Don
Giovanni en Bellas Artes.
19 de marzo de 2015.
Hace seis años, el 19 de marzo de 2009, se
estrenó la producción que hoy se reestrena en el Palacio de Bellas Artes.
Todavía recuerdo aquella función como la peor musicalmente hablando y
escénicamente no tanto pero tampoco se acercó a lo que es Don Giovanni, en mi opinión por supuesto, o bien no la entendí.
La producción de Mauricio García Lozano
mejoró enormidades en seis años, demostrando que hay veces que las segundas
oportunidades se pueden aprovechar. Esto pudo deberse a tres razones: la
entendí, el cambio de escenario del Teatro de la Ciudad, recordemos que el
Palacio de Bellas Artes estaba siendo “remozado” y Lozano ajustó su dirección
escénica.
García Lozano presenta un Don Giovanni
lúbrico, abusador de su potencia sexual y su posición social y, en esto se
diferencia de otros conceptos, narcisista hasta el exceso.
Siempre me ha disgustado que los directores
de escena traten de diviertan, traten de dar una lección o de “explicar su
concepto” al público. Disgusto aparte, durante la obertura Don Giovanni simula
en una gran cama redonda rodeada por una cortina, una serie de actos sexuales,
incluyendo los convencionales, cunnilingus, felatio, ménage-à-trois, sodomía,
etc. etc., que vemos al reflejarse en un gran espejo omnipresente, colocado
oblicuamente en este momento. Dije “simula” pues si lo “hiciera” hubiera sido
imposible continuar con la ópera, no por cualquier tipo de censura, sino por la
imposibilidad de respirar bien para cantar y Don Giovanni sin Don Giovanni, no es Don Giovanni. Al salir de la cortina las mujeres con una gran
sonrisa de placer y satisfacción, reciben de Leporello una tableta con un
número, que se usará posteriormente durante el catálogo, aunque también puede
explicarse como la imposición de un sello de propiedad de Don Giovanni, quien
las cosifica formalmente.
La obertura termina modulando a la tonalidad
de la introducción, que en palabras de Alfred Einstein es “una de las
maravillas del mundo”, Leporello termina su trabajo de “herrero” y empieza a
actuar como el siervo de confianza. Aquí empieza a complicarse mi comprensión
de la producción pues la escenografía, de Jorge Ballina, está hecha con camas, marcos de cama y
colchones que simularán todos los
lugares en los que se desarrolla la obra, ubicados sobre una plataforma cuadrada
que girará entre “escena y escena”. Creo que es muy probable que quienes
desconocen la ópera no tuviesen la menor idea del desarrollo de la trama.
El director de escena nos mostró una Donna
Anna indignada persiguiendo a Don Giovanni, a ratos, pues este regresa
continuamente a la carga, lo que contradice libreto y, en mi opinión de nuevo,
su psicología. No existe en ninguna de las fuentes, ni en el libreto de Da
Ponte, ni mucho menos en la música de Mozart, la sugerencia que Don Giovanni
mate al comendador arteramente por la espalda de un Commendatore arrodillado.
Don Giovanni puede ser inmoral, ¿amoral?, en mucho sentidos pero no es un vil
asesino, al menos en mi opinión y hasta que no se demuestre lo contrario.
Lo más útil de la escenografía y el más hilarante
de los diseñados por el productor, sucede durante el catálogo de Leporello, en
el que se muestra a las mujeres que va mencionando, una a una tal cómo son
descritas en el aria.
No sé quién decidió las fuerzas del coro,
pero la celebración de la boda de Zerlina y Masetto es acompañada por una
multitud que ya quisieran muchos poderosos en las bodas de sus hijos. Lo mismo
sucede cuando Don Giovanni entra a la gran sala en la que se llevará a cabo el
final del primer acto, y un coro de cuatro u ocho sirvientes, no más, se convierte en toda la sección masculina del
Coro del Teatro de Bellas Artes.
Es en este final con el que mayores problemas
tuve, uno musical, muy serio, pues se utilizó una grabación sustituyendo las
tres pequeñas orquestas que tocan, después de afinar sobre el escenario, dos de
ellas con pares de oboes y cornos y cuerdas interpretando el minueto, y dos
compuestas por violín y contrabajo tocando la contradanza y la danza alemana.
No sé quien sugirió esta solución, supongo que para abatir costos, pero es la
primera vez que la veo después de haber visto muchas producciones de estas
óperas, y debo decir que me molestó sobremanera.
