Daniel Catán (1949 - 2011)
La hija de Rappaccini
Sala
Miguel Covarrubias (UNAM) Mayo 24, 2019
La
primera ópera que el compositor mexicano Daniel Catán estrenó fue La hija de Rappaccini. La premier
mundial se realizó en el Palacio de Bellas Artes el 25 de abril de 1991, tres
años después la estrenó exitosamente en la Ópera de San Diego; esto dio como
resultado que la Houston Grand Opera le comisionara una nueva ópera, Florencia en el Amazonas, que se estrenó
en 1996. Posteriormente la misma compañía le comisionó otra ópera, Salsipuedes o el amor, la guerra y unas
anchoas, que se estrenó en 2004 en Houston. Su última ópera, Il postino, se estrenó en Los Angeles
Opera en 2010. Las cuatro óperas tienen libreto en español, lo que es un caso
peculiar, pero totalmente comprensible dada la enorme cantidad de
hispanoparlantes, en la ópera en Estados Unidos. Al morir dejó inconclusa la
ópera Meet John Doe, su primera ópera
con libreto en inglés.
El
Festival de Arte y Ciencia El Aleph, organizado por la UNAM, incluyó en su
oferta dos funciones de la ópera en dos actos La hija de Rappaccini, usando una producción de la Universidad de
Arizona.
Existen
dos orquestaciones para esta ópera, de la primera puede decirse que sus fuerzas
son similares a las de una orquesta estándar, aunque expandidas por el uso de
más alientos y, especialmente, percusiones. Catán también compuso una
orquestación reducida – 2 pianos, arpa y percusiones – misma que es la que se
ha utilizado en la gran mayoría de las producciones posteriores a la premier
mundial.
El
libreto de Juan Tovar se basa en la obra (1956) de Octavio Paz, que a su vez es
una adaptación para la escena de un cuento gótico homónimo (1844) de Nathaniel
Hawthorne, cuya obra más conocida es la novela The Scarlett Letter.
La
acción se lleva a cabo en Padua en el Renacimiento. El Dr. Rappaccini (barítono)
es un investigador que estudia las características de las plantas,
especialmente las venenosas. Su antagonista, el Dr. Baglioni (tenor), lo acusa
de experimentar con fenómenos que pueden ser muy peligrosos para los sujetos de
estudio. Giovanni (tenor), joven estudiante napolitano llega a la ciudad y se
encuentra a Isabela (mezzosoprano), quien ofrece rentarle una habitación libre
que tiene en casa; él acepta la oferta. Una vez en la casa, Isabela le muestra
desde la terraza el jardín del Dr. Rappaccini quien, afirma ella, tiene una
bella hija llamada Beatriz (soprano) a la quien nadie se puede acercar. Llega
Baglioni y pone en guardia a Giovanni contra las prácticas de Rappaccini. En el
jardín, el Doctor canta sobre la naturaleza curativa y venenosa de las plantas.
Al entrar Beatriz, su padre le comparte su visión del mundo. Ella coge una rosa
que se marchita de inmediato. Giovanni ve desde la terraza la flor marchita en
las manos de Beatriz, se cuestiona incrédulamente lo que vio, expresa su súbito
enamoramiento por la chica, y se duerme. En su sueño, entra al jardín del Dr.
Rappaccini. Oyendo las voces de las flores entre las cuales está Beatriz, se
encuentra al doctor, quien le dice que “el jardinero no duerme nunca”.
Rappaccini se retira y Giovanni canta su deseo por Beatriz.
Semanas
después Baglioni se encuentra a un Giovanni afligido en la calle. Baglioni lo
ve pálido y con apariencia enferma, por lo cual le pregunta si participa en un
experimento. Giovanni deniega cualquier envolvimiento con el doctor. Giovanni
está en su cuarto, Isabela entra apresuradamente para decirle que hay una
entrada secreta al jardín del Dr. Rappaccini. Los dos corren hacia la entrada.
Giovanni entra solo y encuentra a Beatriz, quien se sobresalta. Ella le revela
que lo ha estado esperando. En un dueto en el que comparten sus emociones, el
joven se dirige a un árbol. Beatriz lo detiene, tocándole la mano, diciéndole
que es venenoso. Llega Rappaccini y Beatriz sale corriendo. El doctor dice al
estudiante que desea ser su amigo. Giovanni parte. Él joven se encuentra en su
cuarto curándose la mano que tocó Beatriz. El Dr. Baglioni llega y le cuenta
que una bella mujer se convirtió en una trampa mortal. Acusa a la joven de ser
un peligro por administrar venenos. Al agitarse Giovanni, Baglioni le dice que
aún hay tiempo de liberar a Beatriz de su padre y regresar a una vida normal.
Le da un frasco con un antídoto que Giovanni dará a la joven. El joven regresa
al jardín sabiendo que ha sido envenenado. Superado su enojo con su amada, le
dice que no todo está perdido ya que ambos pueden tomar el antídoto. El Dr.
Rappaccini entra apresuradamente y les dice que su trabajo científico los ha
curado y que pueden salir del jardín ya sanos. También dice que morirán si
toman el antídoto. Beatriz le quita el frasco a Giovanni y, ante la voluntad de
los hombres, lo bebe y muere.
En
efecto, se trata de un cuento gótico que nos transporta hasta el árbol del bien
y del mal.
La
producción de Cynthia Stokes es muy efectiva, a la vez que agradable a la vista
gracias a los diseñadores Sally Day (escenografía) y Chris Allen (vestuario) y
a la iluminación de Tania Rodríguez. A la izquierda del escenario coloca el
jardín con un gran árbol translúcido. Las flores están representadas por un
grupo de bailarinas; a la derecha se presenta la casa de Isabela, una sencilla
estructura de madera.
Jéssika
Alvarado, soprano Guatemalteca interpretó una muy buena Beatriz. El dueto con
Giovanni en el segundo acto logró un gran momento. Su actuación fue impecable. Kaitlin
Bertenshaw, mezzosoprano norteamericana tuvo una buena actuación como Isabela.
Su español es muy bueno, aunque exhibe un claro acento norteamericano al
cantarlo.
Octavio
Moreno encarnó al Dr. Rappaccini. Lo hizo convincentemente actuando y cantando
este papel antecesor de Mengele. Evanivaldo Correa estuvo acertado como el Dr.
Baglioni, personaje típico de un tenor de carácter. Quien logró los momentos más
felices fue Andrés Carrillo, al brillar durante el momento de más lirismo de la
ópera – la única aria de la ópera que canta durante su al final del primer acto
– y durante el dueto con Beatriz del segundo.
Michael
Dauphinais dirigió adecuadamente a seis maestros en el foso, tres percusionistas,
dos pianistas y una arpista, a los solistas y al Coro Universitario Estudiantil
Staccato, responsabilidad de Marco Antonio Ugalde, resultando una buena
interpretación de la música de Catán, que algunos han caracterizado como neo–romántica.
También participaron nueve bailarinas – las flores del jardín –, miembros de la
Compañía Juvenil de Danza Contemporánea de la UNAM.
No
todo estuvo bien. Durante el primer acto se usó un sistema de amplificación que
hizo que los decibeles en el auditorio superaran la norma internacional de
presión sonora permitida. El sistema se dejó de usar en el segundo, lo que hizo
más disfrutable la ópera. Ojalá que los asistentes a la segunda función no
hayan padecido este inconveniente técnico, mismo que debería haberse resuelto durante
el periodo de ensayos
Para
terminar, puedo afirmar que asistí a una buena interpretación de una ópera
atractiva, compuesta por un gran músico.
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