Una gala inolvidable
Pocas veces he asistido a una gala de una
cantante que, por su edad, pudiera hacer pensado en una joven de quien
se ha oído tanto en la prensa el último año siempre laudatoriamente, lo que me
normalmente me hace sospechar.
Con enorme placer puedo afirmar que asistí a un
concierto de una cantante que posee talento, presencia escénica, un
dominio técnico que se adquiere con muchísimo trabajo, capacidad para trasmitir
el drama lírico y, sobre todo, un gozo y alegría personal al cantar que contagia
de inmediato al público. Se trató de la gran soprano lírico coloratura Nadine
Sierra, de quien en pocos años diremos que será la legendaria Nadine.
El programa que escogió fue planeado para
permitirle mostrarnos muchas facetas de su personalidad histriónica y de sus
cualidades musicales.
La Orquesta Sinfónica de Minería, dirigida por
su director artístico, Carlos Miguel Prieto, inició el concierto con tres
movimientos de la música de ballet de
Faust de Charles Gounod. La soprano empezó su actuación con el aria de
Juliette “Je veux vivre dans ce rêve” de la ópera de Gounod en la que mostró su
manejo del estilo francés al tiempo que afinaba y terminaba de calentar su instrumento.
En mi opinión, el momento más brillante de la
primera parte de la gala fue la bellísima interpretación del aria de Zaide
“Ruhe sanft, mein holdes leben” del singspiel homónimo, e incompleto, de
Mozart. Lo hizo con un manejo exquisito de la dinámica y con la ternura con la
que la favorita de un sultán puede enamorarse de un cautivo recién llegado.
Tengo que agregar que la participación de David Ball al fagot y de Joseph
Shalita al oboe, fue sencillamente perfecta.
A continuación, la orquesta nos dio la obertura
de La forza del destino de Giuseppe
Verdi. La interpretación fue adecuada, pero si orquesta y director lo hubieran
hecho como lo hizo Manuel Hernández al clarinete, hubiera sido sublime.
Verdi continuó en el programa con la muy
popular aria “Caro nome” de Gilda de Rigoletto.
El papel de Gilda es uno de los que han dado fama mundial a Nadine, y hoy nos
dejó ver el porqué. Interpretando el personaje sumergida en él, cantó lo que
creo es una de las mejores veces que he oído interpretar esta aria. Me atrevo a
decir esto después de haber oído en vivo a más de treinta Gildas.
La primera parte del concierto terminó con el
recitativo “Quel guardo il cavaliere” y aria “So anch’io la virtù mágica” de
Norina en Don Pasquale de Donizetti.
Fue en este número en el que, como el personaje, se vio muy segura de si misma
a la vez que coqueteaba con el público.
En la segunda parte del programa, la orquesta
interpretó tres obras de compositores españoles, separando los números de la
soprano: los intermezzos de La vida breve
de Manuel de Falla y el de Goyescas
de Enrique Granados – en el que brilló la sección de violonchelos de la
orquesta –, y el preludio de la zarzuela El
bateo de Federico Chueca.
El rumor que se oyó en el teatro dio la
bienvenida a una de las piezas más representativas de Puccini, el aria de Musetta
“Quando m’en vo soletta”, la canción paradigmática de la coquetería femenina.
El aplauso fue impresionante.
La soprano regresó al repertorio francés al
cantar el aria de Louise “Depuis le jour” de la opéra homónima de Gustave
Charpentier.
El gran premio estaba reservado para el final
del concierto, la escena de la locura de Lucia
de Lammermoor de Donizetti. Hubo dos razones para poner el número al final:
es una escena muy demandante y Lucia es uno de los papeles favoritos de la
cantante. Al oírla cantar esta larguísima aria, Nadine mostró su respiración
perfecta e hizo gala de su coloratura. El enfrentamiento, si así se puede
llamar, con la flauta, interpretada magistralmente por María Vakorina, fue
realmente estelar. Al terminar el larghetto de la escena, “Il dolce suono”, el
público estalló en un prolongado aplauso que la soprano recibió graciosamente;
después del aplauso continuó la cabaletta “Spargi d’amaro pianto” en la que nos
comunicó inequívocamente la premonición de su muerte en la que espera reunirse
con su amado. En mi opinión, éste será uno de los papeles que la harán
legendaria.
Aunque hubo quien pidiese bisar la escena
de la locura, Nadine sólo sonrió y nos dio como propina el aria de Lauretta “O
mio babbino caro”, que le queda como anillo al dedo debido a la belleza de su
voz y, de nuevo, su habilidad para hacernos saber que es una joven enamorada
pidiendo a su papá que le dé su permiso para casarse. Aunque esta aria es una
propina típica de un concierto de estas características por su enorme
popularidad, la forma en que nos la regaló tuvo como efecto hacer que el
público le diese un aplauso delirante.
De último momento, pese a no ser
hispanoparlante decidió, por deferencia al público, cantar algo de repertorio
español – que según Prieto es inexistente descalificando así todas las
zarzuelas – y entonó “Me dicen la primorosa” que canta Elena en la zarzuela El barbero de Sevilla de Gerónimo Jiménez
y Manuel Nieto.
Y así terminó esta Gala. Por supuesto hubo
imperfecciones, tanto de la soprano como de la orquesta y su director,
naturales al ejecutar una serie de números de diversas óperas, desconectados
por necesidad. Pero éstas no opacaron en un ápice la felicidad que Nadine
Sierra nos regaló esta noche. Ojalá que regrese pronto.
© Luis Gutiérrez R
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