Così
fan tutte en
el Teatro de las Artes. 13 de marzo de 2015.
El
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes decidió realizar un festival
llamado ESTO ES MOZART, sólo por el gusto de celebrar haciendo música de
Wolfgang Amadeus.
El
Festival incluye dos óperas, Così fan
tutte y Don Giovanni, así como
conciertos de la Camerata de Salzburg dirigida por Louis Langrée, la Kölner
Akademie com Michael Alexander Willems, la Orquesta de Cámara de Viena con
Stefan Vladar, la Orquesta Sinfónica Navional con Hansjörg Schellenberger, la
Orquesta de Cámara de Bellas Artes bajo la batuta de José Luis Castillo y la
Filarmónica 5 de mayo con Fernando Lozano. La mayor parte de las funciones llevarán
a cabo durante la última semana de marzo.
El
festival inició el a3 de marzo con el estreno de una producción de Così fan tutte en el Teatro de las Artes,
principal auditorio del Centro Nacional de las Artes.
La
de escena fue Luis de Tavira en colaboración con Antonio Salinas. El diseño de
escenografía e iluminación fue de Philippe Armand y Estela Fagoaga diseñó el
vestuario.
Aunque
Così fan tutte ha sido una ópera con
mala fama por su tema, últimamente es pieza indispensable del repertorio
universal. Por ello, hay muchos “equipos creativos” que atentan contra la
esencia de la dramática de la obra y artistas que lo hacen con la música.
El
escenario de esta versión es un plano con una inclinación de treinta grados aproximadamente,
lo que en mi opinión es bastante como lo demostró la dificultad que tuvo
Fiordiligi al tratar de afirmarse en la parte superior. Este plano está cortado
por una plataforma donde se desarrolla la mayor parte de la acción, rodeado de
cuatro pasillos verdes, supongo que para simular césped. Al fondo de la
plataforma se ven varias puertas por las que entran y salen los protagonistas y
cuatro omnipresentes comparsas, unas veces moviendo la utilería y la mayor de ellas
estorbando la acción. En el primer acto solamente desviaron la atención, al
menos la mía, sin razón alguna con excepción de la primera escena en la que dos
chicas actuaban como meseras y dos jóvenes hacían como que actuaban de clientes
de la taberna. De ahí en adelante su presencia fue totalmente prescindible, a
menos que sirvieran a uno de los directores de escena, bailarín y coreógrafo de
formación, a formar unos bonitos cuadros plásticos y a reforzar una serie de
posiciones estilizadas, ridículas en el caso de los soldados. Despina y Don
Alfonso no fueron sometidos a estas “ideas” por lo que su actuación fue la más
natural. Durante el segundo acto, los
comparsas se dedicaron a “ser las sombras” de las hermanas y sus novios, lo que
empieza a ser un cliché en producciones europeas. En mi opinión estas “sombras”
no sólo no añaden nada a la comprensión
del leguaje textual y musical de la ópera, pero sí lo complican. Los directores
de escena decidieron ignorar los lugares que indica el libreto, logrando
incongruencias a veces ridículas.
El
vestuario fue de antología. Las hermanas
portaron el mismo disfraz durante toda la ópera, uno verde y otro rojo, a
excepción de la escena de su dueto en el segundo acto en el que
aparecieron en pijama o algo similar. Lo
realmente fue simpático fue el calzado por el que paseaban por el jardín, el
interior de la casa y muy especialmente en la playa, en donde los directores
escena colocan una gran parte de la acción ignorando el libreto en absoluto. Se
veían muy chistosas y cómodas paseando en la playa con unas botas hasta las
rodillas. Por otro lado, los soldados llegan a despedirse de sus novias
vestidos con unos sacos largos, que la diseñadora de vestuario quería hacer
pasar como uniformes de campaña, pero que los hacía ver como costales de papas
coronados por bacinicas, pues eso es lo que parecían los “cascos”. Fue uno de
los momentos más exitosos de la ópera. Hablar de diseño de iluminación es una
gran exageración.
