Carmen
el 26 de febrero de 2015.
No
escribiré sobre la producción de Richard Eyre, pues es muy conocida por haber
sido transmitida en LIVEHD más de una vez y por estar grabada en un DVD desde
hace tiempo, sólo diré que no me gusta la escenografía basada en uno de los
clichés del director, un cilindro revolvente; además coloca en la acción en
otra época, la guerra civil o los primeros años del franquismo sin que ello
agregue un ápice conceptual a la ópera, de hecho manifiesta una gran ignorancia
sobre la época ya que un guardia civil, oficial o no, jamás tendría en esa
época una actitud de abuso sexual como la mostrada en la escena. Corolario: hay
directores que cambian la época de la acción de las óperas por el puro hecho de
cambiar.
Elīna
Garanča tuvo una noche simplemente fantástica; todo, absolutamente todo fue
perfecto. Musicalmente nos mostró su bella y sensual voz, enamorando al
público, a Escamillo y al pobre Don José. Además su presencia y actuación
reafirmaron mi convicción que es la cantante perfecta de nuestros días. Micaela
fue encarnada por Ailyn Pérez, quien lo hizo también maravillosamente en lo
vocal. Su actuación también fue excelente, siendo fue menos tímida que las
Micaelas usuales, defendiéndose muy bien de las groserías de los soldados
–guardias civiles en este caso– quienes la acosan al llegar al cuartel y que
son intimidados por la pequeña novia del cabo.
Si
la letona estuvo perfecta, los hombres estuvieron muy imperfectos. El Don José
de Roberto Alagna se oyó cansado y, en momentos, desafinado y el Escamillo del
húngaro Gábor Bretz dejó mucho que desear pues también estuvo desafinado, incluso
dejó pasar uno o dos tiempos en silencio para recomponerse en una de las arias
más famosas del canon operístico.
Los
personajes secundarios estuvieron bien a secas.
Quien
realizó un muy buen trabajo fue Louis Langrée al frente de la orquesta y coro
del Met. Reconozco que Langrée brilló por sí mismo y no por reflejo de la
Carmencita.
Don
Giovanni en el Met. 27 de
febrero de 2015.
La
producción de Don Giovanni producida
por Michael Grandage fue estrenada en octubre de 2011 y ya se siente cansada.
Desde el principio fue recibida con indiferencia por la mayor parte del público
y negativamente por la crítica. El hecho de que a la fecha esta producción de
la “ópera de óperas” (E.T.A. Hoffmann dixit) no se haya transmitido en LIVEHD y
que no se haya un DVD de la misma, nos dice sutilmente que ni a Peter Gelb, el
gerente del Met, le gustó. El problema radica en el hecho de quedarse a la
mitad entre lo que podría pensarse una producción tradicional o una con
conceptos contemporáneos; de hecho esta ópera ha sido abusada cruelmente por directores
que la han aprovechado para frustrar todas sus frustraciones sexuales y,
principalmente, intelectuales. Mucho se cuelgan del título del libreto dramma giocoso sin leer lo Zingarelli, u otro diccionario, en el
que se define este término como “ópera bufa del siglo XVIII”. Pero ya me fui
por donde temía podría irme.
