Now that Donald Trump has challenged democratic institutions, violated American values of tolerance and openness, and questioned Western alliances, it is not unreasonable to feel a sense of grief for all that has been lost. An emotional reckoning may now be necessary to confront this new world – and to move forward constructively.
Project
Syndicate, Feb.10, 2017
Por
Esteban Martina
Racismo,
Retroimperialismo y Protofascismo
El párrafo anterior muestra la conmoción
causada por el triunfo de Donald Trump. Esta situación ha generado una serie de
explicaciones que, en general, sólo de manera superficial tratan de explicar el
fenómeno que se vive en Estados Unidos y en Europa con el avance de políticos
llamados “populistas. En efecto, la prensa y televisión poseen una capacidad
única de repetir lo mismo una y otra vez sin ningún distingo de las corrientes
que generan a estos actores políticos, de los factores geográficos, sociales,
demográficos y políticos propios de cada país. Por ello representan al Líder
como el motor, si no único, al menos el predominante en el desarrollo de los
acontecimientos. Parecería que si dicho individuo desapareciera, la vida
volvería a ser “normal”.
Estas versiones de los acontecimientos parten
de la suposición de la racionalidad y bondad de una gran mayoría de la
población, dejando de lado la experiencia que muestra que esta racionalidad y
bondad dependen de la situación histórica en cuanto al desarrollo tecnológico,
económico, demográfico y de relación de clase.
La experiencia histórica demuestra que las
figuras mesiánicas condensan, por así decir, la ideología de un porcentaje si
no mayoritario, sí substantivo de la población y que al enunciarla como
programa de gobierno fijan las tendencias vagas de esa masa en objetivos
concretos. Sin embargo, hay que tener siempre presente que estas figuras surgen
cuando los factores arriba mencionados son propicios.
¿Cuál es el proceso que ha generado la presente
coyuntura?
Naturalmente que existen antecedentes
históricos que pueden arrojar luz sobre cómo se ha desarrollado la presente
situación. También existen factores nuevos que crean, modifican, reducen o
amplifican ciertos elementos existentes en experiencias pasadas. Sin embargo la
tríada que titula este escrito parece un punto de partida. Dicha tríada ya fue
analizada en el importante escrito sobre Los
orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt. Si bien ciertas de las
aseveraciones en dicha obra no son aplicables a la época actual y su enfoque
hace hincapié en cómo se genera el totalitarismo, creo que los fenómenos allí
descritos pueden explicar al menos en parte las corrientes soterradas (y no
tanto), que subyacen bajo la aparición del fenómeno populista, racista,
imperialista (en un sentido que se discutirá más abajo) y con pronunciados
rasgos protofascistas.
El capitalismo en sus diversas etapas y sobre
todo a partir de la Revolución Industrial genera, sin un sistema de protección
social, una substancial masa de desclasados –lumpen– que acumula una serie de
agravios contra la sociedad capitalista y es un peligro para los poseedores de
capital.
Hay que notar que en Estados Unidos la “lumpenización”
se refleja sobre todo en la clase obrera y mayoritariamente blanca, que en una
sustancial proporción ha sido desplazada y desclasada por la automatización de
los últimos 40 años. Ya en 1995, el controvertido Jeremy Rifkin señaló esta
tendencia aplicando a la época moderna el concepto marxista del desplazamiento
del obrero por la máquina. Esto es especialmente cierto en épocas cuando gran
parte del capital acumulado no genera inversiones productivas y se vuelve un
capital parasitario cuyo fin único es la expansión per se explotando a la sociedad sin dar nada a cambio. Este capital
en cierta forma es el equivalente al lumpen en cuanto a su situación social
pues pierde contacto con la sociedad y para muchos efectos comparte sus puntos
de vista.
Por otra parte, existe la masa atomizada que
incluye un porcentaje elevado de la población y que se siente ajena al proceso
político. Los que forman esta masa casi nunca votan pero cuando lo hacen,
aunque sea en relativamente pocos números, producen shocks violentos que en
caso extremo destruyen al sistema democrático (y más si sólo vota el 60% de los
posibles electores). Este es el caso actual, en el que parte de la población
rural siente amenazados sus valores religiosos y morales y que su modo de vida está
en vías de desaparecer, votó por Trump.
