sábado, 4 de marzo de 2017

¿La noche quedó atrás? No, no es ópera.



Now that Donald Trump has challenged democratic institutions, violated American values of tolerance and openness, and questioned Western alliances, it is not unreasonable to feel a sense of grief for all that has been lost. An emotional reckoning may now be necessary to confront this new world – and to move forward constructively.

Project Syndicate, Feb.10, 2017

Por Esteban Martina

Racismo, Retroimperialismo y Protofascismo



El párrafo anterior muestra la conmoción causada por el triunfo de Donald Trump. Esta situación ha generado una serie de explicaciones que, en general, sólo de manera superficial tratan de explicar el fenómeno que se vive en Estados Unidos y en Europa con el avance de políticos llamados “populistas. En efecto, la prensa y televisión poseen una capacidad única de repetir lo mismo una y otra vez sin ningún distingo de las corrientes que generan a estos actores políticos, de los factores geográficos, sociales, demográficos y políticos propios de cada país. Por ello representan al Líder como el motor, si no único, al menos el predominante en el desarrollo de los acontecimientos. Parecería que si dicho individuo desapareciera, la vida volvería a ser “normal”.

Estas versiones de los acontecimientos parten de la suposición de la racionalidad y bondad de una gran mayoría de la población, dejando de lado la experiencia que muestra que esta racionalidad y bondad dependen de la situación histórica en cuanto al desarrollo tecnológico, económico, demográfico y de relación de clase.

La experiencia histórica demuestra que las figuras mesiánicas condensan, por así decir, la ideología de un porcentaje si no mayoritario, sí substantivo de la población y que al enunciarla como programa de gobierno fijan las tendencias vagas de esa masa en objetivos concretos. Sin embargo, hay que tener siempre presente que estas figuras surgen cuando los factores arriba mencionados son propicios.

¿Cuál es el proceso que ha generado la presente coyuntura?

Naturalmente que existen antecedentes históricos que pueden arrojar luz sobre cómo se ha desarrollado la presente situación. También existen factores nuevos que crean, modifican, reducen o amplifican ciertos elementos existentes en experiencias pasadas. Sin embargo la tríada que titula este escrito parece un punto de partida. Dicha tríada ya fue analizada en el importante escrito sobre Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt. Si bien ciertas de las aseveraciones en dicha obra no son aplicables a la época actual y su enfoque hace hincapié en cómo se genera el totalitarismo, creo que los fenómenos allí descritos pueden explicar al menos en parte las corrientes soterradas (y no tanto), que subyacen bajo la aparición del fenómeno populista, racista, imperialista (en un sentido que se discutirá más abajo) y con pronunciados rasgos protofascistas.

El capitalismo en sus diversas etapas y sobre todo a partir de la Revolución Industrial genera, sin un sistema de protección social, una substancial masa de desclasados –lumpen– que acumula una serie de agravios contra la sociedad capitalista y es un peligro para los poseedores de capital.

Hay que notar que en Estados Unidos la “lumpenización” se refleja sobre todo en la clase obrera y mayoritariamente blanca, que en una sustancial proporción ha sido desplazada y desclasada por la automatización de los últimos 40 años. Ya en 1995, el controvertido Jeremy Rifkin señaló esta tendencia aplicando a la época moderna el concepto marxista del desplazamiento del obrero por la máquina. Esto es especialmente cierto en épocas cuando gran parte del capital acumulado no genera inversiones productivas y se vuelve un capital parasitario cuyo fin único es la expansión per se explotando a la sociedad sin dar nada a cambio. Este capital en cierta forma es el equivalente al lumpen en cuanto a su situación social pues pierde contacto con la sociedad y para muchos efectos comparte sus puntos de vista.

Por otra parte, existe la masa atomizada que incluye un porcentaje elevado de la población y que se siente ajena al proceso político. Los que forman esta masa casi nunca votan pero cuando lo hacen, aunque sea en relativamente pocos números, producen shocks violentos que en caso extremo destruyen al sistema democrático (y más si sólo vota el 60% de los posibles electores). Este es el caso actual, en el que parte de la población rural siente amenazados sus valores religiosos y morales y que su modo de vida está en vías de desaparecer, votó por Trump.