El segundo problema fue conceptual; quienes asisten al baile en el libreto y en la música, son los amigos de los novios campesinos, supongo que los más íntimos pues la multitud que los acompañó en “Giovinette che fate all’amore” no podía de ninguna forma caber donde se ubica la acción. El director de escena decidió “invitar” un grupo de personas sofisticado y bastante depravado, volvimos a tener una ración de sexo simulado, tratando de bailar minuetos, contradanzas y danzas alemanas. No entiendo este cambio pues no agrega información para la comprensión de la ópera. Es en este final en el que vemos a todos los personajes y pude apreciar el vestuario ciertamente anacrónico entre las Doñas, vestidas con un estilo del pasado no sé qué tan lejano y el resto vestido como en la actualidad. En mi opinión el vestuario diseñado por Jerildy Bosch cumple con su cometido y es congruente con la producción.
En el segundo acto hubo cosas notables. Donna
Elvira canta “Mi tradì que’ll alma ingrata” y el recitativo acompañado que le
precede en el proscenio con el telón cerrado. De alguna forma, esto podría
referirse a que este número que es ajeno al desarrollo de la ópera, pues fue
compuesto por Mozart para el estreno vienés, halagando a Caterina Cavalieri,
amiga suya, amante de Salieri y cantante especialmente hábil en al ejecutar
coloratura complicada como lo hizo en Konstanze en el estreno de Die Entführung aus dem Serail.
Las escenas del cementerio y la de la
condenación de Don Giovanni son interesantes conceptualmente, pues quienes
ocupan las fosas del panteón y acosan al blasfemo, son los fantasmas de las
mujeres a las que abandonó.
Por cierto, no he nombrado a Víctor Zapatero
quien tuvo un desempeño excepcional al diseñar una excelente iluminación.
Un detalle que no entendí fue la presencia de
un cisne sobre la mesa de Don Giovanni, mismo al que le extrae las entrañas
para comerlas. No tengo idea cual es el símbolo del cisne en esta ópera, que
además deforma el texto pues Leporello dice explícitamente “Questo pezzo di
fagiano” al arrancar un ala del cisne. Un ave es un ave, pero no es lo mismo.
Durante la cena que inicia el final de la
ópera, regresó la maldita grabación, que acompañó las citas de Leporello a
Martín y Soler, Sarti y Le nozze di
Figaro. No entiendo por qué el director musical, ¿o fue el escénico?, ¿o
alguien más?, decidió no usar una orquesta de pares de oboes, clarinetes,
fagotes y cornos y un violonchelo para interpretar una grandiosa Harmonie de Mozart. No puedo decir lo
que de veras pienso con respecto al uso de grabaciones en una ópera que no las
requiera específicamente –algunas épocas más o menos contemporáneas lo hacen–;
por lo menos debería anunciarse públicamente en los carteles de publicidad, o
¿será que en el futuro de la ópera en Bellas Artes se sustituya la orquesta, por buena o mala que esta sea,
con bandas sonoras? Pasó en Rigoletto con
la banda interna, lo cual no fue tan relevante como en Don Giovanni en que las
orquestas sobre el escenario, no internas, sino a la vista del público, son
“personajes”.
Esta vez, a diferencia de hace seis años,
tuvimos un reparto muchísimo mejor, pese a ciertas deficiencias muy notables,
por lo menos en mi opinión. Como aclaración, escribo varias veces “en mi
opinión” porque no me considero ni un narrador influyente, ni mucho menos el
oráculo de Delfos.
Mozart escribió su partitura para tres
mujeres, todas ellas sopranos bajo estándares actuales, aunque Donna Anna es
quien tiene la tesitura más elevada. En muchas ocasiones bien sea Donna Elvira
o Zerlina se asignan a mezzosopranos. En esta ocasión se escogieron tres
sopranos.
Erika Grimaldi interpretó a Donna Anna
espléndidamente, como actriz y especialmente como cantante. Ojalá la vea en un
futuro cercano. Olivia Gorra actuó bien el papel de Donna Elvira, pero
musicalmente dejó mucho que desear. Las desafinaciones fueron recurrentes y
desde su primer aria empujó la voz a tal grado que parecía gritaba.