En Europa, el odio al migrante islámico, no
tiene un sentido religioso (en el aspecto dogmático) como en Estados Unidos,
sino un miedo a ser “arrollado” por otra cultura que es vista como opuesta a
los valores morales de la sociedad. En este caso, la demografía acentúa en
forma brutal esta percepción.
En el momento en que el capital parasitario se
alía con el lumpen y la masa responde a su llamado, se generan el imperialismo
(como ocurrió a fines del siglo XIX) y el fascismo (como ocurrió en la década
de los veinte del siglo pasado). El capital parasitario en su afán de expansión
utiliza al lumpen y a la masa para sus fines de dominio (explotar colonias en
el caso del imperialismo y controlar la población local y la de los países
esclavos en forma total en el caso del siglo XX). Al mismo tiempo necesita crear
uno o varios “enemigos” utilizando los prejuicios y odios ya existentes y que
se agudizan en el medio lumpen y en la masa atomizada que vive en la
frustración, la desocupación y el odio a las instituciones gubernamentales
(esta característica compartida por parte de la oligarquía parasitaria) y al
“enemigo” al que le achacan la mayoría de sus males.
En este sentido el surgimiento del racismo con
fines políticos encaja en el discurso del líder
pues el odio se encamina a los judíos, a los países competidores, a otra
religión o al grupo que en la coyuntura sirva como chivo expiatorio. Creando al
enemigo se consigue que el lumpen, quién es parte y esencia de la masa
irracional –mob– y está en el último escalón de autoestima, tenga alguien al
que le adscriba el odio que siente y éste lo deshumanice hasta llegar a los más
terribles extremos. Esta falta de solidaridad con el otro se puede extender a
la masa amorfa, más si es compartida por parte del capital parasitario con el
cual puede adoptar esta visión como programa de acción.
Después de la segunda guerra mundial se generó
un proceso de descolonización en el que decenas de países ganaron o recibieron
su independencia. Sin embargo, los países modernos y en especial el nuevo poder
hegemónico cuya tecnología y organización lo convertían en el proveedor natural
de capital siguieron ejerciendo un control efectivo sobre los países
subdesarrollados.
Este estado de cosas se fue modificando a
partir de los años 70 del siglo pasado por varios acontecimientos:
1.
El
colapso del sistema de Bretton Woods que señaló la aparición, todavía
incipiente, del libre flujo de capitales y mercancías y que ha culminado en un
aumento del comercio y la globalización.
2.
El
anquilosamiento de la Unión Soviética que culminó en su colapso. Al mismo
tiempo comenzó la transformación de ciertos países asiáticos en desarrolladores
de tecnología aunado a la creciente independencia mostrada por estados antes
sujetos a los países centrales, tales como Irán, India, etc.
3.
La
increíble transformación de China en una potencia económica de tal envergadura
que en la actualidad es el único competidor efectivo de los Estados Unidos.
4.
El
envejecimiento acelerado de la población de Japón y Europa Occidental y, en
parte, de Estados Unidos, acompañado de la explosión demográfica África, en los
países musulmanes y, hasta la década de los 90, en América Latina.
5.
La
aparición de nuevas tecnologías de manufactura basadas en la automatización y
la transformación de muchas industrias de servicios por la computación.
6.
La
aparición de la Internet genera además una herramienta con posibilidades
ilimitadas en el ámbito financiero, político y social, tanto para bien como
para mal, tal y como se refleja en su uso para difundir desinformación,
mentiras y como instrumento de amenazas e insultos.
7.
El
ataque a las Torres Gemelas en 2001 que señala una escalada militar de agresión
por parte de Estados Unidos y de odio racial y religioso y creación de un
sistema de “seguridad” interno que marca el inicio de un dominio policiaco y de
los órganos de espionaje con consecuencias no previsibles para una sociedad
abierta.
8.
El
terrorismo que se ha internacionalizado y que hoy es capaz de actuar en el
corazón de los países ricos.
9.
La
crisis financiera en Estados Unidos y sobre todo en Europa a partir del 2007.
Estos hechos han provocado una serie de
fenómenos que fuerzan a retomar los conceptos discutidos anteriormente.