El
final de la ópera, que inicia con Despina ordenando a toda la servidumbre la
boda de Fiordiligi y Dorabella con Tizio y Sempronio (hasta donde entiendo,
estos nombres son el equivalente de Fulano y Mengano) pudo haber sido mucho mejor si durante el
canon los comparsas hubieran salido de la parte iluminada y quedando inmóviles,
este segmento es tan bello que todo debe ser inmóvil, pues Mozart está
descubriendo los secretos del universo; sin embargo siguieron imitando a los personajes
de a de veras, por otra parte hacer que el coro cante fuera del escenario “Bella
vita militar!” es muy fácil, ¿por qué apareció en la parte superior del escenario?,
no tengo idea. Dije que el final de la ópera pudo ser mejor, pues el regista, de Tavira, creo decidió
adecuada y originalmente terminar con las hermanas indignadas con los soldados,
de hecho exigiéndoles perdón, y arrebatando a Don Alfonso el dinero que había
cobrado al “ganar” la apuesta.
Esto
me convenció que Luis de Tavira sí pensó en la ópera aunque permitió las
distracciones de los comparsas. Tampoco puedo protestar mucho la escenografía e
iluminación, dados los recursos exiguos de los que se habrá dispuesto. A la
diseñadora del vestuario hay que hacerle una estatua.
Los
cantantes tuvieron un buen desempeño en general, destacando por su calidad
Cynthia Sánchez como Despina, quien fue un dechado de simpatía en “In uomini!
In soldati”! y que nunca cayó en sobreactuación del papel. Durante los grandes
ensambles se oyó con precisión y sin empujar la voz; oí a esta cantante hace cinco
años como Susanna y desde entonces creo que puede ser una excelente soprano
mozartiana. Zayra Ruiz fue una Dorabella poco creíble, pero no estuvo mal. La
que fue de preocupar fue la Fiordiligi de la más experimentada de las
cantantes. Carla Madrid tiene una bella voz y muy buena entonación, sin embargo
carece del rango para cantar adecuadamente “Como scoglio immoto resta” y su respiración fue
tan defectuosa que le impidió, por ejemplo, sostener los nueve compases del la
del primer dueto con Dorabella. Por supuesto esto pudo haber pasado una vez, pero
que mal que pasó cuando yo estuve. De no resolver este problema, será perfecta para cantar
aquellos papeles en los que una soprano exclame: “il fiato mi manca”.
Jesús
Suaste tiene la voz, actuación y edad perfecta para el papel de Don Alfonso,
por lo que logró con aplomo y convencimiento. Creo que lo haría aún mejor si no
tratase de imitar el estilo de Fischer–Dieskau.
Alberto
Albarrán cantó un muy buen Guglielmo, creo que no entendió el texto de “Rivolgete
a lui lo sguardo”, pues al iniciar el aria, señaló todas las direcciones del
teatro, excepto en la que se encontraba Ferrando, por mismo su ejecución de
esta aria fue totalmente mecánica. Este es un buen momento para destacar que la
obra se interpretó impíamente sin corte alguno, pese a que Mozart mismo
sustituyó “Rivolgete” por la más sencilla, musical y textualmente, “Non siati
ritrosi” que fue la que actuó Albarrán.
Haber
cortado “Ah lo veggio, quell’anima bella”, como también lo hizo Mozart, hubiera
sido piadoso con el público y con el tenor. Edgar Villalva dejó ir una
oportunidad importante ya que no hay muchos Ferrandos. Su interpretación de las
tres arias fue inadecuada, además de haber una muy notoria entrada en falso. Su
actuación fue realmente horrible, moviendo los brazos alternativamente como si
recitase una poesía en primaria, aunque esto puede achacarse a uno de los
directores de escena.
Fernando
Lozano no quitó la vista de la partitura al dirigir a los cantantes, es un
decir, a la Filarmónica 5 de Mayo, cuyo desempeño fue inferior al normal
nacional, lo que ya es mucho decir, y al coro amateur que se hace llamar Ópera
de la BUAP.
En
resumen, una función mediocre en la que descolló le pareja de personajes que
simbolizan a la serpiente en el Paraíso,
que el día de hoy estuvo, otra vez, perdido.