En la concepción de Mozart, Zerlina es la prima donna de la ópera. En Praga la
interpretó Caterina Bondini y en Viena Luisa Laschi, ambas las primeras
figuras de ambas compañías en esos
momentos. Originalmente compuso dos arias para Zerlina y para Donna Anna,
mientras que, como se mencionó arriba, la segunda aria de Elvira fue compuesta
hasta la versión vienesa. En el Romanticismo cambió la primacía de Zerlina a
Donna Anna, debido esencialmente al carácter buffo de la primera y serio de la segunda, y los Románticos no
fueron conspicuos por su sentido del humor.
El hecho es que se escogió a una joven
cantante del Estudio de la Ópera de Bellas Artes, Angélica Alejandre que
simplemente no pudo con el paquete, su actuación fue deficiente y su canto aún
más al hacerlo en momentos sharp (#) y en otros calante. Para tener una idea,
al terminar su aria del segundo acto, después de un intento de strip–tease “Vedrai, carino”, el público de Bellas Artes
que es aplaudidor compulsivo no lo agradeció, yo no aplaudí aunque sí lo agradecí.
Si Kiri–te–Kanawa cantó una de las campesinas de Le nozze di Figaro, yo no pensaría que fuese indigno que éste fuera
el próximo papel de esta joven, si es que quiere acercarse a Mozart.
Ernesto Ramírez, Don Ottavio, actuó como se
espera de él, aunque un poco más pedante que lo normal, probablemente por
indicaciones del director de escena. En el lado musical su actuación fue, en
cambio, menos elegante que la normal. Por desgracia, aquél más y éste menos no
pueden promediarse para decir que estuvo bien.
Juan Carlos Heredia, también miembro del
Estudio de Ópera de Bellas Artes, tuvo, en cambio, una destacada actuación como
Masetto.
Tuve un fuerte problema con Il Commendatore
de Guillermo Ruiz, el objetivo es que aunque lo clasifican como bajo–barítono,
en mi opinión es más barítono que bajo, por lo que su voz no es de aquellas que
agarran por la garganta a Don Giovanni y al público como lo hacen y han hecho
los grandes bajos oscuros. En cuanto a mi opinión subjetiva, en mi impresión
preliminar afirmé que lo habían amplificado electrónicamente, cosa no difícil
de estimar dados los crujidos de la bocina que estaba a mi izquierda, vista
desde el auditorio, y el crimen de las grabaciones. Dos personas confiables hicieron
el favor de corregirme en esta apreciación, por lo que puedo afirmar que Don
Guillermo tiene una voz muy potente. No obstante, seguí extrañando a ese bajo
profundo que mata con la voz –en otro sentido al de algunos cantantes, ninguno
de los cuales estuvo presente hoy. También
aconsejo firmemente que se reparen adecuadamente las bocinas para que no
vuelvan a surgir suspicacias.
Armando Gama actuó un excelente Leporello,
sin embargo creo que a pesar de ser un buen barítono fue mal escogido, dado que
éste es uno de los grandes papeles para bajo cantante de la historia de la
ópera. En algunos momentos esta deficiencia de notas bajas fue audible, más
bien hizo inaudibles las mentadas notas.
Por fin tuvimos un Don Giovanni de verdad.
Christopher Maltman interpretó un sólido y brillante anti–héroe; cantó
“Finch’han dal vino” brillantemente y sin ahogarse por falta de oxígeno, lo que
sucede en muchos casos a cantantes no acostumbrados a la altura de la ciudad de
México. En la serenata llegué a creer que veía su voz, casi tocarla. Y en los
momentos requeridos se oyó firme y valiente. Su interpretación vocal es algo de
lo mejor que he visto en Bellas Artes punto. Su actuación también fue muy
buena, pese a tener una actitud demasiado lúbrica hasta en momentos donde no
cabía la misma. Admirándose continuamente en un espejo confirmó un narcisismo
exacerbado.
Srba Dinic dirigió adecuadamente, y con tempi acordes con la actual corriente
HIP, lo que agradezco, a la Orquesta y al Coro del Teatro de Bellas Artes, a
los cantantes y a las grabaciones.
Espero que vayan a ver una de las cuatro
funciones que restan y que me ayuden a corregir mis impresiones; también pido
su indulgencia ante cualquier burrada, error sintáctico u ortográfico que hayan
encontrado, por lo que solicito me lo hagan saber. Creo que esto que estoy
escribiendo es un riesgo innecesario, pero así es esto de dar opiniones.