En Europa, la bomba demográfica del
envejecimiento ha causado un desbalance fiscal en varios países. Europa tiene
en su cercanía varios cientos de millones de personas que han sido convertidos
en presentes y potenciales refugiados debido a las dictaduras y el terrorismo
que ha provocado la agresión americana en Afganistán, Irak, Libia y su
ignominiosa participación en Siria. Lo anterior, aunado a una muy poca flexibilidad
de adaptación ante la adopción del euro y el poco control presupuestal ha
provocado una crisis en la Unión Europea. Alemania ha fallado lamentablemente
en su papel hegemónico provocando la pauperización y desencanto en varios
países, siendo Grecia el caso más radical.
En este sentido el proceso ha sido más de
lumpenización de países y regiones que de toda la sociedad europea. A nivel
social este papel lo juegan las personas ancianas que sólo tiene una
preocupación: su pensión. Al mismo tiempo, las olas migratorias provenientes
del Medio Oriente y África crean una presión que estimula el racismo subyacente
en muchos países y varios sectores de la población que buscan un “salvador”.
Hay que recordar que a fines de la primera guerra mundial una situación
parecida se presentó con las oleadas de refugiados a raíz del colapso de los
Imperios Ruso y Austro Húngaro (la Tierra Sangrienta). Las medidas anti
inmigración surgieron rápidamente y con mucha dureza.
Hasta ahora, el impulso proteccionista
exacerbado (al que llamaremos retroimperialismo) había sido restringido por el
entorno económico y tecnológico, pero con el Brexit y las elecciones en Francia,
Holanda e Italia, esto puede cambiar. Examinaré esta situación más en detalle
en el caso estadounidense. Sin embargo, la demonización del migrante alcanza a
sectores de la población no especialmente radicalizada pero que se imaginan que
gente “sin mérito, peligrosa y aprovechada y con valores conservadores” les
quita el trabajo, su seguridad o su pensión futura. Si alguien como Le Pen triunfara en las
elecciones, este caldo de cultivo, además de generar un retroimperialismo, ya
tiene un sustrato de “culpables e inferiores” con los que toda solidaridad
humana desparece. Esta presión no existe en Japón lo que lo hace un caso
diverso ya que allí la inmigración es nula y el racismo se manifiesta con una
cultura cerrada que se considera superior desde hace siglos.
En Estados Unidos, donde el capital parasitario
ha prosperado desde la década de los ochenta y donde el costo de la llamada
“voodoo economics” y la completa falta de regulación que controlara el capital
parasitario ha sido cubierto por la población, cuyos activos apenas alcanzarán
en su vejez, ha existido una presión gigantesca en busca de rendimiento. Parte
de esta búsqueda de expansión en el rendimiento proviene del capital
parasitario que sólo busca eso sin aportar ningún tipo de servicio social o
económico, pero también de una parte substancial de la población que invierte
en fondos de inversión y de pensión. La necesidad de rendimiento a todo costo
se ha agudizado cada vez más, provocando repetidas crisis aunadas a la
especulación y fraudes concomitantes lo que ha creado el caldo de cultivo para
el lumpen y la atomización de la masa.
En el espíritu descrito en el párrafo anterior,
el desarrollo de sistemas de procesamiento y comunicación de avanzada reforzó
el surgimiento de esta especulación financiera salvaje sobre todo tipo de
activos en un mundo ahogado en liquidez y bajo la presión demográfica que sirve
de pretexto para un capitalismo de corte excluyente y especulativo.
Por otra parte, el capital dedicado al sector
manufacturero, en busca de un mayor rendimiento y como comentamos, bajo la
presión de sus accionistas que en su mayoría son fondos de inversión y
pensiones para una población anciana, utiliza las facilidades brindadas por la
era informática y la facilidad de transporte de material para migrar una parte
sustancial de su producción a países donde la mano de obra cuesta menos y así
ser más competitivos. De hecho, esto amplifica la tendencia a utilizar mano de
obra barata que ya se venía dando de tiempo atrás. Sin embargo, el cambio a
partir de los 90 fue enorme. El ejemplo más a la vista es China, pero países
como México y la India también vieron aumentar la transferencia de empleos
desde Estados Unidos, el primero en manufactura y la segunda en servicios. Los
países europeos y Japón siguieron esta tendencia, utilizando sus plantas en
México para mejorar su competitividad en Estado Unidos.
