Mozart fue la
admiración de mi juventud,
la desesperación de mis años maduros
y el consuelo de mi vejez
la desesperación de mis años maduros
y el consuelo de mi vejez
Gioachino Rossini
El 27 de enero de 1756 nació Wolfgang Amadeus Mozart en Salzburgo.
Mozart es, sin duda, uno de aquellos seres que puedo
catalogar, sin que mi cara se enrojezca, dentro de la categoría cuyos miembros
se cuentan con los dedos; la de los grandes genios de la especie como Arquímedes,
Leonardo, Shakespeare, Galileo, Newton, el propio Mozart, Darwin y Einstein.
Mozart no inventó la música, es más, su arte no es del
gusto de muchos, pero nadie puede dudar que su obra representa la culminación
del periodo clásico de la música. Sus obras son parte fundamental de todos los
géneros musicales.
En su juventud fue un gran productor de música sacra,
mucha de ella de gran calidad, pero al dejar de servir en Salzburgo, sólo
compuso el motete Ave, verum corpus y dos obras
incompletas, la Missa en do menor y
el Requiem. En contraste, durante sus
años como kapellmeister de Leopoldo
II, compuso una enorme cantidad de danzas.
Puedo aventurarme a decir que fue él quien inventó el
concierto para piano en su forma definitiva. Muchos de estos son obras maestras
del género. La mayoría de ellos fueron interpretados públicamente por el mismo
Mozart, quien era un virtuoso del piano, además de gran violinista.
Su obra para clarinete (incluyendo los instrumentos de la
familia de éste), es sublime, incluyendo el concierto para clarinete, el quinteto
para clarinete y cuerdas y los solos de clarinete que acompañan los dos rondós
de La clemenza di Tito. No nos
podemos olvidar de sus divertimentos para alientos como la serenata en Si bemol
para 13 instrumentos (Gran Partita).
También escribió conciertos para muchos otros
instrumentos solos o en grupos. En esta categoría destaca la sinfonía
concertante para violín y viola. Al respecto me pregunto sin contestación
posible ¿por qué no compuso por lo menos un concierto para violonchelo,
instrumento con el cual hace maravillas en muchas obras?.
En lo referente a la música de cámara, sus sonatas para piano
solo y violín y piano son parte fundamental de este género, como son los tríos,
cuartetos y quintetos para cuerdas solamente o con piano. Mozart se une a
Haydn, Beethoven y Schubert en el panteón exclusivo de quienes hicieron del
cuarteto de cuerdas un arte en sí mismo.
En el mundo de la música sinfónica tuvo en Haydn un formidable
músico a quien emular. Mozart compuso al menos 41 sinfonías, muchas de ellas de altísima
calidad. La No.25 en sol menor tiene una fuerte influencia del movimiento Sturm und drang que preludiaba el
Romanticismo; al abrazar el estilo galante en su música, se alejó del
contrapunto barroco, pero regresó a un contrapunto más complicado si es posible,
como el que escuchamos en el cuarto
movimiento de la sinfonía No.41 en el que Mozart se manifiesta con esplendor en
el manejo magistral de seis temas distintos. No podemos ignorar las sinfonías 29, 31, 35, 37, 38, 39 y 40.
Dejo para el final el género que me apasiona. Como todo
compositor del Siglo de las Luces, la ópera era el género en el que siempre quiso
brillar. Mozart compuso 22 obras para ser escenificadas, incluyendo todos los subgéneros de la forma
artística. Hoy día, siete de sus óperas son parte central del repertorio de
cualquier compañía que se respete: una ópera reformista (en el sentido de las
obras de Gluck) Idomeneo; dos singspiele, Die Entführung aus dem Serail y Die
Zauberflöte; las tres óperas bufas (en el sentido musical formal y cuyos
libretos se denominan Dramma giocoso)
en colaboración con Lorenzo Da Ponte como libretista: Le nozze di Figaro, Don
Giovanni y Così fan tutte; y su última
ópera La clemenza di Tito, cuyo
libreto originalmente de Metastasio fue convertido por Caterino Mazzolà en una
ópera verdadera, en palabras de Mozart por lo que no se trata de una típica
ópera italiana consistente en una larga serie de arias “de salida”, sino una en
la que los números de conjunto y el coro subrayan el sentido dramático de la
obra.
En todas sus óperas de madurez, Mozart explora tres temas
fundamentales: la diferencia entre clases sociales, seguramente alimentada por
su historia personal; el erotismo, como amor o como lujuria, pasiones
experimentadas por Mozart durante toda su vida; y el perdón, característica con
la autoridad en general, de la que lo solicitaba no obstante haberla
confrontado.
Es en Le nozze di
Figaro, ópera que según algunos (me incluyo) basta para justificar la
civilización occidental, en donde los temas son muy claros. En el fondo todo es
una confrontación entre clases sociales aunque Mozart y Da Ponte hayan
expurgado las escenas más contenciosas de la comedia de Beaumarchais, el amor
es obvio entre Figaro y Susanna y el de Rosina por el Conde, aunque este no sea
correspondido. La lujuria es patente en Almaviva y cuando Susanna canta “Deh
vieni non tardar” –aria que más que hablar del deseo es musicalmente el deseo
mismo– y el perdón culmina la ópera en
un momento musical inolvidable, en el que una mujer vestida de sierva perdona
al Gran Corregidor de Andalucía arrodillado ante ella. Parafraseando a Peter
Schaffer, en este momento todos los que estamos presentes en el teatro nos
sentimos absueltos de todas nuestras faltas.
La música de Mozart no es una pieza de porcelana ni un bibelot como muchos lo hacen creer o
interpretan, es sensual y conflictiva a la vez. Charles Rosen lo expresa muy
claramente cuando escribe: “Es sólo por el reconocimiento de la violencia y la
sensualidad existente en el centro de la obra de Mozart por lo que podemos
encaminarnos hacia una comprensión de sus estructuras y hacernos una idea de su
magnificencia. En todas las expresiones supremas de sufrimiento y terror de
Mozart, hay algo terriblemente voluptuoso”.
Estas líneas no pretenden ser algo más que un humilde
elogio de quien es uno de esos héroes que han influenciado mi vida en una forma
profunda. Creo que si no tuviésemos la música de Mozart, este mundo no sería un
lugar en el que quisiera vivir. Por fortuna nadie, aún el peor de sus
intérpretes, es capaz de evitar que esta maravilla siga existiendo mientras el
ser humano siga siendo eso, humano.