La
producción en cuestión divide el escenario en dos áreas, una muy pequeña al
frente de una fila paralela al proscenio de cuatro casas de tres niveles, y
otra muy amplia que aparece al retirar las casas. Christopher Oram es el
diseñador de escenografía y vestuario coherentes con la idea de Grandage. En mi
opinión la idea no es mala, aunque las escenas en el área pequeña llegan a ser
sofocantes. La escena del cementerio se desarrolla en una cripta en la que la
tumba de il Commendatore se diferencia únicamente por la diferencia en el
tamaño de las estatuas. Confieso que agradezco que Don Giovanni mate al
Commendatore en un duelo de caballeros, lo que evita que aparezca como un
asesino a traición. Don Giovanni es libertino, blasfemo, seductor, posiblemente
violador –aunque nunca se tiene evidencia de ello–, pero seguramente encantador
y seductor. Diría que el de Mozart y Da Ponte también es contradictorio, pues
nos lo muestran en un día que todos sus intentos de seducción fracasan; de
hecho en el peor día de su vida que termina cuando inicia un viaje lejos y sin
retorno (“lontano andò”). He de decir que la escena de la condenación de Don
Giovanni es muy espectacular, aunque manida, pues “baja” al infierno rodeado de
llamas, lo que dispara el aplauso del respetable. Por fortuna al director de la
orquesta no le importó el ruido inoportuno del entusiasta público del Met, y
mantuvo la música en movimiento hasta el final del sexteto.
Leporello
diría de esta producción. “Certo timore, certo
accidente, di fuori chiaro, di dentro oscuro… “, o sea, ni fu, ni fa.
La
calidad de la función fue muy alta, aunque Elza van den Heever como Donna Anna
y Emma Bell como Donna Elvira, estuvieron fuera de su elemento. Si yo fuera
director de reparto, jamás contrataría a estas damas para estos papeles, tanto
por cantar solamente entre f y fff, como por su actuación exagerada. La
tercera mujer, Zerlina, fue interpretada maravillosamente por Kate Lindsey,
tanto vocalmente como actuando. En mi opinión logró lo que Mozart quería de
este papel, sensualidad vocal y atrevimiento sexual disfrazados por una tenue
timidez. Además, fue la prima donna que en la mente de Mozart fue Caterina
Bondini, la primer Zerlina y la favorita del público de Praga que le arrojaba
poemas, uno de los cuales empezaba “Bondini canta y el corazón más triste se llena
de alegría…”.
Los
hombres estuvieron formidables; Peter Mattei, probablemente el Don Giovanni de
nuestros días dio una clase maestra, en complicidad con el director
concertador, de lo que es el rubato
en Mozart durante la serenata del segundo acto. Luca Pisaroni es un gran
Leporello y es posible que en un futuro próximo encarne a Don Giovanni, y
pensar que lo vi como Masetto en los principios de su carrera. Por cierto,
Masetto fue interpretado muy bien por Adam Plachetka, cantante que recién se
presenta en el Met después de tener una carrera importante en Europa. Dmitry
Korchak cantó un excelente Don Ottavio, especialmente en “Il mio tesoro”, su
actuación fue acorde con la psicología del personaje. Para cerrar el círculo el
veterano James Moris cantó un muy sólido Commendatore. En resumen, Zerlina y
los hombres –esto suena como título de película de los 60’s– lograron que la
función fuese muy buena, a pesar de Anna y Elvira.
Alan
Gilbert tuvo una excelente actuación al frente de la orquesta y el coro, y
especialmente en su interacción con los cantantes, como fue el caso de Mattei
en la serenata. En el caso de las Donnas no pudo sacar agua a las rocas.
Les
Contes d’Hoffmann en el Met. 28 de febrero de 2015.
La
actual producción de Hoffmann se
estrenó hace ya casi 6 años, y no me ha hecho olvidar la anterior de Otto
Schenk. Bartlett Sher se ha convertido en el director de cabecera de Gelb y no
tengo idea por qué. En esta ocasión hace uso extensivo de su pasado como
director de musicales de Broadway, probablemente por añoranza del tiempo en que
sus dotes eran oportunas. La presencia de bailarinas, algunas fingiendo
desnudos –si hubieran estado desnudas otra cosa hubiera sido– así como la
aparición casi permanente de chicas disfrazadas como Olympia, hacen que los
cuentos lleguen a ser anodinos. En fin, la producción se presentó hace un mes
en LIVEHD por lo que supongo que muchísima gente la vio en todo el mundo, por
lo que cada quien habrá formulado su juicio personal. A mí no me gusta.