En Europa, el odio al migrante islámico, no tiene un sentido religioso (en el aspecto dogmático) como en Estados Unidos, sino un miedo a ser “arrollado” por otra cultura que es vista como opuesta a los valores morales de la sociedad. En este caso, la demografía acentúa en forma brutal esta percepción.

En el momento en que el capital parasitario se alía con el lumpen y la masa responde a su llamado, se generan el imperialismo (como ocurrió a fines del siglo XIX) y el fascismo (como ocurrió en la década de los veinte del siglo pasado). El capital parasitario en su afán de expansión utiliza al lumpen y a la masa para sus fines de dominio (explotar colonias en el caso del imperialismo y controlar la población local y la de los países esclavos en forma total en el caso del siglo XX). Al mismo tiempo necesita crear uno o varios “enemigos” utilizando los prejuicios y odios ya existentes y que se agudizan en el medio lumpen y en la masa atomizada que vive en la frustración, la desocupación y el odio a las instituciones gubernamentales (esta característica compartida por parte de la oligarquía parasitaria) y al “enemigo” al que le achacan la mayoría de sus males.

En este sentido el surgimiento del racismo con fines políticos encaja en el discurso del líder pues el odio se encamina a los judíos, a los países competidores, a otra religión o al grupo que en la coyuntura sirva como chivo expiatorio. Creando al enemigo se consigue que el lumpen, quién es parte y esencia de la masa irracional –mob– y está en el último escalón de autoestima, tenga alguien al que le adscriba el odio que siente y éste lo deshumanice hasta llegar a los más terribles extremos. Esta falta de solidaridad con el otro se puede extender a la masa amorfa, más si es compartida por parte del capital parasitario con el cual puede adoptar esta visión como programa de acción.

Después de la segunda guerra mundial se generó un proceso de descolonización en el que decenas de países ganaron o recibieron su independencia. Sin embargo, los países modernos y en especial el nuevo poder hegemónico cuya tecnología y organización lo convertían en el proveedor natural de capital siguieron ejerciendo un control efectivo sobre los países subdesarrollados.

Este estado de cosas se fue modificando a partir de los años 70 del siglo pasado por varios acontecimientos:

1.   El colapso del sistema de Bretton Woods que señaló la aparición, todavía incipiente, del libre flujo de capitales y mercancías y que ha culminado en un aumento del comercio y la globalización.
2.   El anquilosamiento de la Unión Soviética que culminó en su colapso. Al mismo tiempo comenzó la transformación de ciertos países asiáticos en desarrolladores de tecnología aunado a la creciente independencia mostrada por estados antes sujetos a los países centrales, tales como Irán, India, etc.
3.   La increíble transformación de China en una potencia económica de tal envergadura que en la actualidad es el único competidor efectivo de los Estados Unidos.
4.   El envejecimiento acelerado de la población de Japón y Europa Occidental y, en parte, de Estados Unidos, acompañado de la explosión demográfica África, en los países musulmanes y, hasta la década de los 90, en América Latina.
5.   La aparición de nuevas tecnologías de manufactura basadas en la automatización y la transformación de muchas industrias de servicios por la computación.
6.   La aparición de la Internet genera además una herramienta con posibilidades ilimitadas en el ámbito financiero, político y social, tanto para bien como para mal, tal y como se refleja en su uso para difundir desinformación, mentiras y como instrumento de amenazas e insultos.
7.   El ataque a las Torres Gemelas en 2001 que señala una escalada militar de agresión por parte de Estados Unidos y de odio racial y religioso y creación de un sistema de “seguridad” interno que marca el inicio de un dominio policiaco y de los órganos de espionaje con consecuencias no previsibles para una sociedad abierta.
8.   El terrorismo que se ha internacionalizado y que hoy es capaz de actuar en el corazón de los países ricos.
9.   La crisis financiera en Estados Unidos y sobre todo en Europa a partir del 2007.

Estos hechos han provocado una serie de fenómenos que fuerzan a retomar los conceptos discutidos anteriormente.