Esta “globalización” ha contribuido a una
mejora en ciertas regiones del mundo en desarrollo (al menos por un período de
tiempo), pero ha causado animadversión en los sectores menos educados de la
población de los países ricos. Si bien la automatización es la que desplaza en
gran medida a la mano de obra, el lumpen se enfoca en el “otro”, ya sea país
extranjero, el migrante o el de otra raza
La pauperización y lumpenización de amplios
sectores de la sociedad americana, sobre todo en zonas donde hasta el nombre es
ilustrativo, Rust Belt, así como el racismo listo para manifestarse en amplias
zonas sobre todo rurales y del sur, generan una masa falta de cualquier lazo de
relación humana con “los otros”. En la prensa se habla de los “obreros blancos”
frustrados. Aquí se arguye que la masa no consiste de ellos en forma principal
ni como grupo. En efecto, muchos son ex-obreros cuyas habilidades ya no son
útiles y cuyo futuro no existe, pero también existe una masa sin educación
debido a la desigualdad existente en Estados Unidos. Sin embargo, en esta
alianza entre capital parasitario y lumpen, hay compañeros de viaje. Además del
medio rural que se siente excluido del futuro, el más prominente es la derecha
religiosa fanática que se traslapa con este medio en gran medida y que se
escandaliza porque hay más tolerancia con los homosexuales, pero no se inmuta
ante la deportación, el desprecio y hasta la muerte de inmigrantes de otro
color o religión. En el segmento de blancos religiosos evangélicos Trump ganó
el 81% de los votos y en las áreas rurales con el 62%
Puede parecer extraño que los votantes republicanos
hayan apoyado y apoyen en forma casi unánime a Trump. Esto deja de lado la
creciente radicalización del Partido Republicano y su degeneración en grupos
fanáticos extra conservadores en lo religioso, pero simpatizantes del
capitalismo salvaje cum populismo. Cuando
el capital parasitario y especulativo (y pocos representantes tan típicos como
Trump) se alía con estos grupos con los que comparte su odio a las
instituciones democráticas y a todo lo que huela a “elite”, se genera lo que
llamo el retroimperialismo, o sea, el proteccionismo globalifóbico xenofóbico,
cuyo propósito irracional es la autarquía, el control y, cuando menos, el
establecimiento de un régimen autoritario a capricho del Líder. ¿Por qué retroimperialismo?
Porque ahora no se mandan soldados y agentes provenientes del lumpen para
ocupar los países “inferiores”, sino se pretende devastar tales países y
revertir su magro desarrollo para volver a crear esferas de poder compartidas
tal vez con Rusia, China y Alemania. El crear un fetichismo por la manufactura
y los servicios sólo en TU PAÍS, busca reforzar su dominio sobre la masa, Esto
es un sueño al que se oponen las condiciones tecnológicas, demográficas y
económicas.
Allí está el quid de la cuestión. Creo que para el Líder y sus aliados ideológicos, que no puramente económicos, lo
importante no son estos factores sino la lucha contra “el otro” y concretar sus
fantasías.
Esto puede parecer fantasía, pero siempre hay
que recordar que este protofascismo es irracional por definición. Lo que
importa es el “Movimiento” hacia la visión del mundo que el Líder
tiene en mente. Esta visión es completamente irracional y puede cambiar
continuamente, de allí las contradicciones que genera. Hará uso de lo que se presente
guiado por la “Voluntad” para continuar el “Movimiento” y desechará lo que usó
cuando le sea inútil.
Hay que tener entonces claro que los argumentos
de racionalidad económica, social, etc. no norman el comportamiento del
Líder y la masa. Si dará preferencia a la idea de dominio racial o
“imperial” en el sentido que hemos comentado. La historia tiene muchos ejemplos
de esta perversión.
El recurso a la demonización y rebajamiento de
mexicanos, migrantes y musulmanes, y las demandas que parecen sin sentido, como
que México pague un muro en su frontera, son mecanismos para que esta masa irracional,
o sea la mob, se sienta superior al
menos con respecto a estos “otros”.
En
este sentido creo que el uso del racismo en forma política es muy parecido al
mecanismo imperialista del siglo XX, aunque la forma que se perfila de
imperialismo difiere notablemente del modelo anterior.
