Se habla a menudo de las dictaduras en la
ópera, la de los cantantes, los compositores, los libretistas, los
concertadores, los registas, el público, los intendentes, etcétera. Es un tema
fascinante sobre el que elucubraré en varias entregas. Por supuesto el análisis
que les presentaré no es formal ni académico, es simplemente un ejercicio de
revisión de algunas ideas que he tenido en diversas ocasiones de mi vida de
aficionado a la ópera.
De la Camerata al
teatro comercial
La ópera es una forma artística altamente
compleja y desconcertante, pues se mueve en muchas direcciones a la vez. Debe
lograr un acomodo de diversos medios de expresión artística –música, drama
(entendido como cualquier obra literaria compuesta con el objetivo de ser
escenificada, pudiendo ser cómica, seria, o trágica), espectáculo, diseño
escénico, quizá ballet– cada uno con sus propias exigencias y reglas y
obligados a ejercer su supremacía. El equilibrio entre estas expresiones
artísticas ha variado en diferentes periodos, y siempre ha sido inestable
En adición a las expresiones artísticas
mencionadas, la ópera requiere cantantes, instrumentistas, directores
musicales, directores de escena y diseñadores; patrocinadores, empresarios y público,
de los que nos olvidamos frecuentemente cuando pensamos en ópera.
La ópera inició a finales del siglo XVI como
resultado de las discusiones de un grupo de intelectuales y diletantes
florentinos, llamado la Camerata. En los 1590s los miembros de la Camerata, que
incluía al poeta Ottavio Rinuccini y al compositor, cantante y actor Jacopo
Peri, exploraron la idea de aplicar música a un drama “a la manera que pensaban
se había hecho durante las representaciones de las tragedias griegas”. La
primera obra que incorporó música al drama dentro de este contexto fue Dafne con texto de Rinuccini y música de
Peri; esta obra, opera en italiano,
se presentó en 1598 pero desafortunadamente la mayor parte de la partitura se
perdió. En 1600 se presentó Euridice,
también de Peri y Rinuccini, como parte de las, celebraciones de la boda de
Maria de Medici y Enrique IV de Francia. Esta es la primera ópera que se
conserva. Por cierto, Peri comentó tiempo después que no creía haber logrado acercarse
a la forma musical usada en la tragedia griega, lo que conspicuamente evitan
decir muchos especialistas.
En 1607, los Gonzaga de Mantua no quisieron
quedarse atrás de los Medici e hicieron que el poeta de la corte, Alessandro
Striggio, quien había asistido a la boda real de 1600, compusiera un texto con
el que Claudio Monteverdi, creó L’Orfeo,
favola in musica, que se estrenó en febrero de 1607 ante los miembros de la
Accademia degli invaghiti, a la que
pertenecían los Gonzaga y ambos artistas. Muchos consideramos que L’Orfeo es la primera obra maestra de la nueva forma artística.
Las primeras óperas se inspiraron en Orfeo,
el músico por excelencia de la mitología griega, pero tuvieron diferencias
importantes; ambas obras inician con un prólogo que en el caso de la obra de
Rinuccini–Peri es dado por “La tragedia”, en tanto que en el de
Monteverdi–Striggio lo hace “La música”. Prima
la musica, poi le parole? Esta pregunta ha aparecido en múltiples ocasiones
en el desarrollo de la forma artística. Por otra parte, es conocido que la
ópera se presentó con escenografía lujosa y maquinaria escénica sofisticada que
mostraba a Apolo llevando a Orfeo al empíreo a bordo de una nube y también el
transcurso de Orfeo por la laguna Estigia.
L’Orfeo es sin duda una
ópera en la que el compositor es el dramaturgo definiendo claramente a la ópera
como un dramma per musica, es decir
una obra en el que el drama se
desarrolla a través de la música.
Hasta este momento de la historia de la ópera
han sucedido varias cosas importantes: la mayor parte de los implicados en la
ópera han sido diletantes o intelectuales miembros de grupos académicos, la
ópera ya incorporó a las principales expresiones artísticas que se entrelazarán
en el género, los patronos han sido príncipes que han escogido cuidadosamente al
público asistente y sus palacios han sido los escenarios en los que se han
presentado las óperas.