En Europa, la bomba demográfica del envejecimiento ha causado un desbalance fiscal en varios países. Europa tiene en su cercanía varios cientos de millones de personas que han sido convertidos en presentes y potenciales refugiados debido a las dictaduras y el terrorismo que ha provocado la agresión americana en Afganistán, Irak, Libia y su ignominiosa participación en Siria. Lo anterior, aunado a una muy poca flexibilidad de adaptación ante la adopción del euro y el poco control presupuestal ha provocado una crisis en la Unión Europea. Alemania ha fallado lamentablemente en su papel hegemónico provocando la pauperización y desencanto en varios países, siendo Grecia el caso más radical.

En este sentido el proceso ha sido más de lumpenización de países y regiones que de toda la sociedad europea. A nivel social este papel lo juegan las personas ancianas que sólo tiene una preocupación: su pensión. Al mismo tiempo, las olas migratorias provenientes del Medio Oriente y África crean una presión que estimula el racismo subyacente en muchos países y varios sectores de la población que buscan un “salvador”. Hay que recordar que a fines de la primera guerra mundial una situación parecida se presentó con las oleadas de refugiados a raíz del colapso de los Imperios Ruso y Austro Húngaro (la Tierra Sangrienta). Las medidas anti inmigración surgieron rápidamente y con mucha dureza.

Hasta ahora, el impulso proteccionista exacerbado (al que llamaremos retroimperialismo) había sido restringido por el entorno económico y tecnológico, pero con el Brexit y las elecciones en Francia, Holanda e Italia, esto puede cambiar. Examinaré esta situación más en detalle en el caso estadounidense. Sin embargo, la demonización del migrante alcanza a sectores de la población no especialmente radicalizada pero que se imaginan que gente “sin mérito, peligrosa y aprovechada y con valores conservadores” les quita el trabajo, su seguridad o su pensión futura.  Si alguien como Le Pen triunfara en las elecciones, este caldo de cultivo, además de generar un retroimperialismo, ya tiene un sustrato de “culpables e inferiores” con los que toda solidaridad humana desparece. Esta presión no existe en Japón lo que lo hace un caso diverso ya que allí la inmigración es nula y el racismo se manifiesta con una cultura cerrada que se considera superior desde hace siglos. 

En Estados Unidos, donde el capital parasitario ha prosperado desde la década de los ochenta y donde el costo de la llamada “voodoo economics” y la completa falta de regulación que controlara el capital parasitario ha sido cubierto por la población, cuyos activos apenas alcanzarán en su vejez, ha existido una presión gigantesca en busca de rendimiento. Parte de esta búsqueda de expansión en el rendimiento proviene del capital parasitario que sólo busca eso sin aportar ningún tipo de servicio social o económico, pero también de una parte substancial de la población que invierte en fondos de inversión y de pensión. La necesidad de rendimiento a todo costo se ha agudizado cada vez más, provocando repetidas crisis aunadas a la especulación y fraudes concomitantes lo que ha creado el caldo de cultivo para el lumpen y la atomización de la masa. 

En el espíritu descrito en el párrafo anterior, el desarrollo de sistemas de procesamiento y comunicación de avanzada reforzó el surgimiento de esta especulación financiera salvaje sobre todo tipo de activos en un mundo ahogado en liquidez y bajo la presión demográfica que sirve de pretexto para un capitalismo de corte excluyente y especulativo.

Por otra parte, el capital dedicado al sector manufacturero, en busca de un mayor rendimiento y como comentamos, bajo la presión de sus accionistas que en su mayoría son fondos de inversión y pensiones para una población anciana, utiliza las facilidades brindadas por la era informática y la facilidad de transporte de material para migrar una parte sustancial de su producción a países donde la mano de obra cuesta menos y así ser más competitivos. De hecho, esto amplifica la tendencia a utilizar mano de obra barata que ya se venía dando de tiempo atrás. Sin embargo, el cambio a partir de los 90 fue enorme. El ejemplo más a la vista es China, pero países como México y la India también vieron aumentar la transferencia de empleos desde Estados Unidos, el primero en manufactura y la segunda en servicios. Los países europeos y Japón siguieron esta tendencia, utilizando sus plantas en México para mejorar su competitividad en Estado Unidos.