¿Cuál es el futuro de esta nueva ronda de
ataque a la tolerancia? ¿Nos enfrentamos
ya a un fascismo naciente? Ciertos elementos ya están presentes: el desprecio y
ataque al sistema judicial y a la prensa, el convertir al migrante en objeto de
caza, las amenazas contra otros países en forma de ultimátum, el ataque a la
tolerancia, la infalibilidad del Líder, etcétera.
Para empezar, es lamentable, por decir poco, la
falta de percepción mostrada por una gran parte de la izquierda que, como ya en
otras ocasiones, adoptó una posición dogmática y de total rechazo respecto a la
globalización. Es claro que la globalización per se no es una panacea que resuelve todos los problemas. De hecho,
los crea (presentes en los países ricos y futuros en los pobres). Lo que hay que hacer es mitigar sus aspectos
negativos, no destruirla de cuajo. Si
bien la globalización tiene varias y graves consecuencias para partes
considerables de la población, dado el avance tecnológico y financiero, es
difícil de revertir sin causar consecuencias peores. Sin embargo, la
globalifobia se ha centrado en las consecuencias para los países ricos y toma
poco en cuenta los beneficios que ha traído para los países en desarrollo. La frase: “¡Si nada de esto hubiera pasado no
tendríamos este problema en México y otros países!”, es un espejo de la
mentalidad que actualmente domina en Estados Unidos. El punto es que esto pasaba y no hubo
propuestas factibles para contrarrestar las partes negativas de este fenómeno.
Todo fue blanco o negro. ¡Ahora la izquierda populista se encuentra con que la
derecha les roba sus banderas!
¿Cambiará esta situación, sobre todo en Europa
donde la memoria histórica necesita a una izquierda moderna? El racismo y la
exclusión ya alzaron su cabeza en forma visible y se presentan en hechos como
cuando hasta la primera ministra británica, a la que se suponía una Tory
clásica habla de cosmopolitismo, una clásica señal de peligro, xenofóbica y antidemocrática.
En Estados Unidos las esperanzas para frenar el
movimiento trumpista, restan tanto en la institucionalidad del sistema como en
la mayoría de personas racionales que no votaron por Trump (ya marcada por éste
y sus aliados como elitista y poco patriota). Por otro lado, y por puras
razones económicas, parte del capital multinacional manufacturero y aún del
capital parasitario podría ponerle un alto. Sin embargo, véase el apoyo de Goldman
Sachs y Wall Street en general a Trump y su programa, un patrón que no debe
extrañar dada la experiencia histórica.
Creo que hay una probabilidad que la tríada
racismo, retroimperialismo y protofascismo, con su concomitante desprecio al
sistema, sea frenada por estos agentes, aunque
su huella va a ser difícil de borrar. En efecto, ciertos hechos alarmantes,
tales como la aceptación por una parte mayoritaria de la población del espionaje sistemático y casi total por la
NSA a los propios ciudadanos americanos y el aumento brutal en el número de
presos (2 millones), con varios millones más fichados y con un desproporcionado
número de negros e hispanos, no presagian una democracia plena aún en ausencia
del movimiento trumpista. En adición a lo anterior, las condiciones generadas
por sus políticas no desaparecerán en un futuro previsible. En teoría, las
instituciones de Estados Unidos son más sólidas que en la mayoría de los países,
pero pueden ser utilizadas y transformadas. Hay que recordar cómo el sistema
electoral fue utilizado para la victoria de Trump aun cuando el voto directo
favoreció a Clinton, pero por un pequeño margen. Esto indica que Trump tiene mucho
margen de maniobra y que puede transformar el panorama legal (y más en una
sociedad legaloide y formal como la americana) con apoyo muy sustancial. Las instituciones se han degradado de tal
manera que si los “Founding Fathers” o Lincoln volvieran, serían linchados en
muchas zonas del hinterland.
No sería de extrañar que un régimen racista, autárquico
agresivo y con mentalidad de sitio, como el de la sociedad rusa, y donde la
democracia americana existiera sólo de manera formal, fuera el resultado de la
presente situación. Esto y la evolución del populismo de derecha, racista,
excluyente y proteccionista y francamente fascista en algunos países en Europa
como Hungría, serán las grandes incógnitas en los años futuros.
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