Como
es bien conocido, Offenbach dejó inconclusa su obra pues murió antes del
estreno. Por esto existen varias opciones para su interpretación; en esta
ocasión se usa la edición de Fritz Oeser, que muchos consideran “la más cercana
a las intenciones del compositor”. El orden de los actos es el que hoy día se
usa en casi todos los teatros: Olympia, Antonia y Giulietta.
Esta
temporada se presentó en dos series con repartos totalmente distintos. Hoy
inició la segunda serie liderada por James Levine en la dirección musical. Esto
es bueno dado su conocimiento de la obra y su musicalidad, pese a que las
funciones que dirige lleguen a ser muy largas dados los tempi que decide usar; la función duró cuatro horas incluyendo dos
intermedios. Bastante más de lo normal.
Matthew
Polenzani fue el Hoffman de la noche. Polenzani es un excelente tenor aunque el
uso que le da el Met lo ha hecho interpretar una gran diversidad de personajes
de muchas óperas en muy poco tiempo hace que su voz se oiga genérica –lo he
visto 34 ocasiones en 20 papeles desde Don Ottavio hasta el Chevalier de la
Force, pasando por Iopas de Berlioz y David de Wagner. Es garantía de una buena
noche, pero también de una función poco emocionante como fue el caso.
Su
némesis, el diablo disfrazado como LIndorf, Coppélius, Doctor Miracle y Dapertutto, fue personificado por el
bajo–barítono Laurent Naouri quien además de ser francófono en una ópera
típicamente francesa, tuvo una excelente noche vocal, especialmente como
Dapertutto al cantar “Scintille, diamant!” brillantemente –perdón por la
redundancia– que se desarrolla en la mitad del rango del barítono. Como actor
también estuvo muy convincente, en especial en el acto de Antonia en el que
disfruta su maldad.
Karin
Deshayes, también francesa, actuó y cantó los papeles de la Musa y Nicklausse,
el amigo de Hoffmann, que en esta producción se dedica inexplicablemente a ser
ayudante de los villanos. En mi opinión, su ejecución vocal no pasó de ser
buena a secas, pero su actuación se empañó con
las “ideas” de Sher. Al momento que escribo esto siento un
estremecimiento de miedo al darme cuenta que el señor Bartlett dirigirá Otello para iniciar la próxima
temporada. Brrr!
Audrey
Luna como Olympia demostró un dominio absoluto de la coloratura. Su timbre es
muy agradable aún al llegar a lo que creo fue un sol agudo. Como autómata
estuvo estupenda y se vio muy simpática al agradecer mecánicamente el aplauso
del público al terminar “Les oiseaux dans la charmille”. Susanna Phillips cantó
y actuó una apasionada Antonia al sortear muy bien las dificultades de “Elle a
fuit”, muriendo “auténticamente” al terminar. La mezzosoprano, casi contralto
Elena Maximova fue la Giulietta. Su voz es potente pero no muy bella, en mi
opinión, y la barcarolle no tuvo esa
magia que espero desde el inicio de la ópera.
Sólo
en una ocasión he oído una cantante que haga las tres heroínas. Aunque es un
trabajo bastante pesado, el hecho de tener una Giulietta soprano logra el mejor
efecto en la barcarolle. ¿Qué quería
Offenbach? ¿Una o tres cantantes?, ¿una mezzo o una soprano como Giulietta? No
lo sabemos por desgracia.
Los
muchísimos personajes secundarios fueron interpretados correctamente. Me quedé
con las ganas de los cuatro sirvientes francófonos, pero eso es peccata minuta.
En
resumen un villano de primera clase, lo mismo que Olympia y Antonia. Un
Hoffmann genérico y una Giulietta deficiente. Un Levine que exploró los
detalles de la partitura pero que, cada vez más, hace que las óperas duren más
tiempo del deseado.
Completísima tu reseña, como siempre, da gusto!! Mil gracias amigo.
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