Después del preludio, hermosamente dirigido por el maestro
Alain Guingal, pensé lo que siempre
pienso cuando veo el primer acto de esta ópera, “otra vez esta música
azucarada”.
Sin embargo, hubo dos escenas que me hicieron pensar que
“debo” darle más atención a Manon. Primero el aria ‘Adieu, notre petite table’
con la que Manon, la “material girl” par excellence, decide despedirse del
Chevalier Des Grieux a quien ama pero que tiene el grave defecto de ser pobre,
fue brillantemente interpretada por María Katzarava.
Lo que me convenció que la inversión de dos horas de manejo
no fue en vano, fue la escena de St–Sulpice en la que Katzarava y Arturo Chacón
cantaron y actuaron formidablemente.
Debo decir, no obstante, que esperaba más de la escena del
Cours– la–Reine, lo que no fue culpa del coro o los cantantes, sino de la
sobreproducción a la que se sometió el “cuadro”, algo así como un domingo de la
Alameda pero en un camellón de Reforma (cuando eran bonitos antes que AMLO los
considerase burgueses e inutilizó).
Los cantantes secundarios
tuvieron un buen desempeño.
Alan Guingal tuvo momentos brillantes concertando arriba y
abajo del escenario. El director huésped del coro John Daly Goodwin ha logrado
avances importantes en un tiempo
relativamente corto, lo cual es encomiable. Ojalá que ya no sea huésped y se
quede pues, aunque algunos miembros del coro lo duden, un director permanente
es muy importante para lograr una calidad alta y consistente.
Lo que estuvo más bien mal fue la producción. Estoy
consciente que esta fue la quinta función, pero eso no es excusa para que la
escenografía se vea sucia y maltrecha, especialmente cuando el programa de mano
nos da los nombres de once personas en el apartado “Construcción y pintura
escénica”. ¡No es posible que se vean huellas de manos en la escenografía!
Creo que Antonio Algarra, el director de escena debutante en
ópera, colocó la acción en el periodo en el que se construyó el edificio
central del IMSS, que tiene un estilo Stalin temprano pero feo; esto lo infiero
de los elementos escenográficos y del vestuario que me hizo sentir en el
proto-pachuco del cine mexicano, chafa, chafa, chafa. Debo admitir que el
diseño de la iluminación estaba muy arriba del nivel general de la producción.
Con tantos extras en el escenario, incluyendo a los miembros
del coro más veintiún actores y bailarines y los cantantes principales y
secundarios, creo que el vestuario se compró en el Ejército de Salvación, lo
cual no deja de ser una obra de caridad.
Nunca había visto en un programa de mano el perfil de una
productora ejecutiva (sic). ¿Cuál será el aporte de la señora a cargo de este
papel tan importante que aparece antes que el de los cantantes? Go figure…
En resumen, me gustó esta función de Manon pese a la
producción. Ojalá que Ópera de Bellas Artes siga presentándonos los cantantes
de la calidad como los de hoy, pero también ojalá que OBA sea más estricto en
la selección y supervisión de aquellos a quienes seleccione en los “equipos
creativos”.
" Acertados comentarios... sin embargo, hay que darle más tiempo a Ramón Vargas ya que. el haber triunfado en Europa...lo hace susceptible de golpes bajos y demás- Saludos afectuosos.
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