Venecia estaba gobernada por una oligarquía
muy próspera suficientemente interesante como para atraer a Claudio Monteverdi quien
aceptó ser maestro di capella de la
basílica de San Marcos.
1637 fue un año de suma importancia en la
historia de la ópera pues por primera vez se presentó ópera en un teatro
comercial, el Teatro San Cassiano. La ópera fue L’Andromeda del compositor Francesco Manelli y el poeta Benedetto
Ferrari. Al San Cassiano siguieron el SS. Giovanni e Paolo (1639), el San Moisè
(1640) y el Novissimo (1641). En estos teatros se presentaron unas cincuenta
óperas nuevas antes de 1650, a las que asistió público pagando una entrada para
ver y oír una función de ópera,
Monteverdi compuso Il ritorno d’Ulisse in patria con libreto del poeta Giacomo
Badoaro, miembro del, digamos, grupo de libertinos que formaban la Accademia degli incogniti, que tuvo una
enorme influencia en la ópera veneciana temprana. La ópera se estrenó en el San
Cassiano durante la temporada de carnaval de 1640. Como en L’Orfeo, los cambios de escenografía y el uso de maquinaria
escénica son importantes, como lo requieren las apariciones y desapariciones
súbitas de Minerva o el viaje aéreo de ésta con Telémaco a Esparta. En lo que
existe una gran diferencia con L’Orfeo
es en la orquestación, rica y profusa en Mantua y reducida a unos pocos
instrumentos de cuerdas, algunas trompetas y el bajo continuo en el teatro
comercial veneciano. Es plausible que esto haya sido consecuencia del carácter
empresarial de estos, por lo que el dinero empezó a ser un factor muy
importante. Desde el punto de vista puramente musical, el “recitar cantando” de
Florencia y Mantua empezó a dar paso a las arias con versos estróficos.
Asimismo, “debuta” un personaje cómico, el glotón Iro que tartamudea después
del clímax en el que Ulises mata a los pretendientes de Penélope.
La última ópera de Monteverdi fue L’incoronazione di Poppea con libreto de
Giovanni Francesco Busenello, otro miembro de la Accademia degli incogniti. Poppea es la primera ópera en la que el
argumento es un hecho histórico. La ópera se estrenó en el carnaval de 1643 en
el Teatro SS. Giovanni e Paolo. Como en Ulisse,
aparece un personaje cómico, derivado de la commedia
dell’arte, Arnalta la nana de Poppea. El texto de la ópera es un drama
naturalista en el que los personajes intercambian ideas y muestran sus
emociones en una forma nueva en el mundo de la ópera.
El primer Nerón fue un castrado, Séneca un
bajo impresionante y la dificultad de su
particella nos hace ver que quien cantó Ottone fue todo un virtuoso del canto.
No
sólo el tema, sino también la música de Poppea
han hecho un viaje muy largo desde L’Orfeo
y las óperas florentinas. El recitativo como elemento principal de la ópera ha
sido sustituido por arias y duetos; el nuevo público encuentra aburrido el
recitativo académico y pide tonadas.
Poppea fue considerada
mucho tiempo como una obra maestra musical con un texto inmoral, por ello es
notable que un régimen retrógrado como el del reino de España haya permitido
funciones de Poppea en Nápoles desde
1651, cuando fue dada por una compañía de los grupos itinerantes llamados Febiarmonici
(músicos de Apolo), que empezaron a visitar toda Italia en los 1640s. De hecho
en un plazo muy corto, Nápoles se convirtió en el centro de la escena
operística.
Francesco Cavalli, organista en San Marcos,
fue el sucesor natural de su maestro Monteverdi.
Los libretos usados por Cavalli ya no fueron obra de académicos sofisticados
sino de poetas especializados en el género, digamos profesionales. El
espectáculo y los escenarios siguieron siendo sofisticados y atractivos, y
nació el sistema de estrellas vocales.
