Las tres piezas fueron el origen de los libretos de varias
óperas.
Le Barbier de Séville
fue llevada la ópera por Giovanni Paisiello (1740–1816) con el título Il barbiere de Siviglia, overo La
precauzione inutile (1782) y por Gioachino Rossini (1792–1868) llamada
originalmente Almaviva, ossia L’inutile
precauzione (1816), y que hoy consideramos una de las cúspides de la ópera
cómica como Il barbiere di Siviglia.
La Folle Journée ou Le
Mariage de Figaro sirvió como base al libreto de Lorenza Da Ponte
(1749–1838) para la ópera de Wolfgang Amadeus Mozart (1756–1791) titulada Le nozze di Figaro (1786), que según
algunos, incluido su servidor, “por sí sola justifica toda la civilización
occidental”. Ningún compositor se atrevió a hacer otra ópera con base en la
misma comedia.
La Mère coupable tardó
mucho tiempo en ser llevada a la ópera, pues fue hasta que Darius Milhaud
(1892–1974) estrenó su ópera homónima en 1966.
Todos los argumentos, personajes y lugares de la trilogía de
Figaro, llamémosla así, son absoluta creación del dramaturgo y por lo tanto
ficticios. Sólo tres de los personajes aparecen a lo largo de las tres obras:
Figaro, el Conde Almaviva y Rosina. El barbero de Sevilla se lleva a cabo en la
ciudad mencionada hacia 1767, Las bodas de Figaro en el castillo de
Aguas–Frescas a “tres leguas de Sevilla” tres años después y La madre culpable
en París a finales de 1790.
Por cierto, Beaumarchais, Mozart y Da Ponte, Paisiello,
Rossini, Beethoven (Fidelio), Verdi (La forza del destino), Bizet y Mérimée (Carmen) nunca pusieron un pie en
Sevilla; el fandango, las seguidillas y la magia de la ciudad han embrujado
desde hace mucho tiempo a numerosos artistas.
Como siempre, ya perdí el camino y regreso al punto que
anuncié en el título de esta elucubración.
En La Mére coupable
(acto I, escena 8) Almaviva dice a Bégearss, su antiguo secretario, con
referencia a la infidelidad de su esposa: “C'est ce qui fonde mon soupçon. Il eut l'audace de l'aimer.
Je la cru éprise de lui; je
l'éloignai d’Andalousie, par un emploi dans ma légion. - Un an après la naissance
du fils qu'un combat détesté
m'enlève; lorsque je m'embarquai vice-roi du Mexique;…”, lo que se puede traducir como: “Esto es la base mis
sospechas. Tuvo la audacia de amarlo [a León de Astorga alias Cherubino]. La
creía enamorada de él; me alejé de Andalucía para trabajar en mi regimiento. Un
año después del nacimiento del hijo [de los condes que muere en un duelo en
1778 según sabemos después] que me arrebató un combate detestado, me embarqué
como virrey a México…”
Beaumarchais sí estuvo es España, no en Sevilla sino en
Madrid, entre mayo de 1764 y marzo del siguiente año. Ahí tuvo amistad con la
Condesa de Fuenclara y con Fernande, Marquesa de Croix. La primera era viuda de
Pedro Cebrián y Agustín, Conde de Fuenclara, quien fue el 40º virrey de la
Nueva España entre noviembre de 1742 y noviembre de 1746. Fernande fue amante
de Beaumarchais y era esposa de Carlos Francisco de Croix, Marqués de Croix,
quien sería el 45º virrey entre agosto de 1766 y septiembre de 1771. Por
cierto, las dos mujeres decidieron quedarse en España cuando sus esposos
cumplían su encargo en México.
Es claro que aunque los personajes sean ideados por los
escritores existen circunstancias o modelos que ayudan o influyen en sus
características. Este es el caso en cuanto a Almaviva se refiere, quien también
cumple su encargo solo pues Rosina permaneció en España. Por cierto, en 1778 el
virrey en México era Antonio María de Bucareli y Ursúa quien sustituyó al
Marqués de Croix. Me encantaría que la Secretaría de Gobernación y el Reloj Chino estuviesen en el Paseo de
Almaviva, ¿o no?
Estas verdaderas delicias de las coincidencias ficticias o históricas son las que le ponen un sabor distinto a estos caldos o vinos dignos de embriagar nuestros sentidos y nuestra imaginación. Yo desconocía que el "Cherubino de amor" (Don Giovanni adolescente de encendidas lujurias) se llamara León de Astorga que por lo fiero y salvaje de su nombre difiere y se aleja mucho del angelical y diabólico personaje que llegará a preñar a la "Bella Rosina" a quien ya deseaba desde que era infante y practica el fetichismo con el listón de la Condesa de Almaviva que le inspira sueños obscenos y húmedos como el rocío matinal. Esos amantes del Ottocento son altamente sofisticados y nobles aunque no distingan clases sociales como los del Conde, con el abolido derecho de pernada que abomina de haber quitado de su condado para poder disfrutar sin culpa de las bondades de la mucama Susana a quien pretende poseer. Es por todas estas virtudes que el género operático aporta conocimientos y ciencias sápidas en todos los terrenos no solo, que ya es mucho, en los de los musicales. Disfruto mucho este texto sabio de Luigi Bassi que ilumina el camino del conocedor no menos que el de este Villamelón.
ResponderBorrarWow que interesante!!! si yo también quisiera que fuera Paseo de Almaviva, jajaja, con lo que me encanta ese personaje!!!
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