamente de lo que hablamos, es totalmente que en la pantalla. Cine y televisión, frente al teatro, resuelven de la mejor manera, esa transición del género operático a diferentes formatos de recepción del mensaje. Hay mucho que hablar sobre este asunto.
ResponderBorrarAunque buscamos en la pantalla al cronista-crítico-lucubrante-simpatiolo LGR (a. Lu), y no lo hallamos, si compartimos cada comentario y aprendemos, como siempre a escuchar y ver mejor, con las ventajas y desventajas que tiene verlo en la pantalla. Hoy -avanzada mi edad- creo que gozo más el impecable sonido, las escenas y gestos, cómodo y libre, en la sala cinematográfica. No sólo es más barato, pero también menos aplauditivo e irreverente hacerlo -casi- desde casa, 'onde quiera que esté 'asté. Gracias
ResponderBorrarTus palabras hacen que mi orgullo alcance un volumen similar al de un iceberg gigante (puedes pensar que es una metáfora o una estupidez científica). Aún no he ido a ver transmisiones LIVEHD porque mis prejuicios se han interpuesto, ten la seguridad que en cuanto me sea imposible asistir a la sala, lo haré con gusto.
BorrarSiempre enriqueces y acentúas la experiencia con tus palabras claras y filosas. Abrazo.
ResponderBorrar¿Filoso? Más bien chato por ácido.
BorrarEn gustos se rompen géneros. A mí, querido luigibassi, me disgustó enormemente la escenografía: me pareció paupérrima, aburrida, y me impidió disfrutar de esta ópera que tanto amo. Tampoco me gustó la adaptación "napoleónica" de la escena. La guerra en la ópera es más abstracta y muy primitiva: son dos hombres que mueven ejércitos en su disputa por una mujer. Contra muchas opiniones, la Netrebko cada vez me gusta menos. Por otra parte, por primera vez me sentí a disgusto con la transmisión sonora: escuché algo metálicas todas las voces, y a la Netrebko mucho más. Un abrazo.
ResponderBorrarMi querido Vlad, antes que nada agradezco que robes algo de tu tiempo para leer esta elucubración. Encuentro muy saludable que existan diferentes opiniones. Algo de lo que quería "probar" es que
Borrares muy posible que la percepción sonora sea diferente en el teatro que en la transmisión electrónica. Yo no percibí el sonido metálico al que te refieres. En cuanto a lo del cambio estoy de acuerdo contigo, aunque tendría que haber elaborado mucho, lo que complicaría mucho mis publicaciones en L'Ape Musical, en especial tratándose de una reposición. Te mando un abrazo con mis respetos.