Resumiendo, las primeras óperas fueron
esencialmente un experimento académico que buscaba recrear la forma en la que los
miembros de la Camerata pensaban lo hacían los griegos. La expresión estaba
principalmente en el texto y el acompañamiento musical se limitaba
principalmente al recitativo. Las obras se presentaban en salones palaciales
con grandes grupos instrumentales y escenografía espectacular ante un pequeño
público invitado y escogido por los patrocinadores de las óperas, siempre
gobernantes absolutos.
En los cincuenta años posteriores a Dafne y Euridice la evolución de la ópera fue impresionante en todas las
categorías analizables. Se abrieron los teatros al público, algunos cantantes
se convirtieron en estrellas; los libretistas trataron diferentes temas, uno de
ellos la historia y se introdujeron personajes cómicos. Los mayores cambios
fueron musicales: se redujo el tamaño de las orquestas y coros, principalmente
por razones económicas. El aria veneciana con versos estróficos tomó una
posición estructural muy importante, los duetos se hicieron fundamentales
debido al diálogo musical que exigía el drama; Il ritorno d’Ulisse in patria y L’incoronazione
di Poppea son esencialmente óperas de duetos.
Después de Poppea, la ópera se consolidó como una nueva forma artística, diferente
a la comedia de madrigales, a las obras de teatro con intermedios y aún a los
experimentos florentinos. Se convirtió en una forma en la que drama y música,
música y drama, tenían similar importancia, con la música proporcionando la
expresión y el sentido del texto – en el siguiente siglo el sentido
desaparecería casi totalmente en favor de la expresión musical. Todo esto
rodeado de escenarios espectaculares y maquinaria de teatro muy sofisticada.
Una forma artística que, como hoy, era la razón de la existencia de estrellas.
Una forma artística que podía inflamar las pasiones en contra o a favor de
ella.
Tres elementos marcaron irremediablemente la
evolución de la ópera: la existencia de teatros comerciales, el inicio del
sistema de estrellas y, sobre todo, la incorporación de la música como un elemento
básico de esta nueva forma artística.
El péndulo inicio su primer movimiento: del
experimento dramático (el texto) a la expresión del mismo (la música); del
Príncipe al teatro comercial y de los creadores (poetas y compositor) a los intérprete
(los cantantes), aún sin el peso que estos llegarían a tener en varios momentos
del futuro de la ópera. El público que pagaba por el espectáculo influyó
enormemente en el cambio musical del recitar musical a el canto del aria
estrófica y el dueto.
Estoy
seguro que no faltarían quienes pensaran y argumentaran ferozmente en las
sobremesas de mediados del siglo XVII; ¡Ah, Peri era infinitamente superior que
Monteverdi y además no veías tantos pelados sentados a tu alrededor!
Dark Ages
Cavalli compuso sus últimas óperas en la
década de los 1660s. La existencia de los teatros comerciales dio lugar a la
proliferación de compositores y libretistas, algunos talentosos y otros no
tanto. El recitativo fue disminuyendo su importancia en tanto que la del aria
estrófica aumentaba. A fines del siglo XVII hubo óperas que incluían hasta 85
arias, una multitud de situaciones cómicas y la existencia de varios argumentos
subsidiarios al principal. Además, el público exigía óperas nuevas, por lo que
se compusieron, y presentaron no menos de 200 obras en la segunda mitad del
siglo tan solo en Venecia, algunas de buena calidad pero otras de mala. La
disminución del recitativo, aunada a contar con orquestas reducidas y coros
prácticamente inexistentes, hizo que los cantantes fuesen las estrellas que
opacaban a los creadores.
En París, el Rey Sol estaba más interesado en
el ballet que en la ópera, siendo él un bailarín de renombre por lo que la
ópera francesa durante los siglos XVII y XVIII tuvo un fuerte componente de
ballet. El principal compositor de ópera fue Jean–Baptiste Lully, quien llegó
de Italia como maestro de ballet de Luis. Como en Venecia, París también se
desarrolló la ópera como empresa, cuando el rey dio a Lully la exclusiva del
manejo de la Académie royale de musique. La obra, y el estilo de Lully daba una
importancia suprema al ballet, al coro y a lo que se llamaba orgullosamente “les merveilleux”, es decir los efectos
escénicos espectaculares, baste saber de la admiración que suscitaba la
desaparición del palacio encantado de Armida ante la vista de todo el público
En
los Estados Pontificios se prohibió la ópera entre los 1690s y los 1710s, lo
que en mi opinión, dio ímpetu a los conservatorios de Nápoles que incrementaron
su “producción” de cantantes castrados.