Esta “globalización” ha contribuido a una mejora en ciertas regiones del mundo en desarrollo (al menos por un período de tiempo), pero ha causado animadversión en los sectores menos educados de la población de los países ricos. Si bien la automatización es la que desplaza en gran medida a la mano de obra, el lumpen se enfoca en el “otro”, ya sea país extranjero, el migrante o el de otra raza

La pauperización y lumpenización de amplios sectores de la sociedad americana, sobre todo en zonas donde hasta el nombre es ilustrativo, Rust Belt, así como el racismo listo para manifestarse en amplias zonas sobre todo rurales y del sur, generan una masa falta de cualquier lazo de relación humana con “los otros”. En la prensa se habla de los “obreros blancos” frustrados. Aquí se arguye que la masa no consiste de ellos en forma principal ni como grupo. En efecto, muchos son ex-obreros cuyas habilidades ya no son útiles y cuyo futuro no existe, pero también existe una masa sin educación debido a la desigualdad existente en Estados Unidos. Sin embargo, en esta alianza entre capital parasitario y lumpen, hay compañeros de viaje. Además del medio rural que se siente excluido del futuro, el más prominente es la derecha religiosa fanática que se traslapa con este medio en gran medida y que se escandaliza porque hay más tolerancia con los homosexuales, pero no se inmuta ante la deportación, el desprecio y hasta la muerte de inmigrantes de otro color o religión. En el segmento de blancos religiosos evangélicos Trump ganó el 81% de los votos y en las áreas rurales con el 62%

Puede parecer extraño que los votantes republicanos hayan apoyado y apoyen en forma casi unánime a Trump. Esto deja de lado la creciente radicalización del Partido Republicano y su degeneración en grupos fanáticos extra conservadores en lo religioso, pero simpatizantes del capitalismo salvaje cum populismo. Cuando el capital parasitario y especulativo (y pocos representantes tan típicos como Trump) se alía con estos grupos con los que comparte su odio a las instituciones democráticas y a todo lo que huela a “elite”, se genera lo que llamo el retroimperialismo, o sea, el proteccionismo globalifóbico xenofóbico, cuyo propósito irracional es la autarquía, el control y, cuando menos, el establecimiento de un régimen autoritario a capricho del Líder. ¿Por qué retroimperialismo? Porque ahora no se mandan soldados y agentes provenientes del lumpen para ocupar los países “inferiores”, sino se pretende devastar tales países y revertir su magro desarrollo para volver a crear esferas de poder compartidas tal vez con Rusia, China y Alemania. El crear un fetichismo por la manufactura y los servicios sólo en TU PAÍS, busca reforzar su dominio sobre la masa, Esto es un sueño al que se oponen las condiciones tecnológicas, demográficas y económicas.

Allí está el quid de la cuestión. Creo que para el Líder y sus aliados ideológicos, que no puramente económicos, lo importante no son estos factores sino la lucha contra “el otro” y concretar sus fantasías.

Esto puede parecer fantasía, pero siempre hay que recordar que este protofascismo es irracional por definición. Lo que importa es el “Movimiento” hacia la visión del mundo que el Líder tiene en mente. Esta visión es completamente irracional y puede cambiar continuamente, de allí las contradicciones que genera. Hará uso de lo que se presente guiado por la “Voluntad” para continuar el “Movimiento” y desechará lo que usó cuando le sea inútil.

Hay que tener entonces claro que los argumentos de racionalidad económica, social, etc. no norman el comportamiento del Líder y la masa. Si dará preferencia a la idea de dominio racial o “imperial” en el sentido que hemos comentado. La historia tiene muchos ejemplos de esta perversión.

El recurso a la demonización y rebajamiento de mexicanos, migrantes y musulmanes, y las demandas que parecen sin sentido, como que México pague un muro en su frontera, son mecanismos para que esta masa irracional, o sea la mob, se sienta superior al menos con respecto a estos “otros”.

En este sentido creo que el uso del racismo en forma política es muy parecido al mecanismo imperialista del siglo XX, aunque la forma que se perfila de imperialismo difiere notablemente del modelo anterior.

