El
pequeño príncipe y Antonieta en Bellas Artes. 18 de febrero
de 2016
Ópera de Bellas Artes decidió celebrar el cumpleaños 70 de Federico Ibarra presentando dos de sus óperas de un acto en un solo programa. La primera, El pequeño príncipe (1988) con libreto de Luis de Tavira escrito en diez escenas más o menos inconexas, con base más o menos en la novela homónima de Antoine de Saint–Exupéry; y la segunda, Antonieta (2010) con libreto de Verónica Musalém con base en “la vida de Antonieta Rivas Mercado” (1900–1931).
El
músico mexicano ha compuesto ocho óperas y una cantata en forma de
oratorio. Ha ganado todos los premios que se otorgan en México a los músicos,
sin embargo, siendo amable, es muy poco conocido fuera del país. De hecho, sólo
en Wikipedia logré encontrar un artículo dedicado a él, habiendo buscado su
nombre en muchos diccionarios y guías internacionales de música en general y ópera
en particular..
Aunque fue mi primera exposición a las dos óperas,
tuve la sensación que ya había oído la música. Melodías, tonalidades, ritmos y
paleta orquestal que me hicieron pensar que estaba oyendo algo de Korngold, por
ejemplo, pero sin el talento de Korngold. Me atrevo a decir que la mejor música
se oyó cuando se interpolaron dos versos de “Plaisir d’amour” de J.P.E. Martini
en Antonieta. Es muy probable que
muchas personas quieran quemarme en leña verde, pero me atrevo a decir que será
muy difícil ver escenificada una ópera de Ibarra en un escenario profesional
fuera de México.
El pequeño príncipe fue puesto en escena
por Luis Miguel Lombana con escenografía de Paula Sabina, vestuario de Nuria
Marroquín e iluminación de Víctor Zapatero. La acción representa un avión
accidentado en un desierto, colocado en una plataforma alrededor de la cual suceden
las diez escenas más o menos inconexas del libreto. Al terminar la ópera, el
avión se eleva y vuela a su destino, una vez reparado por el piloto y su
ayudante, el pequeño príncipe.
La
soprano Nadia Ortega como el principito y el barítono Enrique Ángeles manejaron
en forma más que solvente sus partes musicales y actorales. La intervención de
Anabel de la Mora, soprano coloratura, como la flor del principito nos mostró
una bella voz y buena capacidad de cantar en el registro alto. Al final de su
“aria” se escuchó el único aplauso durante la ópera. ¿Será que el público se
fascina por la música en las alturas? Probablemente sí. La misma Anabel de la
Mora interpretó el agua del pozo, aunque el no tener notas elevadas no se le
premió con un aplauso. En mi opinión fue la cantante más destacada en esta
ópera. El resto de los personajes fueron cantados adecuadamente por Hugo Colín
(tenor) como el contador, Carla Madrid (soprano) como la zorra, Héctor Valle
(tenor) como la serpiente y Sergio Ovando (barítono) fue el astrónomo turco.
La
primera parte tan sólo duró una hora. Al terminar sufrimos un intermedio de
otra hora prácticamente. La razón fue que las dos óperas tuvieron equipos
creativos totalmente diferentes, con excepción del diseñador de iluminación; de
haber tenido dos diseñadores de iluminación, el intermedio hubiera durado otra
hora seguramente, pese a que el Palacio de Bellas Artes fue “puesto al día”
hace unos cinco años. En un teatro con menos recursos técnicos y con el mismo
sindicato de tramoyistas, el intermedio hubiera durado al menos tres horas.
Y
siguió Antonieta. Muchas veces los
seres humanos creemos que el mundo todo conoce nuestra historia, nuestros
héroes y heroínas y hasta nuestros íconos. Creo que es el caso de Antonieta
Rivas de Mercado quien fue hija del arquitecto Antonio Rivas Mercado, el
escultor que creó la victoria alada que corona el monumento a la independencia
y popularmente llamada “el ángel”, columna que se erigió como evento principal
de la celebración del centenario de la independencia de México en 1910; después
se distinguió por ser patrona de las artes y por ser pareja de José
Vasconcelos, político que logró la autonomía de la Universidad Nacional de
México y que compitió, y perdió, unas elecciones en un país que recién había
terminado la revolución y una guerra cristera. Finalmente consumó el hecho por
el que es más conocida al dispararse un tiro de la pistola de Vasconcelos en el
corazón, mientras deambulaba cerca de un altar de Notre Dame en París. Se dice
que fue el primer suicidio cometido en la catedral de París. Todo lo anterior,
la convirtió un ícono artístico, político y aún feminista en nuestro país.
La
ópera inicia durante el suicidio, seguido por un flashback de su vida en el que
conoceremos las pláticas con su padre como niña y como joven enamorada (es aquí
donde Antonieta canta “Plaisir d’amour”), las fiestas del centenario (en una
escena extremadamente larga sin sentido), su vida como patrona de las artes y
como mujer política, para terminar la ópera donde inició, en su suicidio.
Además de Antonieta y su padre, las alegorías del poder, el amor y el arte
hacen contrapunto a la narración de la heroína.
José
Antonio Morales logró un muy buen trabajo al poner la escena, habiendo diseñado
la escenografía en conjunto con Rosa Blanes, quien a su vez diseñó el
vestuario. Como se ha dicho, Víctor Zapatero diseñó la iluminación. La
intención de Morales fue presentar la vida de la heroína en la forma más clara
posible y lo logró en forma óptima.
La
mezzo Grace Echauri logró una excelente función, pese a que la línea de canto
es bastante seca, el barítono Jesús Suaste como su padre (quien parecía
Venustiano Carranza en persona, no podía evitar decirlo) tuvo una actuación
discreta como lo es el papel. Los cantantes que personificaron las alegorías
fueron el barítono Jesús Ibarra como “el poder”, la soprano Zaira Soria como
“el amor” y el tenor Gerardo Reynoso como “el arte”. El timbre y fraseo de
Reynoso me dan deseos de volverlo a ver en un papel más importante en un futuro
cercano. Ibarra también tuvo una noche excelente, y creo haber oído ciertas
dificultades de Zaira Soria en el manejo de una línea vocal sumamente elevada
para su tesitura.
La
dirección de Iván del Prado fue notablemente buena en general, aunque en dos o
tres momentos dejó que la orquestara desatara su fuerza y ahogara a Antonieta.
El coro, dirigido por Christian Gohmer tuvo una buena actuación especialmente
en Antonieta durante las
interminables fiestas de celebración de la independencia.
Pese
a que las dos óperas tienen una duración total de dos horas y cuarto, salí del
teatro tres horas y media después que entré musitando dos frases, una de cada
ópera, en la primera, el principito dice a su flor ‘lo que me dices no me deja
conocerte’; en la segunda, Antonieta dice ‘cuándo terminará esta pesadilla'. A
la vez sentía un sabor de mal mexicano en la boca porque un pensamiento me
inquietaba: ¿por qué tendrán que hacernos a todos partícipes de las fiestas de
otros?
© Luis Gutiérrez Ruvalcaba
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