La percepción de que la ópera se convertía en
un espectáculo de baja calidad, motivó a que Benedetto Marcello escribiera su
manual satírico Il teatro alla moda,
en el que daba instrucciones a todos los participantes en una compañía de ópera
– incluidos los “benefactores” y “las madres de las virtuosas”. Pier Jacopo
Martello, poeta y libretista escribió en Della
tragedia antica e moderna parodiando también los excesos que habían
convertido a los “ruiseñores” que alejaban los pensamientos.
El dramaturgo veneciano Apostolo Zeno,
miembro de la Accademia degli Animosi,
fue nombrado Poeta cesáreo (imperial) por Carlos VI e inició una de las
reformas a las que se ha sometido la ópera. Escribió 36 libretos con argumentos
históricos o mitológico en los que siguió los principios del “buen gusto” del
clasicismo arcádico y las unidades aristotélicas, es decir las de acción, lugar
y tiempo.
El romano Metastasio (Pietro Trapassi)
miembro de la Accademia dell’Arcadia,
sucedió a Zeno como Poeta cesáreo. Sus 22 libretos fueron llevados a la ópera
en 880 ocasiones. Como los de Zeno, los argumentos eran de carácter
heroico–histórico o mitológico. Redujo el número de personajes a seis o siete,
desterró el coro y redujo al mínimo los duetos, el único ensamble que sobrevivió.
Hizo del aria da capo y el arioso los principales, si no los únicos, elementos
musical y dramático de la ópera. La ópera de Metastasio fue la típica ópera
italiana del siglo XVIII, a la que se denominó opera seria a partir del siglo XIX.
Sus textos fueron fundamentales en el desarrollo de la ópera
barroca durante la primera mitad del siglo XVIII, siendo Johann Adolph Hasse y Christopher
Willebald Gluck los compositores metastasianos par excellence. Uno de los efectos de los libretos de Zeno y
Metastasio fue la glorificación, aún mayor, del cantante. Es la época de los
grandes castrados como Farinelli, Senesino, Carestini o Caffarelli, y de las
divas que se odiaban entre sí y que lamentaban la veneración que recibían los
castrados como fue el caso de Faustina Bordoni y Francesca Cuzzoni, estrellas
de la ópera en Londres.
Nunca sabremos cuál era el volumen y belleza
de la voz de los castrados. Por las partituras sabemos que eran grandes
músicos, la mayoría de ellos formados en Nápoles. A diferencia de los
contratenores –que tienen voces “de cabeza”– los castrados usaban el pecho como
órgano de resonancia pues eran hombres con “un defectillo”.
La existencia de los castrados y el hecho de
que los pensamientos, sentimientos y, en muy pocas ocasiones, las
conversaciones se expresasen musicalmente hicieron que el Doctor Johnson se
refiriera a la ópera como ese “espectáculo exótico e irracional”. Este fue un
momento, que los cantantes dominaron la ópera, haciendo del drama algo
irrelevante en muchas ocasiones y de la música un medio para el lucimiento de
su arte canoro.
Pese a lo anterior, o por lo anterior, la
ópera ya era una forma artística que existía en toda Europa, desde la corte de
Catalina la Grande hasta el Teatro San Carlo de Nápoles, pasando por los
dominios de Federico el Grande –quien también escribiera libretos; desde
Nápoles hasta Londres y desde París hasta Viena. Año con año se producían
cientos, si no miles de óperas requeridas para satisfacer el enorme mercado que
ya era el espectáculo irracional y exótico llamado ópera.
Esta es la época que puede llamarse “la
dictadura del cantante”.
Después de una función de Rodelinda, un grupo de
aficionados a la ópera comentaba durante la cena: ¡Ah, cómo extrañamos a
Bononcini, él sí componía ópera! ¿Te fijaste con qué descaro veía la "virtuosa"
al maestro Porpora?
@ Luis Gutiérrez R
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