¿Cuál es el futuro de esta nueva ronda de ataque a la tolerancia?  ¿Nos enfrentamos ya a un fascismo naciente? Ciertos elementos ya están presentes: el desprecio y ataque al sistema judicial y a la prensa, el convertir al migrante en objeto de caza, las amenazas contra otros países en forma de ultimátum, el ataque a la tolerancia, la infalibilidad del Líder, etcétera.

Para empezar, es lamentable, por decir poco, la falta de percepción mostrada por una gran parte de la izquierda que, como ya en otras ocasiones, adoptó una posición dogmática y de total rechazo respecto a la globalización. Es claro que la globalización per se no es una panacea que resuelve todos los problemas. De hecho, los crea (presentes en los países ricos y futuros en los pobres).  Lo que hay que hacer es mitigar sus aspectos negativos, no destruirla de cuajo.  Si bien la globalización tiene varias y graves consecuencias para partes considerables de la población, dado el avance tecnológico y financiero, es difícil de revertir sin causar consecuencias peores. Sin embargo, la globalifobia se ha centrado en las consecuencias para los países ricos y toma poco en cuenta los beneficios que ha traído para los países en desarrollo.  La frase: “¡Si nada de esto hubiera pasado no tendríamos este problema en México y otros países!”, es un espejo de la mentalidad que actualmente domina en Estados Unidos.  El punto es que esto pasaba y no hubo propuestas factibles para contrarrestar las partes negativas de este fenómeno. Todo fue blanco o negro. ¡Ahora la izquierda populista se encuentra con que la derecha les roba sus banderas!

¿Cambiará esta situación, sobre todo en Europa donde la memoria histórica necesita a una izquierda moderna? El racismo y la exclusión ya alzaron su cabeza en forma visible y se presentan en hechos como cuando hasta la primera ministra británica, a la que se suponía una Tory clásica habla de cosmopolitismo, una clásica señal de peligro, xenofóbica y antidemocrática.

En Estados Unidos las esperanzas para frenar el movimiento trumpista, restan tanto en la institucionalidad del sistema como en la mayoría de personas racionales que no votaron por Trump (ya marcada por éste y sus aliados como elitista y poco patriota). Por otro lado, y por puras razones económicas, parte del capital multinacional manufacturero y aún del capital parasitario podría ponerle un alto. Sin embargo, véase el apoyo de Goldman Sachs y Wall Street en general a Trump y su programa, un patrón que no debe extrañar dada la experiencia histórica.

Creo que hay una probabilidad que la tríada racismo, retroimperialismo y protofascismo, con su concomitante desprecio al sistema, sea frenada por estos agentes, aunque su huella va a ser difícil de borrar. En efecto, ciertos hechos alarmantes, tales como la aceptación por una parte mayoritaria de la población del espionaje sistemático y casi total por la NSA a los propios ciudadanos americanos y el aumento brutal en el número de presos (2 millones), con varios millones más fichados y con un desproporcionado número de negros e hispanos, no presagian una democracia plena aún en ausencia del movimiento trumpista. En adición a lo anterior, las condiciones generadas por sus políticas no desaparecerán en un futuro previsible. En teoría, las instituciones de Estados Unidos son más sólidas que en la mayoría de los países, pero pueden ser utilizadas y transformadas. Hay que recordar cómo el sistema electoral fue utilizado para la victoria de Trump aun cuando el voto directo favoreció a Clinton, pero por un pequeño margen. Esto indica que Trump tiene mucho margen de maniobra y que puede transformar el panorama legal (y más en una sociedad legaloide y formal como la americana) con apoyo muy sustancial.  Las instituciones se han degradado de tal manera que si los “Founding Fathers” o Lincoln volvieran, serían linchados en muchas zonas del hinterland.

No sería de extrañar que un régimen racista, autárquico agresivo y con mentalidad de sitio, como el de la sociedad rusa, y donde la democracia americana existiera sólo de manera formal, fuera el resultado de la presente situación. Esto y la evolución del populismo de derecha, racista, excluyente y proteccionista y francamente fascista en algunos países en Europa como Hungría, serán las grandes incógnitas en los años futuros.